El talentoso villaclareño Ronaldo Valdés fue el abanderado de su escuela zulueteña. Autor: 10K Publicado: 21/09/2017 | 05:31 pm
«Si tumbo a algún rival, estiro mi mano y lo ayudo a levantarse». Así me comentaron muchos pequeñines jugadores durante el recién finalizado Torneo Nacional Infantil Fútbol para Todas y Todos, dirimido en el Campamento de Pioneros Ismaelillo, en Cienfuegos.
Sin duda, esos infantes de entre nueve y diez años de edad ya conocen el término fair play (juego limpio). Y esa actitud demuestra valores como la solidaridad defendidos «a capa y espada» por el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Como se expresa en uno de los puntos de la Convención sobre los Derechos del Niño, la cual data del 20 de noviembre de 1989, el juego no es un privilegio, sino un derecho de cada niño y niña, desempeñando un papel vital en su formación y desarrollo físico y psicosocial.
Entre los juegos con balones, el fútbol es uno de los preferidos por chicos y chicas de todas las latitudes. Es un deporte que solo precisa de una esférica para llevarlo a cabo en las calles, en el campo y en otras áreas libres en desuso. Por demás, permite a los pequeños socializar y potencia la educación en valores tales como el colectivismo, la honestidad, el respeto a las normas y la confianza, entre otros.
Una vez más Unicef devino principal patrocinador del certamen —esta fue su sexta edición—, en estrecha relación con el Inder.
«Es un orgullo para Unicef apoyar esta competencia con material deportivo y premios para las tres escuelas medallistas, porque Cuba es uno de los países que más iniciativas de deporte promueve. Con estas lides, los chicos aprenden a ser más disciplinados, a practicar el compañerismo y la solidaridad, no solo sobre la cancha, sino también fuera de esta», comentó a JR la española Begoña Arellano, coordinadora de programas de Unicef en Cuba.
Gambetas entre infantes
En Cienfuegos se reunieron 16 equipos, representativos de igual cantidad de escuelas primarias del país, incluido el municipio especial Isla de la Juventud. Primero se hicieron las eliminatorias interaulas, luego se compitió entre los grados escolares y después se desarrollaron las competencias interescuelas. Entonces, hubo eliminatorias en tres zonas para definir las escuelas finalistas.
Aquí vale citar la importancia de la implicación de la familia, de la escuela y de la comunidad, para que cada niño pudiera competir sanamente.
Cada equipo tenía 12 integrantes, cuatro de ellos hembras. A la cancha iban siete niños, y era obligatorio incluir a dos niñas. Sin duda, algo muy interesante, porque ellas tienen los mismos derechos que los varones a jugar este bello deporte. En cada partido se jugaban dos tiempos de diez minutos cada uno.
En el orden competitivo, las palmas para la escuela Augusto César Sandino, de Guantánamo, que se llevó el sitial de honor al vencer en penales a la capitalina Vo Thi Thang, del municipio de Playa, en La Habana. Por el bronce, el plantel holguinero Julián Agüero, de Sagua de Tánamo, superó al villaclareño José Martí, de Zulueta, también en penales.
«Mis padres están de acuerdo con que yo juegue fútbol, incluso contra varones. Soy la centro delantera del equipo y ellos me pasan la bola. Son muy buenos compañeros, me respetan y así jugamos más unidos, como muestra de colectivismo», explicó a JR la capitalina Neifer Torres, líder goleadora con dos dianas.
Pero quien más me impresionó fue el zulueteño Ronaldo Valdés. Pateaba con las dos piernas y, al tirar los balones parados, imitaba a su «tocayo» del Real Madrid (Cristiano), pues ponía la bola en el suelo, daba cuatro pasos hacia atrás y se paraba como CR7 antes de emprender la arrancada para pegarle. ¡Y qué bien lo hacía!
«Todos los niños tienen derecho a jugar y aquí los hay de toda Cuba. Te relacionas con ellos y les preguntas qué hacen en sus escuelas. Siempre he tenido el apoyo de mis familiares y nunca quedaré mal con ellos», explicó Ronaldo a JR.
Pero más allá de un vencedor y un vencido, y de la alegría o la tristeza por patear bien o errar un penal, aquí triunfaron el compañerismo y la amistad, así como el intercambio de experiencias entre los niños reunidos en el campamento.
Y permítanme cerrar con una anécdota. Guantánamo se tituló merced al fallo de un chico habanero en el cobro del penal. Ese niño lloraba sin cesar sobre los hombros de su padre quien, acongojado, lo consoló con estas palabras: «No llores más. Tú le pegaste fuerte a la pelota, pero el portero la detuvo. Ellos también querían ganar».