Mónica. Autor: Cortesía de la entrevistada Publicado: 19/01/2018 | 10:02 pm
Mónica Marziota tiene 32 años y brilla en los escenarios como pocos saben hacerlo. Parece un ángel. Su voz y delgadez acentúan aun más esa primera impresión que es confirmada al verla cantar, en varios idiomas, con exquisita sensibilidad.
Vive en Italia desde hace 12 años y ha llevado su música a importantes escenarios del mundo (Canadá, Nigeria, España, Francia y Austria, además de Italia y Cuba).
Ha tenido el privilegio de cantar en el Auditorium della Conciliazione, de Roma; el Teatro Olímpico, en el escenario del Petruzzelli —uno de los teatros más prestigiosos y más antiguos de Europa— entre otros.
«Cada experiencia ha sido maravillosa. Me siento afortunada y doy las gracias a Dios, a mi familia, a Cuba y a Italia por todo lo que he logrado. Pero lo que más deseo ahora es actuar en la Isla y ser reconocida como Mónica, la de La Habana, y si es posible, la del barrio de Belén».
Así confesó a Juventud Rebelde esta muchacha rubia días antes del concierto que ofreció en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes y que sirvió de cierre a la 20ma. Semana de la Cultura Italiana en La Habana.
El espectáculo transcurrió en el mismo sitio donde Mónica debutó en Cuba en 2008 como profesional, acompañada por Yasek Manzano.
Durante casi dos horas, la artista «hechizó» a los asistentes con su voz y soltura en el escenario, espacio del que se adueña con especial maestría y en el que es capaz de crear un ambiente muy cubano, que seduce y estremece. La joven cubano-italiana compartió el escenario en esta segunda ocasión en Bellas Artes con el cantautor italiano Niccolò Fabi (Premio Lunezia 2016).
Solo viéndola cantar, tocar al piano y transitar de un género a otro, con absoluta naturalidad, es posible acercarse a la grandeza de Mónica Marziota, la única artista latinoamericana que ha recibido el premio Lunezia Internacional Mundo Latino. El prestigioso lauro fue creado en 1996 y ha sido conferido en ediciones anteriores a músicos de la talla de Andrea Bocelli, Laura Pausini...
«Por contemponeizar las canciones más famosas de la tradición melódica latina, embelleciéndolas con efectos sonoros innovadores y arreglos personalizados, dando así un reconocimiento internacional a la vasta cultura cubana de las siete notas. Una artista polifacética que ilumina con su veta de cantautora matizada con géneros cubanos contaminados con el swing, el blues y que es capaz de crear una atmósfera mágica en el escenario con un maravilloso testimonio de su latinismo eternamente seductor» fue la fundamentación del jurado al otorgarle el Premio Lunezia.
La entrevista transcurrió en su casa de La Habana Vieja. Mientras nos preparábamos para el diálogo, Carmen Oria Valdés (la madre, una Carmen que hace honor a su nombre y apellidos) pone sobre la mesa la placa que le dieron a Mónica cuando recibió el premio.
«La he traído conmigo porque este lauro se lo he dedicado a Cuba. Quiero venir más a menudo y cantarle a mi pueblo», manifestó Mónica, reconocida por su versatilidad en la interpretación de la música culta y popular.
Con una sencillez poco común y las manos llenas de anillos de colores, Mónica abrió las puertas de su mundo a esta reportera y ofreció detalles de su niñez (se presentó al público por vez primera con solo siete años), estudios y trayectoria como artista.
«Estos anillos son de plástico. Los hace una amiga. Me dan mucha buena suerte. Me los pongo en todas mis presentaciones. Son mi talismán», dice al tiempo que gesticula y los muestra con cariño.
De madre cubana y padre de origen italiano, Mónica nació y creció en La Habana, en un ambiente familiar eminentemente musical. Es egresada del Sistema de Escuelas de Arte Cubano y graduada de nivel superior en la especialidad de Canto Lírico, en el Conservatorio Santa Cecilia, de Roma.
—Del catálogo del Instituto Cubano de la Música eres la primera artista en recibir este premio, el cual te entregaron en agosto de 2017. ¿Qué sentiste cuando te dieron la noticia?
—Ni yo me lo creía. Cuando me llamaron para decírmelo yo acababa de hacer un examen muy difícil del máster en Musicología que estoy cursando en la Sapienza de Roma. Obtuve todos los puntos y eso me tenía muy contenta.
«Recibo entonces una llamada. Era uno de los productores del premio, él me ha invitado en varias ocasiones a participar en los festivales de verano en La Toscana, y yo pensé que de eso se trataba.
«Cuando me dijo lo del premio le pregunté si ellos estaban jugando conmigo. “¿Cómo crees que vamos a jugar con eso, Mónica? Conocemos tu trayectoria y estamos convencidos sinceramente de que te lo mereces”, respondió.
«Me quedé sin habla. No lo podía creer. ¡Que alegria! Fue un momento que no podré olvidar».
—Te formaste en los conservatorios cubanos y luego continuaste estudios en Roma. ¿Cómo te recibieron en Italia?
—Decir allá que estudiaste música en Cuba te abre todas las puertas porque, si bien es cierto que en Italia la educación musical es muy buena, ellos valoran mucho la formación que reciben aquí los músicos y el prestigio mundial de nuestro sistema de enseñanza artística. Consideran de entrada que eres bueno.
«Cuando llegué al Conservatorio quise mostrar las notas, mis títulos y me miraron y dijeron: “¿Pero usted es cubana? Entonces no tenemos ni que ver las notas. Usted tiene que ser obligatoriamente buena. Que honor tener a una cubana entre nosotros”, me dijo el Director. Eso es muy bueno pero es también una gran responsabilidad porque tienes que mantener el nombre de Cuba bien alto, todo el tiempo, a la altura de las expectativas».
—¿Por qué eliges dedicarte a la música?
—No podía ser de otro modo. La música me escogió a mí. Mi abuelo, Julio Valdés, fue un gran músico del Buena Vista Social Club. Él es una de mis inspiraciones. Mi primer CD Besitos desde New York, se lo dediqué a mi abuelo.
«Mi madre, Carmen Oria, también estudió música en el Amadeo Roldán. El periodismo le llegó en su segunda vida. Además de ellos, está mi abuela Carmen, que tenía una musicalidad extraordinaria, una voz de soprano natural. Pero se dedicó a cuidar de sus cinco hijos (todos estudiaron música)».
—El inicio...
—A los seis años comencé en el Conservatorio de Música Alejandro García Caturla, del que tengo muy lindos recuerdos, sobre todo de mi profesora Carmen Rosa López, actualmente al frente del coro Diminuto. Ahí hice tres años de nivel elemental. Pasé después a la escuela Manuel Saumell, donde estudié cuatro años de Piano, con la profesora Bárbara Díaz Alea.
«En el Amadeo Roldán cursé el nivel medio superior en Dirección coral. Al llegar a Italia matriculé primero en el Instituto Superior de Estudios Musicales G. Briccialdi y continué el nivel superior, en Canto lírico, en el Conservatorio Santa Cecilia, en Roma».
—¿Proyectos inmediatos?
— ¡Son tantos!... Hacer un concierto aquí en Cuba con Yasek Manzano, para celebrar los diez años de mi debut en Bellas Artes; continuar con mis estudios de maestría (ya estoy haciendo la tesis); escribir un libro sobre mi abuelo.
«Estoy investigando todo lo relacionado con él porque quiero escribir su vida, para que las nuevas generaciones sepan quién fue y cuánto le aportó a la música. Quiero hacerle ese regalo. También espero grabar mi segundo disco».
—¿Has pensado en proponérselo a alguna disquera cubana?
—Sí, como no. Un producto discográfico para Cuba. Claro que me gustaría. Esa también sería una oportunidad para estar más tiempo en la Isla.
«Estoy deseosa de actuar para mi pueblo y de hacer algo con los músicos cubanos. Gran parte de mi carrera ha transcurrido en Europa, debuté allá como profesional dos años antes de hacerlo aquí y en todas mis presentaciones digo que soy cubana y hablo de mi tierra.
«Siempre he estado muy unida a nuestra Embajada en Roma y voy con ellos a muchos eventos representando a Cuba. Pero yo quiero venir más a menudo, colaborar. Es muy importante para mí ganarme aquí, algún día, el reconocimiento que he alcanzado en Italia. Quiero que Cuba me ame».