Vietnam amanecía con la noticia de un abrazo entre hermanos. Y en esa calidez, confianza e identificación con causas de lucha semejantes va una historia entera de dos pueblos unidos por un pasado de resistencia, y un combate permanente por preservar cada una de sus conquistas.
Cómo entender esa amistad, fraguada en la distancia geográfica, pero desde una cercanía de ideas, de líderes históricos que hasta el calendario unió en fechas de origen y perpetuidad.
El 19 de mayo de 1895 caía en combate José Martí, al tiempo que su imaginada tierra de los anamitas, veía crecer a un niño, nacido exactamente cinco años atrás y que después sería, Ho Chi Minh, Héroe de la Patria vietnamita.
Ambos velaron por los mismos sueños, pensaron en la independencia como lo más sagrado, la unidad como premisa de victoria y cifraron en los niños y jóvenes la mejor de sus esperanzas.
Aún se conservan las fotos del día memorable, en plena guerra contra los imperialistas, cuando Fidel ondeó la bandera del Frente de Liberación de Vietnam del Sur. Años antes había quedado inscrita la más sagrada de las convicciones: «Por Vietnam estamos dispuestos a dar hasta nuestra propia sangre».
En la temprana infancia, no faltaron las lecturas que magnificaban las hazañas de un pueblo invadido que supo crecerse y vencer. Nacimos poco después de aquella memorable Primavera de la Victoria, pero alcanzamos la alegría que se repartió por esos años entre los cubanos que todavía la recuerdan como suya, y así salieron a alentar a los valientes...
De ahí que disfrutara tanto a Dé, la que cayó de la luna, pasaje escrito por el narrador y poeta cubano Félix Pita Rodríguez. Era la historia de una niña vietnamita que se creció ante las torturas del extinto gobierno agresor, y por más que supo de los túneles secretos y de sus hermanos guerrilleros, no les dijo a sus verdugos ni una sola palabra.
Treinta años después recorría yo los túneles de Cu Chi, al sur de Vietnam y ni siquiera hoy logro comprender como esos hombres y mujeres pudieron hacer su Revolución en esa profundidad y estrechez. Pero, claro, ¿quién dijo que hace falta tanto? ¿Acaso los jóvenes de la Expedición del Granma, que llegaron 82, donde solo cabían 20?
Hoy, los diarios de Vietnam saludan el nuevo encuentro entre los líderes de los partidos que guían a ambos pueblos, como el mejor testimonio de esa amistad ejemplar que ha caracterizado a los lazos bilaterales. Marca una senda consecuente y sempiterna en sus valoraciones:
«Los vietnamitas nos sentimos alegres y orgullosos ante la histórica y gloriosa trayectoria del hermano pueblo cubano durante los últimos 48 años, bajo la dirección del Partido Comunista de Cuba, con el querido Presidente Fidel Castro al frente. De esta manera se han superado muchos obstáculos y se han hecho fracasar las maniobras de los enemigos contra la Revolución».
Los rotativos cubanos no dicen menos y resumen en sus páginas principales: «El heroísmo de Vietnam permanece en el corazón de los cubanos, será siempre un gran aliento».
Mientras, desde aquí, reboso entre el privilegio de compartir con mis hermanas y hermanos vietnamitas nuestro amor consagrado, sincero, aleccionador. Nombres como el de Melba, Vo Thi Thang, Valdés Vivó, el general Giap, y otros tantos, me acercan a ese incontenible abrazo.