CARACAS.— Sí. Ganamos. Mi pésame a la derecha mundial. Mi pésame a los poderes hegemónicos (y valga la redundancia). Palmaditas en la espalda a los escépticos. Mi agradecimiento a la constancia y la sabiduría de un pueblo. Mi admiración por uno de los hombres más grandes en la historia americana.
Ninguna sociedad ha sido tan bombardeada, manipulada y engañada por los medios de comunicación hegemónicos como esta. Al menos de forma tan directa. Mi pésame también a mis «colegas» de los grandes medios transnacionales de la desinformación.
Cada día me convenzo más de que el periodismo, como están las cosas en este mundo, está divido en dos bandos irreconciliables. Los que odian y los que estamos dispuestos a amar.
La campaña electoral del presidente Hugo Chávez la asumí como propia. Sin medias tintas ni con «visos» de esa supuesta objetividad que es una rotunda falacia. El triunfo de Chávez también es mío. Y de mi esposa. Y de mi familia. Y de mis colegas de JR y los otros medios. Y del pueblo cubano…
La batalla que ha dado Venezuela ha sido dura. Prevaleció la resistencia. La telúrica de los pueblos. Como debe ser.
Incluso, el que el chavismo no hubiera obtenido una mayor brecha sobre el candidato derechista, es una victoria.
Mantengo mi criterio de que buena parte de la oposición no votó por Capriles, sino contra Chávez o/y el bolivarianismo. Durante el período proselitista, el equipo de campaña del líder revolucionario se planteó como meta diez millones de votos. Era poner el listón a una altura ideal, pero difícil.
Sugerí más de una vez que el rango podría estar sobre los seis millones para el representante de la oligarquía y sobre los nueve millones para el líder socialista. Chávez, al concluir el conteo definitivo por parte de la autoridad electoral, pudiera sumar más de ocho millones.
Buena parte de lo que faltó no migró tanto para la oposición, habría que buscarlo también entre los poco más de cuatro millones de ciudadanos que no acudieron a las urnas.
Cifra esta, además, muy baja para los rangos históricos de abstención aquí. El 81 por ciento de los venezolanos acudió al sufragio. Es la más alta para una democracia burguesa en la historia de todo el continente americano. Y más allá.
¿Y por qué pienso que la ventaja de Chávez —la menos amplia que ha obtenido en las cuatro elecciones a que se ha presentado— también fue una victoria? Porque, sin dudas, la Revolución Bolivariana deberá ahora repasar lo hecho, identificar los errores —ninguno ha sido estratégico—, las debilidades, y erradicarlos.
Es de humano errar. Y también crecer.
Este sexenio de socialismo que comienza hará de la Revolución Bolivariana, sin dudas, un proyecto económico, social, ético y cultural que será crisol. Dispone de las dos más grandes fuerzas que se puedan tener: un líder extraordinario y un pueblo que cada día toma más conciencia del papel que le toca en el futuro del mundo.