Para el analista Carlos Aznarez, la derrota del capitalismo solo se da con la construccion del socialismo. Autor: Marina Menéndez Quintero Publicado: 21/09/2017 | 06:56 pm
Comunicador al fin, es locuaz; y como también tiene el aval de viejo luchador revolucionario, resulta interesante escucharlo y pasa fácil el tiempo cuando se le conversa sobre una coyuntura que nos abre tantas reflexiones y enseñanzas como la que está viviendo hoy América Latina.
Luego de cuatro años sin visitarnos, Carlos Aznarez ha vuelto desde su natal Argentina entre 1 600 invitados extranjeros para los actos en torno a este Primero de Mayo, e invitado a participar en un evento que se estima supernecesario ahora: el Seminario Internacional de Paz y por la Abolición de las Bases Militares, que por quinta ocasión se acaba de celebrar en Guantánamo.
Acudió a la cita con alertas útiles que a veces nos pasan bajo el tapete a los analistas, concentrados en el complejo acontecer político interno de nuestras naciones y sin advertir, quizá, el incremento de esa silenciosa invasión que, dice, sigue constatándose en la región, en procura de sus recursos naturales. Un propósito conocido y añejo que, sin embargo, se mantiene en estos momentos.
«Hay todo un batallón nuevo de “marines” que desembarcaron en América Latina. Y los marines hoy son las transnacionales. No es como antes, que llegaban los soldados a Santo Domingo, o Panamá o Granada, e invadían. Ahora llegan las transnacionales; y no solamente se trata de invasión de territorio y devastación, deforestación, contaminación: también viene el paramilitarismo de la mano de ellas», asegura.
Director del prestigioso tabloide Resumen Latinoamericano, durante los 24 años de vida de una publicación que ahora se multiplica con un espacio radial transmitido por 115 emisoras del continente y también de Europa; un diario digital y un programa de televisión que se hace y se ve en Argentina, Venezuela, y Chile, Aznarez aporta datos demostrativos del incremento de esa presencia militar foránea en sitios estratégicos en el mundo.
«Hace cinco años hablábamos de 850 bases, y ahora suman 1 100 en el orbe. También en América Latina se han incrementado bajo la forma de “intervenciones humanitarias” que arriban con el argumento de combatir cualquier enfermedad típica tropical, devela, y después, en poco tiempo, están instalados; y los asesores médicos se convierten en asesores militares».
Pero ello no descarta que la bota militar vuelva a hollar naciones de la región.
«Estamos en un momento en el que la ofensiva económica, social y cultural puede ser acompañada en algunos países con intervenciones militares directas, incluso, y no solo disimuladas. Hay que prepararse para eso», advierte.
Defender a Venezuela frente a la ofensiva
Es rápido y directo Carlos Aznarez cuando se le pregunta sobre su visión de la actual coyuntura latinoamericana.
«Nos encontramos ante una ofensiva importante del imperialismo y de las derechas locales, sobre todo de los países que han tenido hasta hace poco gobiernos progresistas con sus variantes, sus comillas, pero que eran mucho mejores que estos gobiernos de derecha que tenemos ahora. Hay una ofensiva imperial para apoderarse de territorio, de riquezas naturales y para, de alguna manera, desestructurar ese mapa de alianzas pueblo a pueblo que se había construido en los últimos 15 años».
En su opinión, ello se fue profundizando desde la muerte de Chávez —que él considera asesinato—, y desde la puesta en marcha de la 4ta. Flota de EE. UU., lo cual, dice, empezó a profundizar esa entrada por medio de las llamadas intervenciones humanitarias, y el establecimiento de las nuevas bases.
Pero, en su criterio, el otro asunto fundamental es que Estados Unidos aprovecha los puntos débiles frente al derrocamiento, por distintos medios, de algunos de los gobiernos progresistas establecidos en la región: ya sea por medio de golpes palaciegos, parlamentarios, o el fracaso de algunos de esos ejecutivos en consolidar organización política, como estima, fue el caso de Argentina, o el de Brasil.
De algo está convencido. «No creemos que haya fin de ciclo en América Latina. Hay un reflujo evidente en alguno de estos procesos que se estaban dando de ofensiva.
«Pero también es verdad que tenemos algunos gobiernos y pueblos que siguen consolidando procesos revolucionarios. Venezuela es el caso más simbólico aunque están Bolivia, Nicaragua, El Salvador, Ecuador, procesos con sus variantes; algunos con más dificultades, algunos con más posibilidades de profundizar, y con la ideología que les permite pensar en que la derrota del capitalismo solo se da con la construcción del socialismo.
«Otros que son más tibios, más cautos, creen todavía que a través del capitalismo humano se puede lograr algo. Creemos que ese es un análisis equivocado y que precisamente algunos gobiernos progresistas han caído por hacer ese análisis.
«Y está el asunto también —que se ha metido y naturalizado, y no hay que ocultarlo— de que en algunos movimientos de izquierda se ha naturalizado la corrupción, algo que no es bueno nunca. No es bueno ocultarlo y tampoco hay que exagerar que todo el mundo se corrompió: eso es lo que de alguna manera plantea la derecha para avanzar. Es verdad que se han cometido errores y esos errores se pagan en estos momentos de avance imperialista», considera.
«Pero creo que hoy por hoy, el asunto que más nos tiene que preocupar es Venezuela. El esfuerzo que hay que poner en la solidaridad con Venezuela tiene que ser superlativo. Seguimos pensando que si Venezuela se cayera —cosa que esperemos que no suceda—, aun en esas circunstancias, la Revolución no se puede detener: no es que fracasa la revolución, es que la ofensiva imperial es tan grande, es de tal magnitud, que genera, como en el caso venezolano, un laboratorio donde se ejecutan todas las políticas de destrucción de los lazos sociales, de la economía, con el hackeo de los medios hegemónicos permanente, que transmiten en cadena latinoamericana contra el Gobierno de ese país.
«En ese caso, defender a Venezuela hoy es un símbolo de lo que tenemos que hacer para preservar la posibilidad de seguir construyendo patrias soberanas en el resto del continente».
—Muchos no entienden las votaciones adversas que han recibido gobiernos progresistas de la región, y piensan que tal vez ha habido falta de memoria histórica de los pueblos. ¿Cómo aprecia el estado y el rol de los movimientos populares y sociales en América Latina?
—El del Estado, es todo un tema. Yo creo que si tenemos realmente un planteo revolucionario hay que plantearse la destrucción del Estado burgués, hay que terminar con el Estado burgués, no se puede coquetear con este Estado que tiene todos los argumentos y todos los elementos necesarios para encerrarte en un juego de quita y pon. Te ofrece la zanahoria y te pega con el palo.
«Esta Revolución de Cuba se ha preservado no solamente porque tiene un pueblo maravilloso, porque tuvo a Fidel y tiene a Raúl, sino porque tuvo la concepción clara de que había que salir de la democracia burguesa para caer en la democracia popular, participativa.
«Y esa es la gran contradicción que sufren los gobiernos que todavía quedan en el continente con un gobierno progresista. Siguen en el sistema burgués que los va acorralando, y presionando de alguna manera. Entonces me parece que no se puede depender del Estado: los movimientos sociales tienen que luchar por su autonomía; hay que hacer como hacen muchos de ellos, entre ellos el Movimiento Sin Tierra en Brasil, o zapatistas, quienes tienen claro que con ese Estado burgués no se puede hacer nada. Hay que construir país paralelo. No se puede estar solo pensando en el “día D” de la Revolución. Hay que pensar que frente a ese país burgués, explotador, capitalista, se puede ir construyendo, día a día, un país distinto en los barrios, en las organizaciones de masas».
Piensa en la posibilidad de Lula de rearticular la situación transitada por el Partido de los Trabajadores, luego de alianzas y la presencia en el Gobierno petista de figuras neoliberales, que fueron precedente del golpe parlamentario. «Yo pienso en un Lula volviendo de otra manera: profundizando, cambiando.
«En Argentina pienso lo mismo: si hay una idea de retorno a lo que fueron los beneficios de la última década, tiene que ser para profundizar. En ese sentido, creo que dentro de este fragor de combate contra el imperialismo, tenemos que pensar cómo vamos a recibir el futuro.
«Y ese futuro tiene que ser con una idea de profundizar en los procesos, y pensar que la meta tiene que ser el socialismo, no puede ser otra cosa: no puede ser un atajo para quedarte en una socialdemocracia que te va encorsetando, presionando de alguna manera para que cambies de ideología. Tiene que ser para profundizar un proceso revolucionario.
«Estamos en un momento donde no hay vereda del medio: o te pones de un lado o te pones del otro. Acá es así: el enemigo define nuestras agendas; y nosotros tenemos que tener una agenda propia.
«A veces, cuando te aprietan tanto, es el momento en que hay que decidir a jugarse lo que uno cree que es la solución; no para uno, sino para los pueblos, que están esperando una respuesta muy contundente a esta nueva vuelta de tuerca del neoliberalismo».