Un lector, desde Estados Unidos, discrepó recientemente de un trabajo donde dijimos que los gastos militares de la nueva administración de su país crecían y, como siempre, era en detrimento de los programas sociales, tan necesitados —o mucho más— en tiempos de crisis económica. Veamos hacia dónde se inclina la balanza de los hechos y de la razón.
Finalizando la primera semana de abril, el secretario de Defensa, Robert Gates, el único titular de la administración de George W. Bush ratificado en el cargo, presentó bien anticipadamente el nuevo presupuesto para el año fiscal 2010. Tiene una novedad: reorienta las fuerzas armadas hacia la guerra irregular y de contrainsurgencia, corta algunos programas de armas pesadas (sobre todo por el volumen de sus costos), pero no le rebaja ni un centavo a la última cuenta del republicano, por el contrario, sube y sube la petición de los dineros bélicos. La conductora está abierta, igualito que siempre.
Según Miriam Pemberton, una investigadora del Institute for Policy Studies, «ellos lo están llamando un cambio fundamental, y esto es cierto y falso a la vez», y se explica.
Necesitamos trabajos y escuelas, no la guerra. Foto: Guetty Images Cierto, porque es un ambicioso corte de sistema de armamentos bien posesionados; falso, porque los 534 000 millones solicitados para el año fiscal 2010 —que al igual que en la era Bush no toma en cuenta los «suplementos de emergencia» destinados a pagar las guerras en Iraq y Afganistán— sobrepasa ligeramente el año precedente.
Además, el mismo Gates aseguró que solamente el diez por ciento de los gastos serán dedicados a la guerra irregular.
¿Quiénes están entre los perdedores? Los fabricantes del avión de combate F-22 (Raptor), pues solo se comprarán otros cuatro este año, y paran ese programa que data de los años 80 y donde cada aparato vale o cuesta 140 millones de dólares.
Además, echan a un lado un nuevo tipo de helicóptero presidencial, el VH-71, del que según el diario The Washington Post se hubieran necesitado 28 aparatos y costarían 400 millones de dólares, doblando prácticamente el cálculo primario.
En el capítulo de las reducciones están 1 400 millones de dólares de la defensa misilística; y cancelar la modernización del FCS (Sistema de Combate del Futuro) cuya cuenta sería de 160 000 millones.
Dicen que en Lockheed Martin Corp. se halan los pelos, y amenazan con el «coco» de estos tiempos de crisis: vendrán cesantías —han mencionado hasta 95 000—, un argumento poderoso de presión a la hora de que en la colina del Capitolio se discutan pormenores del presupuesto.
Por estos días, las acciones de los contratistas del Pentágono han bajado en el mercado de valores, y los analistas dicen que otras compañías serán lesionadas en ese combate por los dineros, como la Boeing Co., la Northrop Grumman, Rockwell Collins y Precision Castparts
¿Quiénes ganan? El F-35 Joint Strike Fighter, de los que en 2009 se compraron 14 y para 2010 se dobla la adquisición a 30, y eso no es nada, pues supuestamente se manufacturarán y mantendrán 2 433 naves a un costo calculado en un millón de millones de dólares —el trillón de los estadounidenses.
Por supuesto, si ahora el combate a la insurgencia adquiere más relevancia, a los dineros para inteligencia, vigilancia y reconocimiento se adicionan 2 000 millones de dólares, incluidos 50 Predator y Reaper, los aparatos no pilotados con los que están vigilando y bombardeando el área fronteriza entre Afganistán y Paquistán. Hay, además, una expansión del cinco por ciento para las fuerzas de Operaciones Especiales, y comprarán barcos más veloces para operar cerca de tierra firme. Las últimas informaciones sobre los encuentros con los piratas de las costas somalíes y del Golfo de Adén, avalarían esta decisión.
Entre los que propician y defienden el priorizar a la contrainsurgencia están el general David Petraeus, jefe del Comando Central (CENTCOM), y el teniente coronel John Nagl, presidente de un tanque pensante bien influyente en los asuntos de la defensa, el Center for a New American Security (Centro para una Nueva Seguridad Americana).
Muchos datos más podríamos dar del presupuesto presentado por Robert Gates, que incita contramedidas en otros lares. Lástima de despilfarro, allá y acullá, cuando los problemas económicos de una buena parte de los estadounidenses, y del resto del mundo, tienen que ver con las necesidades básicas de cada ser humano, y hasta ahora, las armas no se comen...
Comentaba el periodista-investigador Jeremy Scahill en RebelReports que no han tomado en cuenta el llamado del representante Barney Frank, quien a comienzos de este año pidió cortar los gastos militares en 25 por ciento para pagar urgentemente los programas de necesidad social y la ayuda económica a los estadounidenses. Eso sí sería una buena defensa, añado.