Cada vez resulta más difícil confiar. Pregúntenle a Ben Johnson, Lance Armstrong, Verónica Campbell Brown, Marion Jones y compañía (mejor no sigo nombrando; creo que no alcanza el espacio).
Cuidado cuando entregue el corazón: nuestros héroes del presente bien podrían ser los villanos de mañana. Ahora bajo la cabeza, pues me confieso admirador de varios, perdido entre gritos y «corre que falta poco». Pero, ¿quién no resultaba hechizado, si prácticamente volaban?
Estrujo el cerebro y salen los recuerdos, uno a uno. Yo, en plena calle junto a un par de vejigos, zapateando el asfalto, quemando las suelas. Trataba de emular a mis ídolos de la velocidad. Años después comprendo el fenómeno. Los tiempos que corren y la mafia que envuelve al deporte incitan a tomar la jeringuilla, llenarse las venas de alguna sustancia y proclamarse «as del momento». No a todos, aclaro: sobran ejemplos de puros campeones a base de coraje y sacrificio, sin una gota de sangre envenenada.
Por suerte, si bien la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) es uno de los organismos más agredidos por este «virus», también destaca por su incansable lucha contra el dopping. Hoy mismo repican sus campanas.
El estadounidense Tyson Gay, multimedallista olímpico y universal, segundo hombre más rápido de la historia y líder de la presente campaña (9,75 segundos), dio positivo en un control realizado por la Agencia Antidopaje de Estados Unidos (Usada).
Hasta hace unos días el duelo entre el norteño y el «marciano» Usain Bolt llenaba los platos de todos los comensales en el deporte rey. Ningún otro choque generaba tantas expectativas. Mas no será.
Ese bólido que luchaba contra sus demonios y su propio cuerpo —y que a las claras nunca soportó tanto desgaste— se perderá el próximo Campeonato Mundial, con sede en Moscú, Rusia. «Mi motor genera una velocidad que mis músculos no soportan. Corro más rápido de lo que mi cuerpo admite», declaró años atrás.
Al parecer trató de arreglar ese pequeño «defecto de fábrica» y ahora no hay mecánico que arregle el salidero. «No tengo ninguna historia de sabotaje que contar. No tengo nada que decir para hacer que esto parezca un error. Solo puedo afirmar que deposité mi confianza en alguien que me ha decepcionado», declaró.
Para colmo de males, cinco jamaicanos, entre los que descuellan Asafa Powell, Nesta Carter y Sherone Simpson, dieron positivo en el campeonato nacional celebrado el mes anterior.
«Quiero ser muy claro al decir a mi familia, a mis amigos y a la mayoría de mis fans que nunca he consumido suplementos o sustancias que rompieran las reglas intencionada y conscientemente. No soy, y nunca he sido, un tramposo», aseguró Powell.
Esta es la nueva moda: se dopan, pero no son culpables, sino víctimas de un engaño. Confiaron en la bruja de Blancanieves y solo comieron algunas manzanitas.
«Inocentes hasta que se pruebe lo contrario», han dicho por ahí, pero últimamente las moscas caen en grupo, y ya estoy dudando hasta de Santa Claus. ¿Seguirán surgiendo nuevas «víctimas» antes de la justa planetaria?
Y en lo que la IAAF busca al verdadero responsable —no basta con más controles antidopaje si no se acorralan a los mercaderes del deporte y a la deshumanización con cuño transnacional, culpables de que no se anhelen marcas sino contratos—, yo usted no apuesto ni por un ángel si baja a correr. Quién sabe… puede que esconda una jeringuilla entre las alas.