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Una nueva helada en las relaciones gracias a la «democracia»

La hipocresía como ingrediente fundamental en la política de la administración Biden se pone de manifiesto en la Cumbre con la que Washington quiere liderar un mundo excluyente y peligroso

Autor:

Juana Carrasco Martín

Otra vez, como en las películas de Hollywood, el mundo dividido en «buenos» y «malos». Así de burda la pretensión del presidente Joseph Biden al convocar la Cumbre por la Democracia que transcurrirá de manera virtual el 9 y 10 de este diciembre.

Cuando andaba de campaña electoral, Joseph R. Biden Jr. dio a conocer un manifiesto en el cual acusó al entonces mandatario Donald Trump de haberse «alejado de los valores democráticos que dan fuerza a nuestra nación y nos unifican como pueblo». En buena parte tenía razón el advenedizo republicano, sin embargo, cuando el demócrata llegó a la Casa Blanca salió a relucir la total hipocresía que caracteriza en mucho a la clase política estadounidense.

En el documento publicado en la revista Foreign Affairs marzo/abril del año 2020 y que tituló «Por qué Estados Unidos debe liderar de nuevo» (Why America Must Lead Again) aseguró que «el sistema internacional que Estados Unidos construyó tan cuidadosamente se está desmoronando en las costuras», culpando de ello a Trump, y aventuró que el próximo presidente de Estados Unidos tendría que recoger los pedazos, «salvar la reputación, reconstruir la confianza en nuestro liderazgo y movilizar a nuestro país y a nuestros aliados para enfrentar rápidamente los nuevos desafíos. No habrá tiempo que perder», alarmaba.

Biden no ha perdido el tiempo del imperio, por eso no ha movido un ápice de cuanto Trump «destruyó» porque la ecuación es simple, una misma intención —aunque supuestamente sean otras las riendas y las maneras—, el consabido propósito de dominar el mundo y proteger los intereses económicos de las mayores y más poderosas fuerzas del capital.

Adelantaba entonces, al parecer seguro de que la maquinaria electoral de la democracia que responde a las élites le sería favorable: «Como presidente, tomaré medidas inmediatas para renovar la democracia y las alianzas de los Estados Unidos, proteger el futuro económico de los Estados Unidos y una vez más hacer que Estados Unidos lidere el mundo. Este no es un momento para el miedo. Este es el momento de aprovechar la fuerza y la audacia que nos llevaron a la victoria en dos guerras mundiales y derribaron la Cortina de Hierro».

El lenguaje de la Guerra Fría llegó en el emblema pivote de la humanidad dividida en dos mundos antagónicos —por un cortinaje coloreado por la intolerancia y su herramienta, el miedo—, cuando Biden muestra ahora sus propias garras al convocar una Cumbre por la Democracia, una palabra a la que le adjudica ser la base de la sociedad estadounidense, fuente de su poder y liderazgo en el mundo y motor de su prosperidad económica. También un evento que anunció y desglosó en propósitos en aquel artículo programático del Foreign Affairs.

Los principales «enemigos» los delineó claramente entonces y los corrobora ahora: Rusia y China. «Estados Unidos necesita ser duro con China»… «El
Kremlin teme una OTAN fuerte (…) Debemos imponer costos reales a Rusia».

Contra ambas naciones las mayores mentiras en un programa de descrédito que cumple del pi al pa en declaraciones oficiales, redes digitales, medios tradicionales que contribuyen a la desinformación y a propagar la cultura del capital, y que extiende a otros países, para ellos de menor cuantía, pero no por ello menos acosados, perseguidos, vilipendiados y sancionados. En esa lista de los no invitados, de los catalogados como los «malos», que en verdad es de soberanía, independencia y dignidad, sobresalen Cuba, Venezuela e Irán, entre otros que prefieren decidir por sí mismos cómo vivir y desarrollar su propia democracia, una de verdad y no copia de la estadounidense, un saco lleno de huecos oscuros por donde se les va la poca vergüenza.

Autocracia y arrogancia le sobran a quien ha puesto en blanco y negro la posición hegemónica y dominante de Washington: «El mundo no se organiza a sí mismo. Durante 70 años, Estados Unidos, bajo presidentes demócratas y republicanos, desempeñó un papel de liderazgo en la redacción de las reglas». Es decir, mandó a su antojo y quiere seguir haciéndolo.

Sin embargo, también es un reconocimiento implícito a su debilidad, pues el especialista en robo de cerebros y talentos de todo tipo sabe que ya va de segundón en la superioridad sobre las tecnologías y las industrias del futuro, relegado en un siglo XXI que pudiera estarle marcando el nocaut. 

De manera que Biden hace de anfitrión este jueves y viernes a las autoridades de 110  países, según la lista publicada por el Departamento de Estado, al parecer bien escogidos por la cercanía a Washington o los vínculos económicos, y varios centenares de representantes de la llamada sociedad civil y del sacrosanto sector privado, para lo que parecería más un seminario de instrucciones con las cuales apoyar la política de «cambio de régimen», aunque bajo el
enmascaramiento de «fortalecer la democracia, defenderla contra el autoritarismo, luchar contra la corrupción y promover los derechos humanos».

Un invitado, especial por la publicidad que le han dado, se ajusta a esos cuatro puntos con exactitud, el Juan Guaidó que se autoproclamó presidente de Venezuela sin que nadie votara por él, intentó gobernar con ucases contra el pueblo de Bolívar, se ha robado la empresa petrolera Citgo y las reservas áureas del país depositadas en bancos exteriores y fomentó las guarimbas en las que murieron varias decenas de venezolanos, y propicia y acompaña las sanciones económicas que afectan fundamentalmente la alimentación y la salud del pueblo.

También se harán presente por nuestro hemisferio estos especímenes que han dado ejemplo de buen comportamiento en la defensa de los derechos humanos como el Brasil de Jair Bolsonaro diezmado por la COVID-19, por ejemplo; el Chile cuyos carabineros se especializan en cegar a los participantes en las protestas populares y cuyo presidente aparece en la lista de negocios turbios revelados por los Documentos Pandora; y la Colombia donde se masacra a firmantes de acuerdos de paz y activistas sociales, por citar algunos de estos ejemplos de democracia a la usanza estadounidense.

Llevan a Taiwán para buscarle las cosquillas a China. Estará, por supuesto, el Israel sionista y genocida del pueblo palestino y punta de lanza contra las naciones árabes, pero solo un país de esa región, Irak.

La membresía de la OTAN, menos Turquía, y la vieja Europa, menos Hungría, tomarán asiento para calentarle la cabeza a Rusia…

Este frente de aliados y socios, esta división del mundo me recuerda aquella sentencia-ultimátum con la cual George W. Bush, el hijo, inició una guerra sin fin en septiembre de 2001 que abrió la caja de Pandora a no pocos males. «Están de nuestro lado o están del lado de los terroristas».

Tal y como tuiteó el canciller de Cuba, «La convocatoria selectiva a una cumbre que dice encarar en la ONU el desprestigio y aislamiento de su política exterior».

Supuestamente, la Cumbre es un instrumento de su diplomacia, pero no podemos echar en saco roto otro enunciado hecho por Biden en el documento mencionado: «Podemos ser fuertes e inteligentes al mismo tiempo. Hay una gran diferencia entre los despliegues abiertos a gran escala de decenas de miles de tropas de combate estadounidenses, que deben terminar, y el uso de unos pocos cientos de soldados de las Fuerzas Especiales y activos de inteligencia para apoyar a los socios locales contra un enemigo común. Esas misiones a menor escala son sostenibles militar, económica y políticamente, y promueven el interés nacional».

Por supuesto, ese párrafo no está en la agenda de esta semana en que el Gobierno de Estados Unidos anunciará nuevas iniciativas y compromisos en áreas como «el refuerzo de los medios de comunicación libres e independientes que luchan contra la corrupción, la defensa de elecciones libres y justas, el fortalecimiento de los reformadores democráticos y el aprovechamiento de la tecnología para la renovación democrática», según divulgaron.

Planes a la vista para lograr sus propósitos, además de quién sabe cuáles en la sesión del jueves a puerta cerrada con los gobernantes aliados…

En resumen, por ahora, hipócrita y artero nos ha salido el mandatario demócrata de la democracia. 

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