En aquel hotelito de la Avenue du Maine, en París, se concentró un núcleo de cubanos. Fueron el imán que atrajo a otros, entre ellos, al gran poeta peruano César Vallejo. En los 30 del pasado siglo, eran jóvenes que buscaban en Europa posibilidades de aprendizaje y refugio ante la represión desatada por las tiranías de nuestro continente. Nací en esas circunstancias con un pedazo de pan bajo el brazo, porque ambas ramas de la familia se apresuraron en enviar ayuda monetaria. Por unos meses pudimos disponer de una habitación con cuarto de baño. Allí colocaban mi cuna cuando los amigos se reunían a compartir una comida criolla y luego, intentaban algunos pasos de baile en tan reducido espacio. Al echar una mirada una noche, Carpentier me descubrió con los ojos bien abiertos a través de la cortina corrida por dedos todavía inseguros.
Tanta curiosidad no respondía a mis características personales. Es un rasgo compartido por cuanta criatura viene al mundo y va reconociendo colores, sonidos y las voces de los familiares más cercanos. Más tarde, cuando adquieren el dominio de la palabra, empiezan a formularse los interminables porqués. Impacientes, padres y maestros tienden a apagar la capacidad de interrogar la realidad circundante, fuente primaria de todos los saberes.
Como todo en la vida, el acicate de la curiosidad es una moneda de dos caras. Una de ellas, perversa, alimenta el brete, el chisme, el lleva y trae, tanto como el corre-ve-y-dile. Es el ojo vigilante que atisba el comportamiento de los vecinos, detecta el marido engañado y lleva cuentas del vestuario de cada quien.
La visión mezquina despilfarra una cualidad que compartimos con algunas especies animales, útiles para seguir pistas, detectar peligros y reconocer el entorno familiar. Nuestra ventaja de bípedos con cerebro desarrollado consiste en que nosotros transformamos en cultura lo que para ellos constituye la formación.
Conviene, pues, estimular desde las primeras edades la capacidad de observación y de establecer las debidas conexiones entre los datos recogidos. Los más pequeños empezarán por reconocer objetos y ampliarán su espectro en la medida en que accedan a espacios más anchos. Es un ejercicio que puede desarrollarse en la escuela con prácticas de descripción, narraciones orales y escritas. El entrenamiento puede convertirse en hábito que acompañará en la vida la observación del paisaje, de las construcciones y del movimiento de las ciudades.
Curiosidad y observación favorecen la comprensión y el conocimiento de los seres humanos que nos rodean. Gestos, inflexiones del habla, instantes de silencio y distracción revelan zonas ocultas y favorecen una relación constructiva de respeto y solidaridad. Es la vertiente empírica de la psicología, una disciplina científico-cultural que muchas veces subestimamos.
Como todas las ciencias, la psicología puede ser instrumentalizada en favor del mercado y la manipulación de los individuos. Inscrita en un proyecto de vocación humanista, ofrece una contribución inestimable. Incorporada al saber común, favorece la comprensión del otro y rompe valladares al revelar conflictos y motivaciones en quienes nos rodean. Enseña a formular las preguntas adecuadas. En lugar de la simplona separación entre buenos y malos, induce a descifrar las razones de una conducta impropia, de un acto de violencia o de un proceso de autodestrucción.
Desde un punto de vista pragmático, con fines socialmente beneficiosos, resulta auxiliar eficaz para el cumplimiento de las funciones de dirección en todos los niveles y contextos, porque la organización del trabajo depende de la racionalidad del organigrama y, sobre todo, del compromiso de los integrantes de un colectivo.
Hace años, tuve la oportunidad de examinar regularmente los expedientes de los cuadros. El recuento de una trayectoria poco me decía de la idoneidad de las personas para determinado cargo. Faltaba una valoración cualitativa de su conocimiento y experiencia, de su flexibilidad de análisis para evitar la aplicación mecánica despersonalizada de orientaciones generales, la aptitud para asumir en lo concreto las relaciones humanas. «Hay que emplear las dos manos, la derecha y la izquierda», afirmaba, con la astucia habitual de los hombres vinculados a la tierra y a la observación de la naturaleza, un campesino devenido dirigente de un plan de desarrollo genético en Cumanayagua.
La psicología constituye esencia de la conceptualización y ejecución de las prácticas pedagógicas. En la formación de la personalidad se decide el cumplimiento de los objetivos deseados en la multiplicación del sujeto activo, creador, solidario, responsable. La humanidad descubrió tardíamente esta verdad. Por eso, la psicología es una ciencia joven. Tanta ha sido su demanda que su desarrollo ha superado en velocidad a saberes de más larga antigüedad y prosapia. La vida pasa como un camión sobrecargado de pasajeros que transita por un camino plagado de baches. Con cada tropezón se desprende algún viajero. En la sociedad del éxito, la víctima se suma en la cuenta de los perdedores. Nuestra filosofía es otra, animada por el propósito de reinsertar al que tropieza con un obstáculo y busca refugio en el ejercicio de la violencia, en los paraísos artificiales de los estupefacientes y el alcohol. Para intervenir en estas situaciones, reorientar al que pierde su brújula y prevenir problemas sociales de mayor envergadura, preservar el equilibrio de la familia y la comunidad, se requiere la acción de trabajadores especializados con sólida formación en psicología y sociología.
La curiosidad es virtud cuando estimula el aprendizaje de la realidad social y natural, impone la mirada introspectiva en el conócete a ti mismo, fuente de toda sabiduría, cuando, convertida en cultura, incita a la permanente problematización de los hechos en un mundo nunca perfecto, pero siempre perfectible.