Varios descubrimientos de este mes se han centrado en expandir los conocimientos existentes sobre el ser humano: el primer individuo descendiente de dos especies de homínidos distintas, el logro de un mapa del ADN en tres dimensiones, el hallazgo de una nueva neurona en nuestro cerebro y la tribu amazónica que jamás había tenido contacto con el resto del mundo
Cuando al fin Edipo llegó delante de la Esfinge, la única ventaja que el monstruo mitológico tenía sobre el mortal era un acertijo. ¿Cuál es el animal que camina primero con cuatro patas, luego con dos y finalmente con tres? La respuesta, hoy, parece muy sencilla, pero para el momento en que se ideó el acertijo era bastante notable que el centro de un secreto, la esencia misma del misterio salvador que podía librar a todo el reino de la muerte, fuera el hombre. La leyenda dejaba entrever entonces que la esencia de toda lucha no era otra que descubrirnos como seres humanos, cada vez más.
Por eso cuando la ciencia, y la cultura en general, parecieran enredarse en tendencias, carreras y propósitos tan vertiginosos que llegamos a perder el recuerdo de qué comenzó todo, basta la respuesta de Edipo: todo para conocer mejor al hombre.
Este agosto varios científicos insomnes han logrado proporcionar otras cuatro respuestas a la caprichosa esfinge: el genoma humano ya es cognoscible en imágenes de tres dimensiones; un tipo de neurona muy peculiar hace su entrada al mundo de la neurología, y para la antropología el contacto con una etnia nunca antes comunicada con el resto del mundo y el primer descubrimiento de un ser humano descendiente de distintas especies de homínidos ponen la última pieza de este nuevo puzzle.
Cuando uno no averigua mucho por el pasado puede llegar a creer cosas inciertas sobre quiénes éramos hace siglos. Lo que hasta hoy los resultados científicos han arrojado es que el Homo Sapiens moderno desciende de diversas especies de homínidos de las cuales algunas coexistieron en el planeta con nuestros «abuelos» como buenos vecinos, mientras otros sí pertenecieron a la línea de formación del ser humano actual, pero aún hay muchos misterios sin resolver sobre esos supuestos ancestros.
Uno de los secretos empolvados que recientemente recibió una respuesta fue si los denuvianos habían tenido «cruces» reproductivos con los neandertales, antepasados nuestros. Por muchos años una sospecha que recién este agosto fue respondida.
Pues sí, un pequeñísimo huesito reveló al primer humano descendiente directo de dos especies distintas. Y lo hallaron científicos del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (en Alemania), quienes lo publicaron orgullosamente en la revista Nature. El pequeño hueso perteneció a una niña de 13 años de madre neandertal y padre denisovano.
«Sabíamos por estudios previos que los neandertales y los denisovanos debían haber tenido hijos de vez en cuando», asegura la investigadora Viviane Slon, una de los autores principales del estudio, a Europa Press, «Pero nunca pensé que seríamos tan afortunados de encontrar una descendencia real de los dos grupos».
El fragmento óseo fue encontrado en 2012 por arqueólogos rusos en la Cueva de Denisova (en Rusia). Luego fue llevado a Leipzig para realizar análisis genéticos después de que fuese identificado como un hueso de homínido basado en su composición proteica.
Para mayor alegría de genetistas, historiadores y antropólogos, los análisis del genoma también revelaron que el padre denisoviano tenía al menos un antepasado neandertal más atrás en su árbol genealógico.
Así que todo ese «relajito» de nuestros ancestros, concentrado en un pequeño huesito, además de aportar más conocimientos sobre ambos grupos, también podrá ampliar los saberes sobre el modo en que las especies humanas se comunicaban e interactuaban hace siglos.
Si nuestro lector es de los que prefieren los descubrimientos sobre el presente y la antropología del hoy, esta vez tenemos el hallazgo de una tribu amazónica brasileña que jamás había tenido contacto con el resto del mundo.
Según informó la Fundación Nacional del Indio (Funai), una agencia estatal que trabaja por los derechos de los indígenas en el gigante sudamericano, un equipo de sus expedicionarios recorrió más de 180 kilómetros por río y caminos de difícil acceso, más 120 kilómetros a pie hasta llegar a una región entre los ríos Jutaí y Juruazinho, en el estado Amazonas, cuyos habitantes habían permanecido en el aislamiento del resto de la humanidad.
Tal y como en los últimos descubrimientos arqueológicos en Latinoamérica, los exploradores se auxiliaron de un dron para captar desde el aire a este grupo humano y respetar su deseo de cero contacto externo.
De acuerdo con los registros de Funai citados por BBC, esta zona está habitada por seis pueblos ya contactados, y 11 registros confirmados de indígenas aislados, lo que la convierte en la región con la mayor cantidad de registros confirmados de grupos de aislados del país.
En el video y las imágenes tomadas de la etnia se pudieron observar herramientas creadas con fibra vegetal, como hachas y canoas. Estos datos serán posteriormente estudiados por antropólogos que registran este tipo de grupos más de cerca.
Desgraciadamente, propietarios de tierras cercanas amenazan con invadir ese territorio frecuentemente.
Las neuronas escaramujo abren una nueva etapa de estudios y medicamentos específicos. Foto: BBC
Si una parte específica del hombre merecía su propio acertijo aparte para Edipo esa es el cerebro, un órgano que los especialistas continúan describiendo como «por explorar».
Por eso el tercer hallazgo de este agosto sobre el ser humano se centró en un nuevo y espectacular tipo de neurona, y no es sensacionalismo barato. Se trata de una neurona que podría describirse como una ramificación y, tal vez, lo más impresionante de ella sea que parece ser muy exclusiva de nuestra especie.
La han llamado escaramujo, porque su apariencia se asemeja a la de una rosa sin los pétalos, según los descubridores la describieron a Nature Neuroscience.
El grupo internacional de 34 científicos, principalmente de la Universidad de Szeged, en Hungría, y el Instituto Allen para la Ciencia Cerebral, en Estados Unidos, especificó en su artículo que el hallazgo de esta particular neurona revela una posible causa de la inutilidad de tratamientos que antes habían sido probados en cerebros de ratones, los cuales no poseen estas células cerebrales específicas.
Explicaron además que se presenta un nuevo reto neurológico: los escaramujos, neuronas inhibidoras, realizan la conexión con su pareja celular solo a través de una parte muy específica de su masa. Sin duda, el más próximo secreto neurológico que aclarar, para aportar al estudio de trastornos cerebrales y sus posibles tratamientos.
Finalmente la revista especializada Journal of Cell Biology volvió a confirmar que el ADN es la gran estrella de la Biología humana actual, al revelar un nuevo mapa del genoma humano en tres dimensiones, que incluye los genes, así como el llamado ADN basura —ADN no codificante—, dentro del núcleo celular.
Andrew Belmont, de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, y autor del estudio, informó que los investigadores obtuvieron las imágenes 3D de los cromosomas ubicados en los núcleos de células cancerosas y el análisis de las imágenes demostró que la actividad de los genes no depende de su ubicación relativa al núcleo, una cuestión que preocupaba a los genetistas.
Gracias a estos cuatro chispazos publicados por las revistas científicas en este mes de agosto, seguramente Edipo tendría mucho más que responderle a la Esfinge si se la encontrara en un duelo de este siglo. «¿Cuál es el animal que tiene neuronas especiales, descendió de varias especies de homínidos, y es capaz de tener un genoma hipercomplejo al tiempo que puede aislarse en plena globalización?» Y quién sabe si al final, la pobre Esfinge podría sentir celos de no ser humana.