Cuando en el año 2018 el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, visitó la República Popular China, apuntó sobre uno de los libros que en esas travesías se ponen a disposición del amigo que llega y es cálidamente recibido: «acercarnos a la historia impresionante de este inmenso país» constituye «una excepcional oportunidad».
Así lo expresaba porque, en su entender, la historia del gigante asiático es «la base de una antigua civilización cuyos valores culturales e históricos han perdurado en el tiempo y constituyen un patrimonio no solo de China, sino de toda la humanidad».
En esas palabras quedó atrapada la relevancia que para la Isla tiene esa lejana y amiga nación que en estas horas vuelve a convertirse en anfitriona especial. Vale recordar que recientemente el Presidente Díaz-Canel Bermúdez envió las más cálidas felicitaciones a su homólogo Xi Jinping, por su reelección como Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de China, en el recién concluido Vigésimo Congreso de esa organización política; y que el dignatario asiático ha extendido una invitación oficial al mandatario cubano, a poco de haber concluido el importante cónclave.
Cuba y China constituyen hoy referentes —aunque cada país lo hace desde sus propias características— en lo que tiene que ver con la construcción del socialismo. Y entre ambas naciones habita una voluntad que definitivamente las une en firme: a contrapelo de los contextos internacionales más complejos ambas han cultivado y defendido la amistad, y durante más de sesenta años han sabido construir profundos nexos de cooperación en múltiples esferas.
La cooperación en materia de biotecnología, por ejemplo, conforma un área distinguida por la madurez; y actualmente no existe un ámbito que no esté directamente conectado al intercambio fluido entre ambos países. La República Popular China ocupa el segundo lugar, en el mundo, en calidad de socio comercial de la Isla.
El 28 de septiembre de 1960 la Mayor de las Antillas se convirtió en el primer país de América Latina en establecer relaciones diplomáticas con la República Popular China. En noviembre del mismo año una delegación cubana, encabezada por Ernesto Che Guevara visitó al gigante asiático, y de tal momento nacieron acuerdos de cooperación económica, científica y tecnológica, y de comercio bilateral.
La naturaleza de esa arrancada en las relaciones perdura hasta hoy: El sostenido intercambio de visitas de alto nivel ha consolidado el diálogo, así como la confianza política entre ambas naciones. Y en la línea del tiempo han sido notas permanentes las importantes coincidencias en el plano político, así como el apoyo recíproco en foros internacionales y el intercambio mutuo sobre los respectivos procesos de construcción socialista.
Tal sintonía no se vio afectada ni siquiera en momentos tan difíciles como cuando apareció la epidemia de Covid-19, flagelo que entrañó la oportunidad de acrecentar la solidaridad y apoyo entre ambos gobiernos, porque la dura experiencia de China permitió a Cuba prepararse tempranamente e ir conformando sus propios protocolos de salud.
La historia de cooperación, admiración y respeto entre Cuba y China es, sin dudas, un verdadero referente a nivel planetario. Muchos sucesos históricos y culturales han sido las piezas que han ido conformando una relación sólida.
A raíz, por ejemplo, de la desaparición física del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, el presidente Xi Jinping envió al General de Ejército Raúl Castro Ruz —entonces Presidente de la República de Cuba— un mensaje de condolencias, donde expresaba: «Me reuní con el camarada Fidel Castro en muchas ocasiones y sostuve conversaciones profundas con él. Sus conocimientos auténticos y perspicacia profunda me inspiraron y su voz y aspecto viven en mi memoria. Yo y el pueblo chino lo extrañaremos profundamente».
En otro momento de su mensaje, el mandatario afirmaba: «El fallecimiento del camarada Fidel Castro es una gran pérdida para el pueblo cubano y latinoamericano. El pueblo cubano y latinoamericano perdió a un hijo excelente, y el pueblo chino perdió a un camarada cercano y amigo sincero. Su imagen gloriosa y grandes logros serán recordados por la historia».
Las claves de tan entrañable cercanía habría que buscarlas, además de en la actitud de los grandes hombres ante la historia, en la historia misma: Cuba empezó a tener presencia de chinos en su tierra desde el siglo XVI, aunque las migraciones más notables se produjeron a partir del siglo XIX.
Los hijos del continente asiático echaron su suerte en la Isla como verdaderos hijos: para siempre; y como tal tomaron parte, de modo natural, en las gestas libertarias del país caribeño. Un obelisco dedicado al soldado chino en Cuba, erigido en el vedado capitalino en 1931, da fe del orgullo que también gravita en un largo camino de amistad y familiaridad.
En lo más alto de ese obelisco, como frase que sella la mejor de las confianzas, puede leerse: «No hubo chino cubano desertor, no hubo chino cubano traidor». Y en la expresión que une dos gentilicios, ¿quién pondría en duda que hay encerrado un universo de afectos?