Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Del Alhambra al Martí

Autor:

Margarita Barrios

En estos días, en los que tanto se habla del aniversario 500 de La Habana, el próximo 16 de noviembre, no faltan los planes sobre qué hacer ese día, entre los que nacieron aquí o asumen a esta urbe como propia. Hay quienes planean una cita en el malecón, otros hablan de la necesidad de que a las 12 de la noche haya fuegos artificiales.

Y como siempre estarán aquellos que se darán cita en el tan acostumbrado ritual de la ceiba del Templete, o simplemente decidirán andar por la parte más antigua de la capital brindando por la prosperidad que tanto se anhela. Seguro tampoco faltará un espectáculo cultural que evoque recuerdos, encuentros y desencuentros con esta Ciudad Maravilla.

Precisamente, Del Alhambra al Martí, propuesta teatral que por estos días tuvo su escenario en el ilustre teatro rescatado casi de la nada, es un homenaje digno, desde la cultura, a este cumpleaños, pues la obra además de preservar tradiciones y propiciar rencuentros con temas ya casi en el olvido, muestra un elenco de lujo que lamentablemente no anda por los medios de comunicación.

Los cantantes Milagros de los Ángeles, Laritza Pulido, Ariagne Reyes, Laura M. Hernández y Andrés Sánchez, junto al coro y la orquesta del Instituto Cubano de Radio y Televisión, bajo la dirección del maestro Miguel Patterson, así como el Ballet de la Televisión Cubana y el cuerpo de baile del anfiteatro del Centro Histórico conforman el elenco que interpreta más de 20 temas.

Desde las picarescas estampas del Alhambra hasta la lágrima con María la O y Cecilia Valdés, el espectador disfruta de temas antológicos de Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig, Rodrigo Prats, por solo mencionar algunos autores, sin faltar el homenaje a Rita Montaner y Bola de Nieve. Todo un reto que sortea la suerte del exigente público cubano.

Sin dudas el director artístico, Alfonso Menéndez, hizo una sólida investigación histórica —como el mismo refiere en las notas al programa—, que le permitió rescatar temas antológicos del teatro musical y vernáculo cubano, muchos desconocidos para el público contemporáneo. Entre los agradecimientos aparecen dos nombres de nuestra prensa: Ramón Fajardo y Mario Cremata, los cuales estoy segura fueron de apoyo fundamental para la realización.

Párrafo aparte merece el joven cantante Andrés Sánchez, quien con «camaleónico proceder» provoca gran sorpresa cuando nos lleva de un Leonardo Gamboa clásico y poderoso, al más simpático e ingenioso personaje del vernáculo, y con el reto especial de rememorar al «Bola» en su Mesié Julián.

Pero hay cuestiones a superar, que siempre es posible. Algunas coreografías quedan por debajo del desempeño de los cantantes; la escenografía podría tener más recursos, sobre todo en luces y efectos; el vestuario también pudo asumir mayores lujos. Sin embargo, así, con modestia y austeridad en comparación con otras producciones que se realizan en distintos escenarios cubanos, la propuesta es válida y conmovedora.

Otro pequeño dolor: no vi muchas caras jóvenes en el público, y no he escuchado que se vaya a hacer una grabación para la televisión que permitiría que no solo los habaneros, sino todos los cubanos, tuvieran la oportunidad de disfrutar de este abanico de una buena parte de la mejor música de su país.

Tampoco vi turistas entre los espectadores lo cual me hace suponer que no se hizo promoción al respecto, y qué bueno hubiera sido que esos tantos que pasean por La Habana curioseando para conocer qué y cómo somos, y pasan incluso por la puerta del teatro, pudieran apreciar ese ajiaco de nuestra más autóctona cultura.

Sería también una buena iniciativa grabar un DVD que recoja el video, que pueda estar a mano del más amplio público, y quede como referente para la historia de nuestra música. Incluso, sería bueno que estuviera en las escuelas, no solo de arte, sino que fuera material para esos instructores que tratan de formar gusto estético en las nuevas generaciones.

Aunque ya bajo el último telón, sería muy bueno proponer una nueva temporada de la obra, quizá coincidiendo con el aniversario de la ciudad, y así se convierta en una opción que permita festejar, desde nuestra cultura, los primeros 500 años de La Habana para guardar como auténtico recuerdo.

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