José Miguel Fernández, una bujía para los Cocodrilos. Autor: Juan Moreno Publicado: 21/09/2017 | 05:34 pm
Matanzas.— A veces uno se sorprende de la calidad humana de nuestros jóvenes deportistas. Eso le ocurre a muchos aficionados al pasatiempo nacional con José Miguel Fernández Díaz, el espigado camarero de los Cocodrilos de Matanzas.
No es segundo de nadie en nuestra pelota y él lo sabe bien. A golpe de constancia y sacando chispas al madero, se apropió del liderazgo de bateo en los albores de esta Serie Nacional, una diadema que a estas alturas parece poco probable que le disputen.
Quizá antes pasaba inadvertido pero ahora, desde el montículo, lo mismo derechos que zurdos le pitchean con sumo cuidado. Orgullo de sus padres Nodalys y Antonio, y de toda su familia, la afición lo ovaciona y lo trata con cariño y admiración, en especial en la ciudad de Colón y su barrio de la calle Varona.
José Miguel conversa con la misma tranquilidad que es capaz de sembrar dudas en los lanzadores rivales cuando el sencillo y tratable joven de 25 años está en el cajón de bateo. En la sede de los Cocodrilos, en el Victoria de Girón, hallamos en plena práctica de entrenamiento al número ocho, quien se convirtió recientemente en revelación dentro de la escuadra de las cuatro letras.
En el Clásico parecía un experimentado en el cajón de bateo, y finalizó séptimo entre los jugadores del exigente torneo con 524 de average (21-11). Ese rendimiento no debía sorprender, fruto como es del trabajo en el gimnasio y los entrenamientos fuertes, sobre todo en resistencia, que es fundamental para batear. También por la sistemática exigencia de los entrenadores y la calidad de las prácticas.
«Me paro en home relajado, con confianza, porque me entrego al máximo en las prácticas y me exijo todos los días para que en el terreno las cosas salgan bien.
«El pelotero que no tenga confianza en sí mismo no avanza. Siempre hay que pedirse más: si pegas dos hits, tienes que proponerte batear tres. Eso nos lo ha inculcado el profesor Víctor Mesa, que siempre me ha apoyado, habla conmigo y he tomado bastante experiencia de él».
Al escucharlo, uno intuye que ha de haber algún otro secreto para mantener el liderazgo de bateo. Acaso por ello desconcierta su respuesta. «No me fijo en eso, sino en hacer bien el trabajo y que las cosas salgan cada día mejor en el terreno. Lo fundamental es que el equipo gane.
«Los peloteros de Matanzas están bien preparados y se adaptan a cualquier sistema de juego, pues ya llevamos dos años juntos y esta novena es una escuela».
Y como él mismo ha puesto el pie forzado, no podía faltar la pregunta de qué metas tiene Matanzas. «Los Cocodrilos estamos dando guerra en la segunda fase. Estoy seguro de que vamos a estar entre los tres primeros», precisó.
Aprendiz de Clásico
Imposible es pasar por alto qué lecciones dejó en José Miguel Fernández el reciente Clásico Mundial. Todavía uno se pregunta cómo bateó tanto y consiguió que no lo aplastara el aval de lanzadores rivales con numeritos respetables en ligas rentadas.
«En el Clásico me sentí bien porque me preparé en los topes de confrontación. Prioricé lo que decían los entrenadores, quienes insistieron en que tratara de batear siempre los primeros lanzamientos. En ese béisbol los pitchers buscan ponerse por encima de los bateadores, y casi siempre es con recta y cuando te tiran rompimiento es en zona de strike. Por eso traté de chocar con el primero o segundo lanzamiento».
Durante el exigente torneo José Miguel no se ponchó en 21 veces al bate, y ello lo confirmó como un diestro chocador de bolas: «Tengo buen tacto. Desde pequeño, con mi primo Lázaro Herrera —receptor de Matanzas— jugué al taquito y bateábamos piedras. Eso me ayudó también a otra cosa: con dos strikes no trato de hacer un swing grande, sino pegarle a la bola. Para eso también hay que perfeccionar la técnica de bateo.
«La mayor diferencia del béisbol internacional con el nuestro es que tienen más velocidad, mucho oficio, un juego alegre…».
—Pero también tienen un pitcheo muy efectivo…
—Sí. La filosofía de juego tiene diferencias. En conteo de dos y cero, por ejemplo, esos lanzadores no se regalan como ocurre aquí, que muchos lanzan recta al medio y luego te dicen que fue para confundirte. Allá no: en dos y cero te tiran curva contra el piso y de verdad que te confunden.
«Si allá notan que te descuelgas con un lanzamiento, lo más probable es que lo repitan para dominarte. Aquí te refrescan y te refrescan, y luego te lanzan la bola de nuevo por el medio. Allá esa gente se exige mucho a la hora de pitchear».
Mirando cuánto le queda por andar, José Miguel considera que una asignatura suya pendiente es el robo de bases. En esta Serie Nacional no cuenta con ningún intento, y está convencido de que de sistematizar esa acción, aportaría muchísimo más a los Cocodrilos.
—¿Tocas poco la bola?
—Puedo hacerlo bien si es preciso, incluso hasta de sorpresa. Sin embargo, es necesario que eso se practique no solo en el equipo Cuba, sino en los equipos de cada provincia. Pienso que va a aportar un buen grano de arena al béisbol, que va cogiendo buen nivel. Nuestra pelota es buena, y el Clásico demostró que tenemos la misma calidad que otros peloteros y en ocasiones jugamos mejor.
—Supe que admiras a Robinson Canó y te hubiera gustado haberlo saludado, pero no pudimos llegar a la final y enfrentar a República Dominicana…
—Habrá nuevos Clásicos, otros torneos y más pelota. Pienso que iremos por más. El béisbol cubano tiene bastante cantera. Vamos avanzando poco a poco y las cosas saldrán mejor.