El autoproclamado Consejo Nacional de Transición (CNT), la fachada libia de Estados Unidos, Francia y Reino Unido en la guerra contra Muammar al-Gaddafi, sigue dando muestras de su naturaleza mercenaria y de su sumisión a los intereses de las potencias responsables del brutal y sanguinario cambio de régimen en la nación norteafricana. En los últimos días, muchos iraquíes han sido víctimas de una encarnizada persecución, acusados de ser seguidores del asesinado Saddam Hussein, y de querer resucitar al partido Baaz una vez que las tropas estadounidenses se retiren de ese país. Y al parecer, quien soltó la lengua al primer ministro iraquí, Nuri Kamal al-Maliki, sobre la supuesta «rebelión» baazista fue Mahmud Jibril, uno de los jefes del CNT.
Según una fuente oficial iraquí citada por el diario estadounidense The New York Times y que prefirió el anonimato, porque se supone que el «asunto es confidencial», Jibril le dio los detalles del presunto plan insurgente a Al-Maliki cuando este visitó hace poco, de manera sorpresiva, Bagdad. Los documentos que probarían los preparativos para la revuelta iraquí habrían sido encontrados en los archivos secretos de los servicios de inteligencia libios, luego que los opositores armados tomaron Trípoli.
Aunque, por supuesto, este detalle del encuentro de Jibril y Al Maliki no trascendió a la prensa en su momento, casualmente, poco después, el Gobierno proestadounidense de Iraq comenzó una oleada de detenciones arbitrarias contra 600 antiguos miembros del partido Baaz, que dirigía Saddam Hussein, en las provincias de Al-Anbar, Kirkouk, Diyala, Salaheddin, Wasit, Najaf, Bassora y Bagdad. Por el mismo motivo fueron encarcelados también 140 profesores y empleados de la Universidad de Tikrit, ciudad natal de Hussein.
Al mismo tiempo, los funcionarios iraquíes intentan asociar al ahora ilegal partido Baaz con el terrorismo. El propio viceministro del Interior (desde esta cartera es que se han ejecutado los arrestos) dijo a la televisión estatal que el plan que intentaban abortar incluía operaciones «terroristas» y sabotajes tras la retirada de las tropas estadounidenses. Eso, hasta el momento no está probado, pero de antemano ya los captores los acusaron, y los calificativos de criminales están en los medios de comunicación para legitimar la represión.
La única claridad en medio de acusaciones tan vagas es que los centenares de arrestados fueron miembros de Baaz. Sin embargo, esa razón carece de fundamento legal para llevar a cabo las detenciones. La propia Constitución iraquí de 2005 reconoce explícitamente en su artículo 135, inciso V, que «la simple pertenencia como miembro del extinguido partido Baaz no representa una razón suficiente para procesar judicialmente».
Supuestamente, según el anuncio oficial de la Casa Blanca, Estados Unidos retirará sus tropas de Iraq a finales de este año. Resulta inquietante que, cuando se acerca la fecha, emerjan estas supuestas amenazas contra el orden instituido por Washington en Iraq durante estos nueve años de ocupación. Aunque, claro está, la retirada estará disfrazada, porque se quedarán contratistas privados, mercenarios y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Las nuevas autoridades iraquíes quieren a sus guardaespaldas bien cerca.
Lo mismo hizo hace poco el CNT libio cuando le pidió a la Alianza Atlántica que le garantizara la seguridad en la nación norteafricana, al menos hasta diciembre, y la invitó a crear allí una gran base militar. Habrá que ver cuántos otros planes «secretos» sacará de debajo la manga el Consejo libio para seguir ganándose los favores de sus aliados occidentales, si es que de verdad existía el proyecto de resurrección del partido Baaz, y esto no constituye una fachada del Gobierno proimperialista iraquí, y del propio Washington (en Iraq no se mueve una piedra sin que lo sepa o lo ordene EE.UU.) para llevar a cabo su limpieza ideológica.