«Agosto es el mes de la irritación», murmura alguien ante los resoplidos de un joven que no debe acumular más de 20 veranos: «Cuando llegue el monstruo voy pa’ dentro. ¡Estoy loco por llegar a mi casa, a ver si hay luz!».
La gente de la parada se mueve incómoda, pero evita salir al paso a su desafío. El calor pone guapo a cualquiera y no es cosa de formar pelea por gusto. Solo un señor aprovecha la grosería para verter criterios sobre las culpas de «arriba» por lo que pasa «abajo», aderezadas con historias de problemas con el transporte, el combustible, la comida…
Una joven con uniforme de custodio y carita de posguardia lo calla: «Amigo, y usted ¿en qué trabaja? Porque lo veo sacando cuentas de lo que no recibe, pero no dice nada de lo que da. ¿Lo suyo es revolver el avispero nada más?».
Otro señor de canas interviene: «Agosto duro el del 93. Y el del 94, que hasta hubo gente rompiendo vitrinas y encendiendo candelita contra la Revolución. Pero otros sabíamos que de todo se sale con trabajo, no quejándonos. Apretamos duro los pedales —los de las bicicleta de verdad—, sembramos vianda en el diente de perro y nos pegamos a producir lo que fuera para levantar el país», dice mirando al joven de la mala forma. «Esa comodidad que hoy extrañas no te cayó del cielo: pregúntale a tus padres».
El muchacho riposta: «Tremendo aguante, viejo», y el hombre aclara: «Aguante con dignidad es resistencia,¡no te equivoques!». Mira las reacciones del resto, y agrega: «¡Y no digan que en los siguientes años no han visto cambios acá adentro! Cambios de todo tipo, pero a nuestra manera. Cambios que asustan hasta que les cogemos la vuelta, y los más inteligentes y dispuestos prosperan. Muchos empezaron de cuentapropistas y hoy son empresarios privados».
El joven «fríe huevos» y baja la cabeza. Busca el final del grupo, que empieza a organizarse porque la ruta asoma a pocas cuadras. Uno de los primeros cuela a una enfermera: «Hay que ser solidarios», pide a los que vamos detrás.
Me da tiempo a decirle: «Como en agosto del 95. ¿Se acuerda del Festival Cuba Vive?». Sonríe y responde: «Yo era un chamaco, y al lado de mi casa se alojaron dos franceses. Yo no entendía por qué gente de afuera quería venir a cuidar el socialismo en Cuba, a apoyarlo con fiestas, con trabajos voluntarios… y uno de ellos me dijo que a veces los de adentro no ven lo que este país significa para el mundo. Le pregunté: ¿Cómo en las películas de Asterix?, y se rió muchísimo, diciéndome que sí con la cabeza».
«¿Y cuál es la poción mágica de esta aldea?», interrumpe una jovencita sin quitar los ojos del teléfono. Me adelanto a responderle: «La esperanza. ¿Por qué tú crees que no aflojan el bloqueo y a todo lo que hacemos le restan valor? Después de 500 años de capear temporales, y con el ejemplo vivo de Fidel, no es tan fácil que Cuba crea en cantos de sirenas. Ah, y la creatividad… ¡y el humor, claro! Aquí hacemos chistes hasta de las mejoras en las leyes o la diversidad de las familias».
Ahora sí mirándome a la cara, valora: «Pero hay una pila de cosas que molestan y no las inventan afuera. Buenas decisiones que se marean por el camino. Peloteo y falta de respeto de quien debe darte un servicio…», otros asienten a su alrededor.
«Ojalá no se pierda todo lo bueno por lo que nos sacrificamos para conservar este proyecto de país, porque de esa fallas también nos burlamos o protestamos, pero siguen, y mucha gente egoísta se cree mejor que los demás».
El de las canas la mira y sonríe: «Cuidar valores es parte de la resistencia. Y sin perder la ternura, como decía el Che. Tú de mí no te acuerdas, pero cuando la cosa se puso dura con la pandemia, pasaste muchas veces por mi casa con otros muchachos preguntando si alguien tenía fiebre».
Ella sonríe ruborizada y él acelera su mensaje mientras la guagua se acerca al contén: «La honestidad es buena, y tu generación tiene todo el derecho de reclamar una mejor herencia. ¡Nadie puede decir que no se la han ganado! Comparen, conozcan, denuncien, busquen soluciones. Hagan su propio “agosto”… Solo no dejen que venga nadie a calentar los ánimos, y no se olviden de los que madrugamos para que ustedes tengan lo que sueñen tener».