Un niño chino de cuatro años mató 443 pollos a gritos. El titular que divulgó este fin de semana la agencia EFE es de una violenta sencillez. Después de sonreír imaginando el galillo del pequeño, figuré el festín que habríamos tenido en La Habana si conviviéramos con pollos de granja y las perceptibles aves estuvieran sometidas al ruido nuestro de cada día, a los reguetones a todo meter, a los bocinazos y gritos de esquina a esquina, a los carros que parecen discotecas ambulantes, a las cafeterías y restaurantes con «música» grabada, a las «fiestas» donde la gente no puede conversar, porque necesita aturdirse.
«El compañero no se encuentra: está en una reunión». Era ya la tercera vez que llamaba a lo largo de la tarde, y aún el sujeto estaba «en una reunión», según la aflautada voz de su secretaria. Decidí no insistir más. El pobre hombre andaría arreglando el planeta, y yo, impertinente, solo requería unos datos.
¡Qué tiempos aquellos de los ’70! Agridulces por contradictorios y motivadores. Una caja de cigarros se cotizaba, en el mercado negro, en 25 pesos. La ropa se repartía por tickets en los CDR. Los únicos zapatos disponibles eran plásticos y te cocinaban los pies. Pero el disco cubano no escaseaba y Silvio, todo un disidente musical para algunos funcionarios con orejeras, afirmaba que la Era estaba pariendo un corazón a pesar del bloqueo.
Por estos días el nombre de José Martí vive a flor de labios. Son jornadas de remembranzas y tributos a la virtud del hijo humilde que se dedicó por entero a la obra mayor de fundar la Patria.
Gotta Pusuga vive en tierra de muertos. A los tres años, su costillar parece el de un jamelgo en el desierto, y los parásitos le han corrompido el vientre, hinchándolo. Hay moscas en su rostro, y una espuma blancuzca le mancha los contornos de los labios. Tiene hambre. Tiene sed.
Las estadísticas dicen que el pasado martes 16 de enero había arribado el GI (soldado) número 500, lo que significa que el 2,2 por ciento de los 22 700 heridos en acciones bélicas forman parte de un nuevo ejército, el de los discapacitados, y no cuentan a quienes han perdido dedos de las manos o de los pies. Parece que eso no tiene la menor importancia.
Reiterados intentos de la oposición para usar la institucionalidad en contra de los cambios buscan, otra vez, entorpecer la misión refundadora del MAS y de Evo en Bolivia en tanto, en Ecuador, un Congreso representativo de la partidocracia que Correa critica, pretende cerrar el paso a la primera medida realmente democrática y refundadora en aquella nación: la convocatoria al referendo donde sea la ciudadanía quien diga si quiere o no Asamblea Constituyente, para que la Patria Altiva y Soberana que la mayoría votó, se erija sobre los pilares de una nueva Carta Magna.
Una lectora me envió un mensaje, a propósito de mi nota del pasado viernes, en el que usa dos palabras a mi entender claves: flexible y extremo. Es decir, deducía ella que para lograr un enfoque constructivo de las relaciones laborales y, por extensión, de las sociales, las actitudes inflexibles y extremas son contraproducentes.
Los principales medios europeos daban cuenta durante esta semana del incidente racista de turno del Gran Hermano, algo común, por cierto, en este y otros reality shows, como Survivor (Sobreviviente) y varios más que se transmiten en casi todo el planeta.