Antes de los carteles, antes de las nuevas medidas adoptadas por Donald Trump para intentar estrangularnos, antes de volverse popular hablar de coyuntura energética, ya mi tío una noche, mientras llegábamos a La Habana, me advertía de la importancia de pensar como país, que aquella era una de las ideas más lúcidas y también hermosas de nuestro Presidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Y yo, que escucho a mis mayores, me quedé con la imagen de un individuo que antepone la necesidad colectiva a sus pequeños dramas, de un individuo otro, menos egoísta y más apasionado.
Sin embargo, una duda me asaltó después con la cabeza apoyada en la almohada. ¿Qué es exactamente pensar cómo país? ¿De qué país hablamos? ¿De la Cuba que queremos o de la que tenemos? ¿Podremos pensar en el mismo país mi tío, de otra generación, con otras preocupaciones, que yo, recién salida de las aulas de Periodismo? ¿Deberíamos pensar igual?
El sitio web de la Presidencia de Cuba convocó a que cada quien comente su criterio, su visión del asunto. Un breve repaso denota que hay muchas Cuba en nuestra Cuba, muchas miradas distintas, variadas sobre una misma realidad. ¡Y qué bien! Confío en el llamado a pensar como país, y ello no puede borrar mi huella, mi identidad, lo que pienso. Pensar como país debería ser un sentimiento que nos recorra la piel, pero también el centro de nuestro ser-nación, que nos convide a sacudirnos las desidias, las malas acciones y la mediocridad.
¿Pensar como país? La frase vuelve a mí. La proceso con calma. Un amigo periodista dice que pensar de ese modo implica las mismas acciones que proponía Fidel en su concepto de Revolución. Pensar como país implica entonces pensar como revolucionarios, y no a partir de un manual gris y encartonado. ¡No! La gente que luchó en la clandestinidad, los que fueron a Angola, o simplemente el médico que cada mañana se levanta temprano merecen una sociedad activa, con sangre en las venas y ganas de luchar contra lo mal hecho.
¿Pensar como país? Quiero pensar como país mientras ello implique luchar por un objetivo común, ser consciente de las necesidades que van más allá de mi parcela, crecer ante las dificultades y buscar soluciones en consenso, con la participación activa de los jóvenes, especialmente los que se preparan desde las universidades para mejorar su realidad.
¿Pensar como país? ¡Sí! Un país basado en nuestros ideales —esos por los que murieron tantos cubanos cabales—. Un país donde pueda entregar no solo mi trabajo en un horario x, sino el fondo de mi ser y de mi alma.