Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

«Hice lo que tenía que hacer»

Hoy en nuestra sección nos acercamos a Dora Alonso, la autora cubana de literatura infantil más traducida y publicada en el extranjero

Autor:

JAPE

Siguiendo la línea de los clásicos, para quienes gustan de esta definición, invito hoy a nuestra sección a una mujer a la cual creía conocer y que gracias a la investigación que he desplegado para traerla a esta página, he descubierto a esa persona maravillosa, con una increíble capacidad de trabajo, enorme sensibilidad, que tuvo un inmenso compromiso con su Patria, su cultura, su pueblo y con todos los niños del mundo.

Doralina de la Caridad Alonso y Pérez-Corcho, más conocida como Dora Alonso, nació en Matanzas el 22 de diciembre de 1910 y nos dijo adiós en La Habana el 21 de marzo de 2001. Narradora, dramaturga, poetisa y periodista, es la autora cubana de literatura infantil más traducida y publicada en el extranjero. Difícil que alguien no haya coloreado su lectura de los primeros años de vida con algún título de los tantos que escribió… y de adulto también, porque sus libros son mágicos y atrapan a todos.

No me detendré a disertar sobre la vida y obra de esta gran maestra, que entre sus múltiples lauros recibió el Premio Nacional de Literatura en 1988 y el Premio Mundial de Literatura Infantil José Martí en 1997. Mejor haré una pausa en su trabajo periodístico del cual se habla poco, a pesar de que también fue muy importante.

A la temprana edad de nueve años, Doralina gana el primer premio del concurso literario provincial Estela Brochs de la Torriente (1919) y a los 16 años publicó su primer poema, Amor, en las páginas de El Mundo, uno de los principales diarios cubanos de la época. En 1933 trabaja como corresponsal del diario Prensa Libre, de Cárdenas. Ingresa en la organización Joven Cuba, dirigida por Antonio Guiteras en 1934 y desde entonces, fue una colosal activista en la lucha antimperialista.

En los primeros años de la Revolución fungió como corresponsal de guerra de la revista Bohemia. Participó de manera valiente y profesional en sucesos que marcaron el nacimiento y la consolidación del proceso social que tenía lugar en nuestro país: la Alfabetización, Girón y la Crisis de Octubre, los cuales tuvieron testimonial reflejo en sus artículos escritos desde la primera línea de combate. Su libro El año 61 contiene inigualables textos concebidos desde la cruda y real vivencia de esos años iniciales. Acerca de sus experiencias como corresponsal de guerra comentó: «Yo me fijaba en las reacciones de la gente; el miedo es un estado normal, pero lo escondían tan bien como yo, porque, mira, yo tenía que elegir: o me retiraba o avanzaba y hacía mi reportaje. Si el miedo me vencía no me hubiera considerado nunca ni cubana ni revolucionaria ni periodista, y no creo que nadie en mi caso hubiera dudado. Hice lo que tenía que hacer, nada más».

Como periodista, Dora Alonso logró total dominio del oficio y realizó importantes entrevistas, como la del poeta chileno y Premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda. En Bohemia también atendió la sección Páginas Nuevas, destinada a promover y orientar la expresión literaria y artística de los niños y adolescentes cubanos. Su novela Tierra inerme fue merecedora del máximo galardón en la segunda edición del Concurso Literario Hispanoamericano de Casa de las Américas, premio que volvió a ganar años después, en la categoría de obras para niños y jóvenes, con El valle de la Pájara Pinta, en 1980.

Les propongo un fragmento de uno de sus cuentos, en el que hace gala de su fino sentido del humor, recreado en la más exquisita literatura. No obstante, les recuerdo que para escribir a los niños, la más eficaz e indispensable herramienta es el humor, unido a una desbordante imaginación.

Sofía y el ángel

(fragmento)

(…) No se habían secado las flores en la tumba de la moderadora, cuando Sofía tuvo la primera alucinación. Al claroscuro de las siete y media de la tarde, frente al medio punto de la saleta, en breve duermevela sobre la mecedora, vio llegar al gato caminando en dos patas, cabeza abajo, y le oyó claramente: «Calienta café, que viene la visita».

Antes de lograr asombrarse, entró el ángel. Le costó trabajo reconocerlo porque, a pesar de estar mirándolo planear cerca del techo de alto puntal con sedoso batir de alas, y de que vestía amplio ropaje cogido al talle por un cíngulo rojo, en lugar de una cítara, el ángel traía cruzada al pecho una guitarra eléctrica. Un seráfico mensajero de 20 años, cabellos largos hasta los hombros y bellos ojos risueños. Sus ligeras sandalias eran de oros apagados, y contra ellas se frotó el gato tan pronto le vio descender.

Sofía cayó de rodillas y no consiguió levantarse. El radiante espíritu movió una mano, como si recogiera algo en el aire, y una fuerza desconocida la sentó de nuevo en el sillón, donde quedó extática.

Al despertar, el sol se teñía de azul a través de los cristales del mediopunto. Sofía, con estremecimiento, hizo memoria. Muy intranquila, se apresuraba a llamar al gato, mirándolo con desconfianza; pero el negro animalito parecía tan ajeno a locura o adivinación, que la vieja se tranquilizó y ya no tuvo dudas sobre el origen onírico de lo sucedido.

Aquella noche, en su habitación, Sofía dispuso algunas flores en los búcaros del altar, prendiendo una mariposa de luz bajo una imagen de la Purísima. Hincada sobre el reclinatorio donde se había desplomado Águeda entre oleadas de polvo, besó una reliquia de familia y oró largamente. Al dar por terminados los rezos de dispuso a dormir.

Dentro de un recatado ropón subió a la cama como a un túmulo. Hacía calor en el cuarto cerrado. Parecía llegar de otro mundo el ruido de la calle: un grito de niño, el resoplido de los frenos de un ómnibus, las voces del altoparlante del Comité de Zona…

Sofía bisbiseaba sus últimas oraciones de la noche cuando el cañonazo de las nueve, puntual y sordo, resonó a través de la casa como un aviso. Con la lejana denotación, el gato saltó del cojín del reclinatorio, donde dormía enroscado, y caminando erguido sobre sus patas traseras fue hasta la puerta de la habitación y la abrió.

Un sabroso olor a guayaba lo inundó todo, y a Sofía se le cubrieron los dedos de sortijas: estremecida se hizo de papel, una delgada hoja dentro de su ancha bata. Por el lado izquierdo del pecho le saltaba algo vivo. El ángel sonreía junto al lecho. La guitarra sonó largo rato y a su son se durmió la vieja (…).

Dora Alonso

Cuentos Cubanos de HumorEditorial Letras Cubanas, 1979 Selección Samuel Feijóo

Lacoste, Palante digital

Enrique Lacoste Prince. Caricaturista de formación autodidacta, historietista e ilustrador. Ingeniero Mecánico. Trabajó en Bohemia hasta el año 2002 en que pasa a formar parte de la plantilla de Palante. También ha publicado en Habanera, Tropicana Internacional, Granma, El Economista y en Trabajadores. Obras suyas aparecen en publicaciones de México, Alemania, España, Paraguay, Venezuela, Canadá y en sitios web como Irancartoon de la Asociación de caricaturistas de Irán, Kaosenlared, en España; La codorniz, Rebelión y La Jeringa, de Cuba y la publicación chilena online Claves-Magazine. Ha obtenido numerosos premios e importantes distinciones.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.