Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Periodismo: alma y aliento, arma y escudo

Autor:

Liudmila Peña Herrera

No hay una palabra más cercana al periodismo que el amor, pero si no bastase, entonces le sumaría el sacrificio. Solo quien sepa, a conciencia, que jamás se enriquecerá —a no ser espiritualmente— gracias al ejercicio de la profesión, ni estará nunca en una posición cómoda frente a las audiencias o a los funcionarios públicos; quien tenga una ínfima idea de las inquietudes y ansiedades que vive un periodista ante la página en blanco o en la disyuntiva de una frase que no tienda a dobles y triples interpretaciones... solo ese estará listo para ejercer a conciencia el oficio más hermoso y complejo del mundo.

Desde que dije adiós a la Universidad de Oriente, mucho se han transformado aquellos sueños nacidos en los pasillos de la vetusta edificación que nos acogía como becarios. No pocos son los caminos que han tomado mis compañeros. Por suerte para nuestra Isla, la mayoría continúa leyendo la realidad nacional, pensándola y reflejándola tal como sus habilidades les permiten y las posibilidades materiales de sus medios de prensa les ofrecen.

En los últimos tiempos, un acontecimiento ha centrado las reflexiones y ha generado no pocas expectativas en buena parte del gremio: el 10mo. Congreso de la UPEC, la reunión más trascendental de los periodistas cubanos. De los encuentros previos al desarrollo del evento han resultado ideas para readecuar nuestras prácticas profesionales. La mayoría de estos «servidores públicos» nos hemos situado frente al espejo sin maquillajes lisonjeros para declarar, en una suerte de mea culpa, los equívocos y los silencios; y nos hemos impuesto, otra vez, nuevos retos.

Acercarnos a la llamada «agenda ciudadana», ahondar más allá de las primeras impresiones, ser más incisivos en la investigación de los problemas cotidianos, prepararnos mejor, estar a la altura de las ya no tan nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones… fueron algunas de las cuestiones que nos autoseñalamos.

Todo eso está perfecto como ejercicio de autocrítica. ¿Pero por qué los periodistas nos hemos montado en un carro que nos recoge la basura —con perdón del carro—, la recicla y la vuelve a usar al día siguiente? ¿Por qué repetimos tanto lo que ya nos habíamos señalado antes y no decimos —o no encontramos— qué vamos a hacer para resolverlo?

La colega pinareña Belkys Pérez Cruz afirmaba hace un tiempo en televisión que necesitamos acercarnos más a los resultados de los estudios académicos, o lo que es igual, que es preciso hacer uso de las investigaciones de diplomantes, maestrantes…, y emplearlas para concretar soluciones.

No sería mala idea escuchar y leer más a quien mejor escribe o investiga en los medios de prensa de referencia en el país, que cada uno de nosotros sabe identificar perfectamente; además de comparar experiencias y enriquecernos —sin vanaglorias ni «infladeras»— con las diferentes maneras de gestionar ediciones y emisiones, para imprimir periódicos y publicar productos comunicativos con mejor «terminación» estética e informativa.

¿Quién dijo que no cabe la competencia leal e inteligente en la prensa cubana? ¿Por qué hay quien no puede sacarse de la cabeza que intentar ser más atractivo que el otro, más original e, inclusive, más rápido, es práctica capitalista? Claro que no es mentira aquella frase garciamarquiana de que «la mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor»; la hago mía antes de que alguien se ponga a buscarle esquemas a un ejercicio profesional que no puede ser encasillado, para que valga la pena.

Con el 10mo. Congreso de la UPEC tocándonos los talones, y pensando en lo que algunos han dado en llamar «la crisis de la profesión», más que fustigarnos por lo que no hemos hecho, me gustaría que cada delegado a la cita esté consciente de lo que se puede hacer. Que encuentre las palabras y los remedios salvadores para una práctica que si bien acoge año tras año a nuevos licenciados en Periodismo, también despide a profesionales valiosos que se deciden por puestos de trabajo mejor remunerados aunque les reporten parco placer. La vida está cara y, en ocasiones, nos cobra a sobreprecio a quienes insistimos en optar por la vocación.

El periodismo cubano siempre ha estado —y creo que estará— del lado de los que preservan la justicia social conquistada, porque es aliento y alma, arma y escudo de nuestra nación, pero también ímpetu por el pensamiento y la solución de los defectos que descubre.

A veces se nos ha acusado de extremadamente cautelosos, tímidos anunciadores de las problemáticas nacionales o edulcorantes de la realidad… Yo creo que nuestros profesionales se han ajustado a las épocas que les han correspondido vivir.

En la actual, todo indica que la prensa no ha de cargar más el fardo —no siempre justamente impuesto— de silenciosa o complaciente. Si ha de soportarlo alguien, que sean las instituciones, entidades y las personas responsables, las cuales deben responder al pueblo lo que el pueblo quiere saber, a través del periodismo. No por gusto el 10mo. Congreso se inspira en la certeza de que «la verdad necesita de nosotros».

Para quienes en los diferentes momentos de la Revolución han hecho de este oficio su fe de vida, sea este el reconocimiento de quien, como muchos, se niega a parar de soñar futuros, porque periodismo y amor jamás deben soltarse las manos; como las teclas de un piano que, de estar separadas, no hacen música verdadera.

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