Amaneció y la ventana aún estaba ahí, colgando de un hilo. «Si se cae...», dijo un hombre, que esperaba, con los brazos apoyados sobre el techo del auto. Otro, que permanecía a su lado, recostado al maletero, se viró rascándose la cabeza y miró hacia arriba. Arqueó las cejas y murmuró: «Si le cae a un chiquito en la cabeza...»
Miles de enfermeras polacas se lanzan a la calle en protestas laborales. La patronal, entonces, usa métodos «modernos», dignos de estos tiempos de compra y venta: si no cesan la huelga, se importarán otras miles de enfermeras rompehuelgas ucranianas. Y no es un error de este redactor: el verbo fue «importar», el mismo que se aplica a las naranjas y los automóviles...
Alguien se hace «pis» en mi escalera, ese es el tema. Y si bien, en principio, quise convertirme en «Chuncha» las 24 horas para tomar in fraganti a tamaño meón y hasta estuve, como Almodóvar, al borde de un ataque de nervios, me di cuenta de que no valía la pena hacerle el juego a la alimaña que desdice las normas sociales y le encanta, por simple regusto de envidia o maledicencia gratuita, jorobar a los demás.
No quiero humedecer lo mojado. Si a veces mucha agua no resulta conveniente, escribir en exceso sobre un tema o un problema cualesquiera, puede parecer eso mismo: un indeseable desbordamiento de las aguas, o algo peor: que uno aparente estar haciendo leña del bote ahuecado.
Se los ve en películas de acción, series de TV, casetes, CD y minijuegos electrónicos para niños: son los hombres de Armas y Tácticas Especiales (SWAT, por sus siglas en inglés), la policía paramilitar de EE.UU. Suman 17 000 en todo el país y usan ametralladoras de técnica avanzada, con linterna y mira de rayos infrarrojos que puede medir la distancia al blanco. Cuentan con helicópteros Blackhawk, bazookas, explosivos, granadas de gas y de las otras, vehículos blindados y más bellezas de los arsenales militares. En algún filme aparecen jefes corruptos, pero en general se muestra a efectivos valientes, rudos, bien entrenados, que saben matar y asaltar como huracán bancos, edificios o instalaciones de todo tipo donde hay terroristas, rehenes en manos de asaltantes, mafiosos escondidos, barones de la droga. Ejercen el Bien y garantizan la seguridad interior de una sociedad que el crimen azota. En fin, buenos muchachos.
Ya en enero de 2005 un reporte de auditoría del inspector especial general para la reconstrucción del país invadido, destruido y ocupado arrojó que se carecían de registros para 8 800 millones dados a los ministerios iraquíes.
La victoria demócrata en las elecciones parciales de noviembre pasado, con la cual ese partido logró la mayoría en ambas cámaras del Congreso federal, favorece la posibilidad de un cambio en la política mantenida durante las últimas décadas por los gobiernos de Estados Unidos en contra del pueblo cubano, recrudecida durante los últimos seis años por la actual Administración Bush.
Así lo llamó John Le Carré y así lo presentan en todas las escuelas de Periodismo, por lo menos desde la década del 80 del siglo pasado hasta la fecha, y es de esperar que lo siga siendo mientras la palabra sirva de intermediaria entre la ilusión y la realidad, entre el ser humano y los hechos.
Todo se vende y se compra en la era del mercado: productos e ideas, patentes y conocimientos, tierras, islas y hasta la Luna misma. Nada escapa a la avaricia de unos y la malicia de otros. Vender y comprar son las cualidades del ser que pretenden imponernos. Y en esa loca carrera por consumir-existir, se aceptan hasta las excentricidades.