Cuando se rememora, conmemora, homenajea un hecho, es la costumbre citar la fecha correspondiente. Pero en este décimo aniversario del sistema de ediciones territoriales, prefiero pensar primero en el día antes de su fundación. Me remito, entonces, al 12 de agosto del año 2000, cuando no existía la Riso. Ese día no me había leído las crónicas antiguas de Santiago de Cuba recogidas en el Archivo de Indias, ni las del Camagüey, ni Trinidad, por ejemplo. No sabía que en Báguanos un grupo de poetas escribía bajo el amparo «del árbol que silba y canta», ni conocía la narrativa de Emerio Medina o Yoandra Santana, o las investigaciones de Yansert Fraga. Multitud de escritores de todo el país aspiraban a un imposible plan editorial de algún sello radicado en la capital, en el supuesto de que algún sello en el mundo pudiera publicar cientos de títulos al año, de todos los géneros, para satisfacer la compleja visión de la literatura de un país. Los premios eran concebidos como casi la única vía para ver lo escrito puesto en tinta de imprenta.
Al día siguiente de aquel año, en historia que no creo necesario repetir, echó a andar uno de los proyectos más integrales, impactantes y revolucionadores de la vida editorial cubana, y el imprescindible intercambio autor-lector y autor-autor: la Riso (sello ya para siempre del nombre de la máquina). Las apasionadas controversias iniciales y las actuales son expresión de su propio impacto. Nadie fue o es ajeno a la opinión: escritores, editores, diseñadores y muchos más, implicados en el mundo del libro, sobre aspectos tan disímiles como su función social, diseño, materiales, promoción, y todo el largo camino. Los actuantes de las polémicas por momentos parecían (y parecen) olvidar que si la opinión «es» posible fue justo por existir la propia Riso y la posibilidad de que cada escritor cubano con un libro de valor, escrito en las soledades del central Elia, hoy Colombia, en Baire, en Ocujal del Turquino y tantos otros sitios, pueda poner ese libro a valorar en una editorial creada para ellos.
En mis inicios de lectora me leí a grandes autores en pequeños libros de cubiertas tipográficas, sin más color que el brillo de la letra, y también en libros bellamente coloridos. No recuerdo muchas de estas cubiertas, pero sigo bajo el encantamiento de las palabras que contenían. Como toda obra joven, apenas niña, la Riso seguirá provocando deseos de perfección en los que creemos en su utilidad y en su virtud.
Incluso ello no era posible el 12 de agosto del año 2000.
Teresa Melo
Escritora y poeta
Ediciones Holguín fue fundada en 1986 para publicar los cinco libros premiados en la primera edición del Premio de la Ciudad. En los años subsiguientes mantuvo su labor y ganó en prestigio entre escritores, lectores y promotores, presentando anualmente un promedio de 16 libros. En 1990 comenzó a publicar a escritores inéditos, en una colección llamada Antología Mínima; en ella vieron sus poemas en letra de imprenta autores que hoy gozan de la socialización que promueven nuestras editoriales nacionales.
Con la llegada de la Riso en el 2000 los retos fueron diferentes y los modos también. Llegamos incluso a pensar que podría convertirse en un atraso para una editorial que contaba ya con 14 años de vida. Al principio también sufrimos una cierta masividad que fue rectificándose hasta lograr planes de publicaciones más certeros. Creo que la Riso es el alma de las nombradas editoriales provinciales, y un aliado eficaz para dotar a los libros de la posibilidad de una grata lectura. En 1999 creamos el Premio a la Mejor Edición de Libros de Editoriales Territoriales, y su tránsito por estos diez años de premiaciones muestra el innegable aprecio que el mismo representa para el necesario reconocimiento del trabajo en las máquinas risográficas.
Lourdes González Herrero
Escritora
Directora Ediciones Holguín
Asistir a la celebración del décimo aniversario de un programa que vi nacer y desarrollarse, desde la provincia de Camagüey, ha sido un privilegio. Nunca olvidaré el rostro de satisfacción del escritor de Jimaguayú Rosendo Delgado Murga cuando tuvo en sus manos Minifauna, menos aún cuando asistió por primera vez a la televisión para promocionar su obra, que sería presentada a los lectores el 13 de agosto de 2000. Esa es una de las razones principales por las cuales defiendo este proyecto que, como toda obra humana, no es perfecto. Estoy segura de que una valoración del programa arrojará resultados satisfactorios; pese a lo que piensan algunos incrédulos, la balanza se inclinará hacia lo positivo y eso es lo que cuenta.
Aracely Aguiar Blanco
Directora Centro Provincial del Libro
y la Literatura de Camagüey
Ediciones Loynaz comenzó a publicar en 1991. Cuando llegaron las imprentas digitales, ya teníamos casi un centenar de títulos en catálogo. Habíamos contratado impresiones en empresas habaneras y también en Colombia y España. Recuerdo la primera edición de Poemas sin nombre, de Dulce María, que se lanzaba al mercado nacional después de 1959: encuadernación de lujo, acucioso prólogo de César López, 5 000 ejemplares. También recuerdo que la obra no pudo ganar ese año el premio que daban —creo que por Holguín— a los mejores libros hechos en las provincias. Poco después aparecieron las Riso y esto sin dudas facilitó la salida de nuevos y diversos títulos. Esta técnica es útil, por rápida y económica, pero para sacarle el máximo de jugo es necesario vincularla con otros procesos poligráficos como la cuatricromía.
Juan Ramón de la Portilla
Escritor
Director Ediciones Loynaz
El desarrollo, durante la última década, de las editoriales provinciales y la creación de una capacidad de impresión en las mismas, respondió a una evidente necesidad en nuestro país. Jóvenes escritores, investigadores y, en general, todos los que representaban la amplia gama de la vida espiritual y cultural de nuestras provincias, variadas en sus tradiciones, costumbres y riqueza, necesitaban los espacios de autorreafirmación, de crítica y de identificación. A la vez, permitía un conocimiento más profundo al resto del país sobre la creatividad de cada provincia. En estos años, nombres de poetas, prosistas, historiadores y estudiosos en general han enriquecido con su contribución el amplio espectro de nuestra cultura. Las editoriales provinciales constituyen un botón de distinción en la imagen de su provincia. Por ello, en la calidad de lo que hacen, en el cuidado de lo que producen, está la expresión cultural e intelectual de esa parte de Cuba que ella refleja.
Eduardo Torres Cuevas
Director Biblioteca Nacional José Martí
Gané un Premio de la Crítica por la Riso. Mi libro Mujeres en la cervecera primeramente fue un libro de cubierta gris-blanco, con otro nombre, que fue caminando hasta ojos nacionales, y se hizo el milagro. Cuando utilizo mis ojos genéricos veo a la Riso como un oasis, allí bebí, allí han bebido muchos fabuladores de la poesía y el patio; la patria literaria y chica se ha movido con sus peculiaridades amorosas. Solo le faltan colores y promoción, lo demás hay que dejarlo al Ángel de la Jiribilla.
María Liliana Celorrio
Escritora
La reanimación editorial que significó el nacimiento del Sistema de Ediciones Territoriales es uno de los fenómenos más importantes de los últimos años en la cultura cubana y, sin dudas, el más importante en la literatura. Como todo proyecto joven requiere de tiempo para consolidarse, pero sus logros son obvios. Algunos de sus gestores pueden haberse escudado en la precariedad de ciertos recursos para justificar desmanes, pero los más hemos ido superando barreras, buscando soluciones, haciéndonos de una propuesta que nos singularice. Nada fácil es hermoso. Veo nacer cada día una viñeta, una página, una cubierta, hasta ver el todo. Hasta poner en las manos del autor inédito o del consagrado un libro, y más acá, la apoteosis: el libro ante los ojos de un lector anónimo, en la intimidad de su cuarto, en una biblioteca o en un tren. Ese lector con un libro austero entre las manos tiznadas, con el olor áspero de la «Riso», pero al que ha llegado el trazo indeleble de la belleza, la memoria, la inteligencia, la imaginación, y algo mejor, la verdad de estos tiempos, que ya sabemos, tampoco son perfectos.
Alfredo Zaldívar
Director Ediciones Matanzas
Sueños morados/sueños rojos.
Anisley Negrín Ruiz. Ediciones Sed de Belleza, Villa Clara
El urbanismo temprano en la Matanzas intrarríos. 1693-1840.
Silvia Teresita Hernández Godoy y Marta Silvia Escalona.
Ediciones Matanzas, Matanzas
Josué.
Francis Velázquez Fuentes.
Ediciones Santiago, Santiago de Cuba
Reloj de placer.
Jorge Planche Cobas.
Ediciones El Mar y la Montaña, Guantánamo
Amargo ejercicio.
Lucía Muñoz.
Ediciones Bayamo, Granma
Silencio para los muertos.
Yoandra Santana Perdomo.
Ediciones Ácana, Camagüey
El Che y los que abrieron la senda.
José Martín Suárez.
Ediciones Ávila, Ciego de Ávila
Mi niña quiere saber.
Julio García Ramírez.
Ediciones Orto, Granma
Historias al margen.
Rebeca Murga.
Ediciones Capiro, Villa Clara
Mensajero de Olofi.
Pedro Mendigutía Cabrera.
Ediciones Extramuros, Ciudad de La Habana
Establo abierto.
Marilín Pérez Pérez.
Editorial Sanlope, Las Tunas
El vigoroso trazado.
Bertha Caluff.
Ediciones Capiro, Villa Clara
Poetas esclavos en Cuba.
Yansert Fraga León.
Ediciones Luminaria, Sancti Spíritus