El holandés Jonathan Schoop bateó a su antojo al pitcheo cubano. Autor: Ricardo López Hevia Publicado: 21/09/2017 | 05:31 pm
TOKÍO.— El equipo cubano flaqueó el día que más necesitaba imponer su ley sobre el diamante. Le urgía un triunfo para arrancar en este segundo tramo del Clásico Mundial de béisbol. Le apremiaba sacudirse del fantasma holandés, en el que piensa una noche sí y la otra también, desde que los lanzadores del Reino de los Países Bajos descubrieron el truco de, sin recursos que encandilen, dominar en el momento oportuno a los bateadores criollos.
En el béisbol a veces te ganan, y otra es uno el que pierde. Puede que parezca la misma cosa, pero no es así. En este caso hubo más de lo primero, puesto que los «Tulipanes» fueron superiores en todos los aspectos del juego, sobre todo, en el momento de juntar sus conexiones, bastante potentes, por cierto.
A Ismel Jiménez le fue encomendada la misión de redimirnos, de convertir en agua pasada el más reciente tropiezo, precisamente frente a los envíos de Diegomark Marwell días antes de romper hostilidades.
Sucede que, mientras el europeo atomizaba con suma eficacia los primeros nueve imparables cubanos, el diestro espirituano recibía un castigo con todas sus letras: un cuadrangular, par de dobles y un hit en el menú, con un sacrificio intercalado, fueron suficientes para despedirlo sin haber terminado el segundo capítulo.
Esa fue más o menos la tónica durante el resto del partido, en el que ambos equipos desaprovecharon infinidad de veces las posibilidades de marcar.
Solo que los vencedores supieron dar la estocada perfecta, en el momento indicado. Y esa llegó con el vuelacercas de tres carreras conectado por Schoop, justo para recibir a Yadier Pedroso en la lomita durante el sexto episodio.
Pudo elegir Víctor entre darle un voto de confianza a Freddy Asiel o buscar una alternativa para mantener al mínimo la ventaja rival. Se decantó por traer al diestro artemiseño en busca del out necesario, y la suerte le dio la espalda. «Así es el béisbol», reconoció el estratega poco después de la derrota. «Tenía la sensación de que Freddy estaba aflojando, y pensé que Pedroso era el indicado para controlar la situación, pero vino muy “manso” y le conectaron», añadió.
Pero más frustrante aún para el inquieto manager fue haber visto a sus hombres batear en cinco oportunidades para doble play, apreciar una vez más cómo Eriel fracasaba en el intento de adelantar a un corredor, o que los cuadrangulares de Despaigne y Yulieski —¡al fin una brisa de lo que puede ser!— no encontraron a ningún compañero para remolcar hasta home.
Y cada intento de revertir la situación, cada movimiento en busca de una reacción, quedó estéril, mientras que en el otro frente los «naranjas» se mostraban altamente capacitados para asumir los más disímiles roles dentro del juego de pelota.
«Pensaba que seríamos capaces de anotar más de cinco carreras, y no pudo ser. Pero nos queda todavía una bala. Y que nadie dude que saldremos con todas nuestras fuerzas para conseguir la victoria en el próximo juego, para seguir luchando por cumplir nuestro objetivo que sigue siendo llegar hasta las finales de San Francisco», reconoció el timonel cubano.
Para evitar el adiós del torneo, el equipo cubano tendrá que vencer a la representación de Taipéi de China, que estuvo a punto de someter a la selección anfitriona, pero terminó cediendo con pizarra de 3-4 en diez capítulos.
Holandeses y nipones se enfrentarán un día después, en un duelo cuyo ganador asegurará un puesto en las semifinales que se disputarán en la ciudad estadounidense de San Francisco.
(Ver más del III Clásico Mundial de béisbol)