La prensa de ambos países se ha hecho eco de las comparaciones y ha lanzado sus propios pronósticos. BEIJING.— Cuenta la leyenda que al pie del monte Parnaso, allá en la antigua Grecia, existió un templo consagrado al Dios Apolo, adonde asistían los mortales para consultar al oráculo sobre inquietantes cuestiones.
Muchos siglos después, y a no pocos kilómetros al oeste de aquellas tierras, miles de periodistas buscamos respuestas en esta ciudad, como en el añejo templo de la mítica Delfos. Pero también intentamos predecir el futuro.
En medio de esta gran Babel de lenguas y culturas, “llueven” las teorías e interrogantes. ¿Podrá el nadador estadounidense Michael Phelps quebrar el récord de siete títulos de su compatriota Mark Spitz?, ¿Lograrán los organizadores un encendido del pebetero más espectacular que el conseguido por los catalanes en 1992?, ¿Podrá el Dream Team del baloncesto estadounidense justificar alguna vez esa «fe de bautizo»?.
Pero entre tantas, hay una que «se roba el show». O como diría un colega, es la «pregunta del millón». ¿Seremos testigos de la consagración de China en el liderazgo del medallero olímpico?
De la Acrópolis a la Gran MurallaA pesar de convertirse en una de las potencias deportivas desde la cita de Los Ángeles 1984, hace dos décadas atrás era impensable para muchos que algún día China pudiera tomar por asalto la cima del medallero olímpico.
En la ciudad estadounidense, los deportistas del Gigante Asiático se alzaron con 15 títulos entre sus 32 medallas. Y sin contar el tropiezo de Seúl cuatro años después —29 preseas, pero apenas cinco cetros—, su ascenso en Olimpiadas ha estado apuntalado con dos cuartos puestos en Barcelona 1992 y Atlanta 1996, y el tercer escaño de Sydney 2000, donde la cosecha creció hasta 28 coronas.
Pero los desempeños más impresionantes de los atletas chinos tuvieron como escenario a Atenas 2004, donde conquistaron 63 medallas, de ellas 32 de oro, para anclar en el segundo puesto a solo cuatro títulos de distancia del escalón supremo ocupado por Estados Unidos.
Apenas apagado el fuego que ardió en la cuna de estos certámenes, no fueron pocos los que vaticinaron la dura lucha que se verá por estos días en los escenarios de competencias. Y uno de ellos fue el propio presidente del COI, el belga Jacques Rogge. « Las naciones dominantes deberán esforzarse cada vez más para poder mantener su liderazgo en los Juegos», anunció entonces, en directa alusión a los espectaculares resultados de los deportistas chinos.
Desde la trinchera ganadora también se escuchó la voz de alarma. Jim Scherr, dirigente del Comité Olímpico estadounidense (USOC) alertaba que «los chinos tienen una gran maquinaria deportiva, y eso es lo que hemos podido apreciar. En los próximos juegos serán realmente impresionantes».
Según datos reflejados en la prensa por aquellos días, la preparación de la delegación estadounidense en Atenas costó unos 380 millones de dólares, en tanto el gobierno chino invirtió cerca de 100 millones para alistar a sus deportistas, quienes recibieron otros 25 millones aportados por patrocinadores. Sin duda alguna, estas cifras hoy son menos distantes.
Si en los Juegos de Sydney los chinos participaron en 14 de los 28 deportes convocados, en Atenas lo hicieron en 26. Según He Huixian, vicepresidente del Comité Olímpico local, «el objetivo ahora será estar presentes en todas las disciplinas, con deportistas capaces. Para eso preparamos a fondo atletas en las especialidades en las que no nos destacábamos, como la natación y el atletismo».
Todo es parte de un plan que se inició en la capital griega, cuando muchos deportistas de cierta edad fueron sacrificados para dar paso a promesas más jóvenes, los cuales llegan hoy con una experiencia notable. Así, casi un 80 por ciento de aquella delegación —323 de sus 407 miembros— fueron debutantes olímpicos y menores de 23 años.
Desde entonces, las autoridades del deporte estadounidense se han enfocado en un cambio de estrategia para conservar el liderazgo. «Nuestros esfuerzos deben concentrarse en ganar medallas en una forma más diversificada, y no sólo concentrarnos en dos deportes», reconoció el pasado año Steven Roush, director de desempeño deportivo del USOC, convencido de que para encabezar el medallero hace falta algo más que dominar la natación y atletismo, deportes que aportaron 20 títulos en Atenas.
En cambio, la delegación china sumo 21 oros en disciplinas como clavados, bádminton, levantamiento de pesas, tenis de mesa y tiro.
Más preocupación llega a los norteños desde un análisis propio de los sucedido en los campeonatos mundiales y otras competencias internacionales de máximo nivel celebradas durante el 2006, en los que China ganó 43 preseas doradas y Estados Unidos se alzó con 36, una más que las conseguidas por Rusia.
«A dos años de las Olimpiadas ellos mostraron ya su capacidad de ganar en el medallero, y esto sin la ventaja de ser anfitriones de los Juegos Olímpicos», sentenció Roush.
¿Quién es el favorito?Hace apenas un mes, la firma consultora PricewaterhouseCoopers divulgó el resultado de un estudio basado en el modelaje de varios aspectos demográficos y económicos, así como en el apoyo político al deporte, las ventajas como sede y los resultados previos. Este ubicó a China en la cima del medallero olímpico.
Según el análisis, los chinos conquistarán ahora 25 medallas más que las 63 conseguidas en Atenas —no se especifican los colores—, y superarán en dos a Estados Unidos, en nueve a Rusia, y en 45 a Alemania.
Pero las autoridades chinas, quizá pensando en lo contraproducente que puede ser este favoritismo, consideran que es muy poco probable superar a los estadounidenses en el conteo final de cetros.
Lo cierto es que el optimismo reina en la población y contrasta con las declaraciones de Cui Dalin, viceministro de Deportes de China, quien a principios de año minimizó las aspiraciones y dijo que el país se encuentra aún por detrás de Estados Unidos y Rusia.
El dirigente señaló que «pelearán con Alemania, Japón, Australia y Francia por los puestos del tercero al octavo», lo que para algunos resultó un intento de contrarrestar la presión de los deportistas ante sus familiares y amigos.
En fin, que en ninguna de las dos trincheras quieren cantar victoria anticipada. En las fabulosas instalaciones se vivirá entonces una dura batalla por dominar el medallero, que más allá de un triunfo deportivo, muchos valoran como un medidor de ambas potencias y sus proyecciones.