No por grotesca o absurda hay que dejarle de prestar atención a la idea que pretende vincular el 10 de Octubre a nuevas «revoluciones», con colores de disturbio y ruptura.
El miércoles 18 de septiembre de 2024, la Asamblea General de las Naciones Unidas dio un paso significativo al aprobar una resolución presentada por Palestina, que busca poner fin a la agresión que este pueblo ha sufrido durante años. Con 124 votos a favor, incluido en voto de Cuba, esta decisión es un claro reflejo de que la mayoría de las personas en el mundo abogan por la paz y la justicia.
Desde que el lenguaje se agenció un lugar en la comunicación de los seres humanos, designar cada cosa con un nombre devino una necesidad impuesta por las circunstancias. La forma en que procedieron nuestros antepasados para tan compleja tarea deviene un enigma. Pero hoy sabemos que muchas palabras deben su etimología al entorno fundacional que las echó al mundo.
De poco sirve la nostalgia cuando el pasado solo proyecta sombras. Es cierto que, en los vericuetos de la subjetividad, todo tiempo pasado nos parece mejor. Incluso, casi se ha vuelto una pandemia virtual el compartir en los perfiles fotos de añejísima data con el propósito de alebrestarnos la añoranza. Fotos sepia, seres engastados en vestimentas que recuperan su elegancia desde los grises; copiosos peinados; ciudades que parecen de artesanía, carros y tranvías casi de cuerda. La tramoya nos cautiva y nos devuelve un pasado que, como todo tiempo, solo fue mejor o peor en dependencia de los acontecimientos que los signaron. El pasado deviene utopía.
No voy a escribir más sobre lo mismo, sino de la necesidad de tirar para la cuneta eso más que tantísimo indigna a la población, independientemente del vendaval que vivimos.
Sobran los informes oficiales, las opiniones de expertos, los testimonios médicos y de periodistas que también son objetivos a liquidar, y suman 42 000 los palestinos asesinados, en su gran mayoría niños y mujeres. Es el holocausto de Gaza perpetrado por Israel, un Estado terrorista.
La reciente visita de un amigo me demostró nuevamente cuánto asombro puede causarnos encontrar a nuestro paso el buen actuar, el embellecimiento del entorno colectivo y, sobre todo, el interés de alguien por el bien común.
Cuba es una Isla sin barco a la vista. En La Habana, desde cualquier altura en que se divise la bahía, el mar es una línea azul prolija y pasan días antes de que un carguero se atraviese en el horizonte. No fue siempre así. A fines del siglo XVIII y buena parte del XIX, el 40 por ciento del tráfico entre América y España pasaba por Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo.
El próximo sábado (6 de julio) será un día grande en la música cubana: la cantautora Marta Valdés cumplirá 90 años en su Habana natal. Es la figura más sobresaliente de la segunda generación del movimiento filin (feeling), compositora, intérprete, autora de canciones antológicas con un impecable catálogo que incluye joyas como Llora, En la imaginación, Tú no sospechas, Hacia dónde, José Jacinto y otras tantas.
Nada hay que, al cabo, despiste tanto como volverse sabio repentinamente, así que a cada rato me ronda el miedo de sufrir un brusco ataque de inteligencia —esto es, un desembarco de neuronas paracaidistas que sometan y pongan a trabajar a las que, perezosas, bostezan en mi cerebro— y terminar vislumbrando, cual médium de medio palo, cosas que nadie percibe.