En 2016, según el Centro Nacional de Estadísticas Sanitarias en Estados Unidos, 64 000 personas fallecieron por sobredosis de opiáceos, 15 400 de ellas por el consumo de heroína, 14 400 por prescripción de analgésicos y el resto por opiáceos sintéticos.
Ante el registro de más de 91 ciudadanos estadounidenses muertos a diario debido al abuso de analgésicos opiáceos, el presidente Donald Trump declaró emergencia nacional sanitaria con el objetivo de «poner fin a esta crisis».
Diferentes medios de prensa reflejaron la noticia en días pasados y apuntaron que, según Trump, «la medida permitirá focalizar los recursos existentes en zonas concretas y flexibilizará leyes y regulaciones para abordar con premura el problema», aunque ello no quiere decir que se destinen fondos adicionales para eso.
Afortunadamente, y antes de que el mandatario norteamericano diga lo contrario, Cuba mantiene una política de Tolerancia Cero a las Drogas en el país, a la que tributan la Aduana General de la República (AGR), las Tropas Guardafronteras (TGF) del Ministerio del Interior, el Ministerio de Justicia, el Ministerio de Educación, el Ministerio de Salud Pública y las organizaciones estudiantiles y de masas, entre otros organismos, instituciones y órganos de control.
La esencia es impedir el tráfico y consumo de sustancias estupefacientes, y de existir algunos casos, estos no marcan una tendencia peligrosa, y son penados con rigor según lo establecido en el Código Penal.
Ni por vía aérea ni por vía marítima se permite la entrada al país de drogas. He podido constatar que en las terminales aeroportuarias se manejan equipos de tecnología avanzada para impedir que en el equipaje y en el propio cuerpo de los viajeros se intente introducir drogas a nuestro territorio, en cualquiera de las formas existentes. Además, se emplea técnica canina y se capacita al personal aduanero, que cada día incrementa su pericia en esta labor.
Entre sus misiones, las Tropas Guardafronteras enfrentan acciones del narcotráfico internacional. Teniendo en cuenta la situación geográfica de Cuba, tan cercana al llamado «corredor de la droga», a través del cual se transportan sustancias por mar como marihuana y cocaína, se convierte en una misión de primer orden alejar esas embarcaciones de nuestra jurisdicción.
En caso de que algún paquete llegue a nuestras costas, como ha sucedido, es inminente su localización, y para ello se desata la Operación Barrera, con el apoyo de todas las fuerzas del Ministerio del Interior y los habitantes de la zona, muchos de los cuales integran los destacamentos Mirando al Mar.
El apoyo popular es seguro porque nadie quiere que su hijo, su sobrina, su nieto, su esposa… termine padeciendo una adicción tan destructiva. Por esa razón también se incorporan estos temas en las Escuelas de Educación Familiar, para que las familias se percaten de lo importante de evitar en sus adolescentes y jóvenes el consumo de alcohol y tabaco, drogas porteras a otras.
Se suma a esta estrategia pedagógica aplicada en todos los niveles de enseñanza y rectorada por el Ministerio de Educación, la constante capacitación de los docentes que diariamente interactúan con los estudiantes, con el ánimo de que sean capaces de intercambiar información, facilitar orientación e identificar síntomas de un consumo de este tipo.
El Programa de Prevención y Enfrentamiento de Drogas, con la participación intersectorial necesaria, es también una de las prioridades del Sistema de Salud cubano. En las comunidades se desarrollan acciones de pesquisa activa para diagnosticar a las personas con factores de riesgo asociados al consumo de drogas. Existen además centros de tratamiento y rehabilitación para individuos con dependencia a las drogas mediante la atención ambulatoria o de ingreso, y se facilita la información y orientación que la población necesite a través de la Línea Confidencial Antidrogas, marcando el número telefónico 103.
Si la comparamos con otras naciones, entre estas Estados Unidos, en Cuba no tenemos problemas significativos en relación con la producción y el tráfico de drogas. Sin embargo, constituye una preocupación del Estado evitar que este tipo de acontecimientos prolifere, y la instauración de un Código Penal que sanciona severamente estas acciones es parte de la política de Tolerancia Cero a las drogas.
Lo que está claro para Cuba es que la lucha contra el consumo de drogas no se vence, como lo han pensado otros países, con su legalización, sino con la puesta en vigor de estrategias y políticas que velan por su prevención y enfrentamiento.
Y como existen esas estrategias y políticas a partir de la voluntad del Estado, respaldada por el pueblo, no son casuales entonces los resultados satisfactorios que puede mostrar Cuba, orgullosa ante el mundo en cuanto a la prevención del consumo de drogas y su enfrentamiento.