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Todo música... y cine

Convidado por el pasado Festival Internacional de Cine, Osvaldo volvió a actuar para sus seguidores en el Pabellón Cuba, a poco tiempo de haber compuesto la música que acompañará la trama del mediometraje cubano Vinci, dirigido por el guionista y escritor Eduardo del Llano

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Cuando lo conocí en Gibara, llevaba consigo la música que completarían cinco DVD con 45 entrañables bandas sonoras de películas, muchas de las cuales son amadas y conocidas por el público cubano. Es curioso, porque cuando se mencionan títulos como El lado oscuro del corazón, Plata quemada, Cenizas del paraíso, Las aventuras de Dios, Rehén de ilusiones..., los cinéfilos enseguida piensan en Osvaldo Montes. Y es que sus creaciones los han marcado tanto (y a veces más), que las imágenes insisten en mantenerse nítidas en sus pupilas.

Convidado por el pasado Festival Internacional de Cine, Osvaldo volvió a actuar para sus seguidores en el Pabellón Cuba —sede nacional de la Asociación Hermanos Saíz—, a poco tiempo de haber compuesto la música que acompañará la trama del mediometraje cubano Vinci, dirigido por el guionista y escritor Eduardo del Llano, cuya premier tendrá lugar este viernes en la sala Chaplin, donde se preestrenará entre el 14 y el 18, para luego exhibirse nacionalmente, a partir del 19.

Cuenta Montes, afamado compositor argentino, que comenzó en este mundo haciendo mucha televisión en Canadá, a inicios de la década de los 80 del siglo pasado. Y aunque ha entregado no pocas obras inolvidables para el cine, no se considera un cineasta. «Lo que sí conozco es su lenguaje, por haber participado en tantos proyectos», asegura este artista que se formó en un conservatorio y sintió la curiosidad enorme de acercarse a esa fusión que consigue la música con la imagen.

Montes no niega que existan ciertos estereotipos en las bandas que se conciben para el cine, pero eso no le parece mal. No obstante, está convencido de que se puede ser revolucionario. «Yo mismo he realizado obras que considero muy distintas. Existe una película titulada Una sombra ya pronto serás, de Héctor Olivera, donde aparece una secuencia en la cual vemos a varios generales jugando un partido de truco. Olivera utilizó una composición que hice con sonidos de animales, a los que rítmicamente les fui sumando cosas... Creo que también resultó osado mi primer largometraje, La avispa, donde dejé escuchar un bandoneón en plena estepa canadiense, o un shakuhachi en medio de una caminata. Claro, asimismo he concebido piezas más convencionales...».

Si se le interroga sobre sus composiciones para el séptimo arte que le complacen más, entonces menciona, por los premios y distinciones que se ha agenciado, El lado oscuro del corazón. «Todo el mundo reconoce esa melodía, lo cual es muy satisfactorio para un compositor.

«De todas maneras, hay propuestas más elaboradas, que me llenan de buena onda, como es el caso de Ay, Juancito, también de Olivera, sobre la vida del hermano de Eva Perón; una película de época, grandiosa. Asimismo, incluiría Una sombra ya pronto serás y el tema principal de Plata quemada. Creo que si no lo hubiera compuesto, me hubiera gustado escucharlo.

«Como soy de los que guarda todo, hace poco estaba oyendo una edición inédita de Tango feroz: la primera grabación acústica que realizó Fernando Barrientos en mi estudio con su guitarra, cantando El amor es más fuerte. Y lo recuerdo porque con Fernando compuse una canción que se convirtió en un himno para Argentina y fue interpretada por figuras como Mercedes Sosa, León Gieco y Víctor Heredia, para una película de Olivera llamada El caso María Soledad».

—¿Ha sucedido que después de crear una banda sonora el director no haya quedado complacido con su propuesta?

—Mira, existen dos maneras de hacer bandas sonoras. Eliseo Subiela, por ejemplo, me manda el guión, pero él lo escribe «escuchando su música», lo cual es un «problema» porque después es muy complejo desalojar esa música. Entonces le hago las primeras proposiciones, vemos cómo funciona, y a partir de ahí me pongo a trabajar...

«Otros directores, como Olivera, te entregan la película, se sientan contigo y te dicen: Yo creo que aquí debe entrar la música, etc. Eso es lo más convencional. ¿Que me hayan rechazado temas? Sí, a todos nos ha sucedido. Nadie tiene la verdad absoluta. No es extraño que te pidan que cambies esto o aquello... Pero nunca han mostrado una inconformidad. No por gusto vienen a buscarte, supongo».

—¿Y Hollywood?

—He tenido oportunidades, he estado, pero me encuentro entre quienes se sienten completamente identificados con el cine hispano, latinoamericano. Y aquello está lejos. La verdad es esa. Pero no porque sea inalcanzable, sino porque no es esencial para hacer cine, y mucho menos para componer música. Podemos hacer lo mismo acá, de otra forma. No tenemos un Oscar pero sí un Coral, que lo tengo (por Cenizas del paraíso); o dos Martín Fierro, que también los tengo. Esos son premios más del corazón.

—¿De dónde surgió esa atracción suya por componer para el cine?

—Por la idea de poder expresar emociones, sentimientos, estados de ánimo, ideas, a nivel de la música instrumental. Aunque soy multiintrumentista, no me considero un gran instrumentista. Por eso elegí dirigir y componer, decirle a la gente qué tocar y no hacerlo yo (sonríe). Quien compone bandas sonoras es como el que escribe un guión. Es muy atractiva la escritura de un guión porque puedes darte el lujo de crear personajes. Yo hago lo mismo, pero en la música. O por lo menos, lo intento.

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