Nodirbek Abdusattorov. Autor: https://chess24.com/en/ Publicado: 06/01/2022 | 08:36 pm
No hizo falta continuar la batalla y el 10 de diciembre pasado el noruego Magnus Carlsen volvió a ganar el título mundial de ajedrez. Fue su quinta corona del orbe y la menos exigente, desde su primera vez, en 2013.
Pocos días después el número uno del escalafón absoluto llegó a Varsovia con la encomienda de cerrar el año sentado en otro trono universal. La mayoría de las papeletas estaban a su favor, en tanto (casi) ninguna apostaba por un imberbe jugador que terminó siendo el rey de reyes en el evento.
La justa en cuestión fue el Campeonato Mundial de partidas rápidas de la FIDE y su nuevo titular respondió al nombre de Nodirbek Abdusattorov. El 28 de diciembre, en la capital polaca, el Gran Maestro de Uzbekistán, nación de Asia Central, encontró una genuina vía para aparecer, de golpe, en varios de los principales medios deportivos internacionales: destronó al mismísimo Carlsen, 18 días después de su sonado triunfo en Emiratos Árabes Unidos.
Abdusattorov cumplió el itinerario con siete victorias, cinco igualadas y una derrota. Entre sus víctimas estuvieron el estadounidense Fabiano Caruana, el armenio Levon Aronian, el israelí Boris Gelfand y Magnus, y en el duelo ante este último se comprendió esa amalgama de serenidad extrema, precisión, talento, técnica y confianza ilimitada en sí mismo, que solo se ven muy de vez en cuando, según el respetado periodista español Leontxo García, especializado en este deporte.
Gracias a esa actuación pudo reunir 9.5 puntos, idéntico a lo conseguido por Caruana, el noruego y el ruso Ian Nepomniachtchi. No obstante, el desempate estuvo reservado solo a los dos con mejor estadística, que fueron el uzbeko y Nepo.
El cetro y los 60 000 dólares de premio se resolvieron en dos enfrentamientos de tres minutos por bando, con dos segundos de incremento por jugada. El primero finalizó en armisticio y en el siguiente venció el actual campeón, quien le asestó a Ian su segundo gran revés mundialista en el mismo mes, tras su escandaloso fracaso en la ciudad emiratí de Dubái.
«Jugué el torneo con el presentimiento de que podía ganarlo», dijo poco tiempo después de lograr el mejor resultado de su vida. Sus palabras podrían llevar cierta carga de imprudencia, pensarían algunos, al tratarse de un trebejista que comenzó la justa en el puesto 59 de la clasificación inicial, con 17 años cumplidos en septiembre y sin un pasado reciente que lo invitara a soñar así, tan en grande.
Aunque, pensándolo bien, hace poco Abdusattorov había adelantado con hechos lo que podría hacer en Varsovia. El mes anterior conquistó en España dos torneos de ajedrez clásico, primero el 2do. Abierto El Llobregat y luego el 8vo. Open de Sunway, pero las diademas llegaron tras ser superior en los desempates de partidas rápidas. Buen augurio, ¿eh?
Uzbekistán, que tiene a un Rustam Kasimdzhanov campeón universal en 2004 y vigente número uno nacional, bien pudiera estar frotándose las manos con esta nueva joya, que descansa en la segunda plaza del ranking de su país, con 2641 de coeficiente Elo.
Fue titular del orbe para menores de ocho años (Eslovenia, 2012); en 2014, con nueve, doblegó a dos Grandes Maestros en su urbe natal; en abril de 2015 tuvo el mérito de ser el jugador más joven de todos los tiempos en incorporarse al top 100 junior, con 11 almanaques.
Con 13 años, un mes y 11 días se convirtió en el segundo trebejista más joven de la historia en lograr el título de Gran Maestro. En 2021 venció al neerlandés Anish Giri en los desempates de la tercera ronda de la Copa del Mundo de la FIDE y a finales de diciembre tuvo el privilegio de ser el más joven en ganar el Mundial de rápidas.
En una de sus habituales columnas, Leontxo escribió sobre el natural de Taskent que su actitud es una mezcla de la frialdad de Anatoli Kárpov y el descaro de Gari Kaspárov, dos de los mejores de todas las épocas, durante su adolescencia, y también recuerda al desparpajo de Magnus a la misma edad.
Nodirbek, continúa el especialista, «da muestras claras de no temer a nadie y de sentirse predestinado a ser una gran estrella en un país donde el ajedrez fue muy popular cuando perteneció a la Unión Soviética y lo sigue siendo después. La trayectoria del flamante nuevo astro alimenta esa pasión nacional (…) Es mucho más que un nuevo portento».