Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Sentirse país

Autor:

Liudmila Peña Herrera

El concepto no es nuevo. Apenas ha sufrido alguna que otra variación lexical que nos lo traduce hoy con matices diversos, a la luz de los retos contemporáneos. Porque pensar como país es una actitud, un compromiso, una acción tan antigua como nuestras propias luchas emancipadoras. A sentir, y pensar, y actuar con la nación como bandera, nos enseñaron, con su ejemplo, desde el soldado desconocido en las gestas independentistas hasta el más universal de los cubanos.

Solo que el recién electo Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, con esa virtud de continuar caminos, de respetar lo andado, de construir allí donde el ojo ve que se precisa fijar el ladrillo con amor, ha vuelto sobre una concepción de la cual se alimenta y se yergue esta Isla rebelde y resoluta. Ha convidado a su pueblo, en medio de un entorno económico complejo, agravado por la hostilidad imperialista, «a pensar distinto, a ser proactivos, a distinguir las potencialidades del tiempo que vivimos».

Porque pensar como país no es una abstracción nacida de un discurso metafórico, sino el resultado de un llamado a la unidad y a la búsqueda de soluciones, desde la inteligencia colectiva y el sentido humanista que nos enseñó el Che, con su propio sacrificio. Es que cada persona aporte, desde las lógicas de la conciencia laboral y ciudadana, lo que resulta humanamente posible, teniendo en cuenta que el Gobierno acude a cada uno de nosotros con la confianza de que seremos lo suficientemente sensibles como para comprender la situación política internacional y el contexto económico sobre el que navega esta Isla que no se arrepiente de brillar con la estrella redentora que atormenta al vecino.

Y sí, otra vez nos convocan a ahorrar más —tanto como se pueda—, a producir mejor para que alcance para todos y señalar los errores que empañan, con acciones infractoras, delictivas, inconscientes, cuanta previsión tomemos los que insistimos en construir. Porque pensar como país también es poner la palabra justa donde va, en el momento preciso. Es exigir derechos y responder cumpliendo con deberes. Es no sentarnos a esperar, sino preguntarnos qué podemos brindar y ponernos en función de ello. Es ofrecer el corazón y tener la certeza de que otros muchos, o mejor, la mayoría, están haciendo lo mismo en este instante. Es derrumbar los obstáculos y encontrar respuestas, soluciones, alternativas nuevas hasta para los problemas más viejos… Es honrar todos los días la historia patria con la devoción con que se venera a una madre.

Pensar como país no significa que carguemos con una nación a cuestas, sino participar con ella de sus propias angustias y sus posibles remedios, sin negociar los principios ni descuidar las conquistas. Y no es una tarea de pocos, ni solo el compromiso popular. Es, sobre todo, obligación de ese «Gobierno serio y responsable» del que ha hablado el Presidente; ese Gobierno que debe respaldar la vida en cada sitio de nuestro mapa, con sensibilidad, eficiencia, seriedad, sin dilaciones, burocracias ni pretextos; y que está llamado a ser ejemplo como el más adecuado respeto a su pueblo.

Piensa como país quien detiene su auto aunque no haya un policía «controlando» y lleva a un padre con su hijo hasta la propia puerta de su casa para que no le caiga el aguacero que le resfriará la semana, todo sin cobrarle un solo peso. Lo hace el trovador que se lleva la tarima hasta los barrios y le dice a la gente que sonría, que ame, que deje la «casa y el sillón»; o el bodeguero que se muestra sensible y le vende la leche a la señora que llegó diez minutos después del horario porque «el transporte está infernal»; o quien, simplemente, se ajusta a lo que tiene que hacer y sin pérdida de tiempo, amablemente, atiende al que llega a su escritorio, a su ventanilla, a su tienda, a su institución…

Pensar como país no es convertir el pensamiento en una idea angustiosa que limite el disfrute; es también complacerse con la certeza de que esta es la Isla de los sueños infinitos y las alas enormes que cuenta con su gente, todos los días, para echar a andar con mayor inspiración. Eso, sin dudas, es pensar, y no solo pensar, sino actuar sintiéndose un país.

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