El martes se dio en la Cancillería el encuentro preparatorio para el diálogo entre el Gobierno de Maduro y representantes de la MUD (a la izquierda). Autor: Prensa Presidencial Publicado: 21/09/2017 | 05:47 pm
CARACAS.— Como otra contundente victoria de la Revolución Bolivariana que, aún en medio de las difíciles condiciones económicas, sigue demostrando su fuerza y su capacidad de debate, tiene que interpretarse la reunión de ayer entre el Gobierno de Venezuela y la oposición, transmitida en cadena de radio y televisión.
Sin embargo, como alertaba previamente el Jefe de Estado, en una gran asamblea con miles de maestros de liceos, el pueblo debe prepararse para enfrentar cualquier estratagema de la derecha. ¿Cuántas veces —se preguntaba— se ha pateado la mesa del diálogo después de conversaciones que aparentaban seriedad? ¿En cuántas ocasiones se apuñaló la buena voluntad del Gobierno? Los ejemplos sobran desde abril de 2002 y aún desde antes.
Si alguien quiere entender la filosofía de buena parte de la dirigencia de la oposición, lea bien las palabras del alcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, un camaján de la política desde los tiempos de la llamada IV República.
Horas antes del encuentro sostenido ayer entre el presidente Nicolás Maduro y líderes adversos al Gobierno, Ledezma hacía una declaración llena de peras y peros, en la que demostraba la esencia de su «lucha democrática».
«Siempre he estado dispuesto a dialogar, pero el Gobierno lo que está buscando es una fotografía», decía este veterano derechista que reprimió cuanto quiso antes de la Revolución Bolivariana.
Agregó que respetaba la decisión de los que acudieron a Miraflores, pero (no podía faltar el pero) no confiaba en el Gobierno.
Y para rematar, vino con lo tremendo: «Maduro, estamos dispuestos a dialogar si dejas de lado el Plan de la Patria, garantizas la autonomía de los poderes públicos y abres las puertas de Ramo Verde». En ese lugar es donde está recluido desde el 18 de febrero el cabecilla de Voluntad Popular Leopoldo López, el mismo que llamó a «la salida», generadora —hasta este jueves— de 39 muertos, cientos de heridos y pérdidas millonarias para la economía.
Ese Plan de la Patria que tanto preocupa a Ledezma es precisamente el que traza los grandes objetivos históricos, nacionales, estratégicos y generales, para defender el bien más preciado que ha reconquistado Venezuela después de 200 años: la independencia nacional; para continuar construyendo un país que asegure la mayor suma de seguridad social, de estabilidad política y de felicidad para el pueblo; para convertir a Venezuela en una potencia en lo social, lo económico y lo político.
Sin embargo, Ledezma fue uno de los que acudió al Palacio de Miraflores en diciembre, cuando el Presidente convocó a los alcaldes opositores. Hizo sus reclamos, dijo sus «verdades»; y a los tres días ya andaba vociferando que el Gobierno era el culpable de todos los males de esta nación.
Apenas ayer, también el secretario general de la Mesa de la Unidad Democrática, Ramón Guillermo Aveledo, expresaba que los dirigentes bolivarianos deseaban «sabotear» el diálogo.
Estas declaraciones pudieran considerarse risibles si no implicaran extrema gravedad. Porque el propio Aveledo se había negado una y mil veces a dialogar, y si lo hace ahora es para no quedar demasiado en evidencia, pues no se cansó de exponer que solo conversaría con el Gobierno si un tercero (en este caso la Unasur) hacía de mediador.
Y ahí está presente la Unasur, no para avalar a quienes puedan estar queriendo hacer un diálogo de mentiritas, sino para garantizar lo que no es solo el anhelo de paz de la inmensa mayoría del pueblo venezolano, sea del color político que sea; también es el deseo de la América Nuestra, cuyos máximos dirigentes, a comienzos de este año, lo expresaron con un acuerdo sustancial e imprescindible en el que declararon a la América Latina y al Caribe como zona de paz.
«Los convoco al trabajo», señalaba el presidente Nicolás Maduro en el llamado que hizo a la oposición. Una convocatoria decisiva, pero que seguro varios van a boicotear como hicieron tantas veces en el pasado y el presente.
Ello no es óbice para que se busque un modelo de coexistencia —como dijo Maduro— en el que la democracia pueda fortalecerse y ser el espacio en el que vivan todos los venezolanos.