La palabra prioridad salió a relucir una y otra vez para recalcar la trascendencia de su aplicación sobre la base de seleccionar siempre la variante más beneficiosa en que se va invertir, ante la disyuntiva de la escasez de recursos.
Si a nivel doméstico resulta un dolor de cabeza acomodar el presupuesto familiar para satisfacer necesidades
— qué clase de dilema, ¿verdad?— imagínese cómo será para el Estado, cuya familia es la sociedad entera, sin distingos de ningún tipo.
Consecuentemente si los dineros no alcanzan o se está muy apretado, la familia acude a sostener lo que más provecho le aporta para tratar de capear el temporal de la manera menos impactante. ¡Si lo sabremos nosotros!
Es semejante ese modo de proceder, pero con la diferencia kilométrica que supone la comparación con el ente estatal, a fin de asegurar la vitalidad de la sociedad ante una drástica reducción de recursos, como la de ahora mismo que le zumba.
En repartir lo que tenemos con equidad
—lo sabemos al dedillo—, tenemos vasta experiencia, y precisamente esa manera de actuar nos ha permitido solventar situaciones apremiantes. ¡Sin duda alguna!
Paradójicamente, cuando se trata de inversiones o acciones de otro tipo, a veces falla a nivel local la priorización, que debe estar asociada también a proceder de la mano de la lógica, para determinar, repartir, actuar con agilidad y que cuadren bien las cuentas, exprimiendo la inteligencia a fin de emplear los menguados recursos.
El mandato de priorizar fue un mensaje cristalino en el que insistió Salvador Valdés Mesa, Vicepresidente de la República de Cuba, en un análisis sobre la estrategia de desarrollo local del municipio villaclareño de Santo Domingo.
Allí hubo datos que muestran el progreso en el camino a lograr la soberanía alimentaria: distante aún, pero un poquito más cerca del horizonte en este municipio, uno de los principales productores agropecuarios villaclareños.
Se trata de hilar fino para enrumbar las prioridades sostenidamente, otro empeño en el que afloran frecuentes patinazos en el país.
En ese rango, más allá de las viandas, hortalizas y vegetales, hay que afincar mucho más la producción de granos, de proteínas, de módulos agropecuarios y de las minindustrias para el procesamiento de una parte de la cosecha, y evitar por esa vía que se pierdan.
Y, entre las urgencias, se trata de ver florecer, inmensa y robusta, esa generosa reina todavía media dormida que es la caña de azúcar: el cultivo que más riquezas puede aportar. Lo sabemos, ¿verdad?
Su utilización integral y diversificada potencia la posibilidad de obtener energía, alimentos y otros derivados de amplia utilización en la agricultura, en usos industriales, farmacéuticos y cosméticos.
Y ese filón de oro solo necesita cañaverales dignos en nuestra geografía, y manos dispuestas a servir a un bien mayor. ¡Prodigiosa que es la naturaleza!