Una de las tantas presentaciones de Las sílfides para los universitarios. Esta vez, protagonizada por Viengsay Valdés, durante el VII Congreso de la FEU. Autor: Franklin Reyes Publicado: 21/09/2017 | 05:13 pm
Cuentan que 55 años atrás, 25 mil personas colmaron el Stadium de la Universidad de La Habana, hoy Juan Abrahantes, para presenciar una función de desagravio al Ballet Nacional de Cuba (BNC). Era septiembre de 1956 y el singular escenario marcaba un hito histórico para la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y la cultura cubana de entonces.
Por décima ocasión la naciente compañía de ballet bailaba por auspicio de la organización estudiantil. La FEU libraba una lucha en apoyo al entonces Ballet Alicia Alonso, al que le fuera retirada una mísera subvención del gobierno por no plegarse a sus intereses.
Según refiere Miguel Cabrera García, historiador del BNC, esa fecha es una de las páginas más hermosas del Ballet con la FEU, y ha pasado a ser un hito en la gigantesca labor de Alicia Alonso, Fernando Alonso y sus más cercanos colaboradores, por fundar un movimiento profesional de ballet digno de las mejores tradiciones culturales de nuestro país.
«Junto a ellos una tríada singular integrada por la FEU, la Universidad de La Habana y los sectores progresistas de la nación debieron enfrentar incomprensiones y agresiones de los gobiernos de turno que no prestaban ninguna ayuda moral y material a ese empeño».
La fe en el pueblo
Era 1956 y la tiranía batistiana afrontaba una poderosa crisis por la repulsa popular. Sus lacayos seguían derramando la sangre generosa del pueblo cubano y los voceros oficiales intentaban toda clase de esfuerzos por mostrar ante el mundo una falsa preocupación por las actividades culturales.
La creación del llamado Instituto Nacional de Cultura bajo la dirección de Guillermo de Zendegui pretendía tal aspiración. Su misión: presionar a los organismos y creadores artísticos para que mostraran sus espectáculos y desarrollaran sus labores como portadores del régimen, ante las exiguas asignaciones presupuestadas por el Estado para el fomento de la cultura y con ello tratar de oficializar la agrupación.
Recuerda Miguel que la flamante compañía no escapó a esas ínfulas, y la actitud de chantaje que desplegó el Instituto encontró el repudio de Alicia y sus seguidores. «Mostrando su verdadero rostro manipulador, el régimen decidió suprimirle la irrisoria subvención que gracias a las recias gestiones de la dirección de Cultura de la FEU y otros sectores progresistas recibía del Estado desde 1950.
«Una histórica carta a Guillermo de Zéndegui, publicada por la prensa nacional el 15 de agosto de 1956, deja constancia de la negación rotunda de Alicia a que después de esa feroz medida su nombre o el de la Academia de Ballet fuesen incluidos en una lista oficial, con una suma mensual de 500 pesos, como se le proponía».
En su misiva Alicia decía: «No hemos trabajado con el fin de percibir mensualmente una determinada cantidad de dinero, sino con un horizonte más amplio: el de realizar en el terreno del ballet una labor cultural de carácter histórico. Para ese empeño, sí hemos solicitado y aceptado las subvenciones estatales hasta ahora percibidas. Lo que Ud. propone parece más bien una limosna o un soborno. Pero tenemos fe en el pueblo de Cuba y estamos seguros de que defendiendo su legítimo derecho a la cultura, nos brindará su respaldo para no permitir que esta manifestación artística jamás le sea arrebatada».
Defender el derecho a la cultura
Un respaldo nacional y contrario a lo que habían pensado los esbirros del gobierno provocó la medida contra Alicia y el Ballet. Comenzó entonces a gestarse una gran campaña de apoyo popular. Intelectuales, artistas del teatro, la radio y la televisión, entidades, organizaciones... se unieron en este sentido.
«En esa ola de protesta ante el argumento de que la compañía se mantenía aislada del pueblo, siguiendo una orientación distinta a la que el régimen trataba de dar a sus acciones culturales, la FEU fue paladín y escribió una página gloriosa no solo para el Ballet. Aquella noche del 15 de septiembre en la función de desagravio se unieron artistas y pueblo en un solo reclamo por la cultura.
«De la clandestinidad emergió Fructuoso Rodríguez, vicepresidente de la FEU, para patentizar el respaldo estudiantil a la compañía. Fernando Alonso, Josefina Méndez, Mirta Plá, Carlota Pereyra, Loipa Araújo y el cuerpo de baile, interpretaron Las sílfides; Alicia, La muerte del cisne, un símbolo cuando se piensa en los motivos que originaron el desagravio.
«Después de la función, los millares de espectadores reunidos corrieron hasta los bordes del improvisado escenario, y entre lágrimas y aplausos ratificaron a la artista la profunda admiración por la obra realizada. Alicia se reunió con las bailarinas y de su ramo fue sacando una rosa roja para cada una y les dijo: “No estén tristes, porque este es el comienzo de un brillante futuro”», narró el especialista.
Alicia no volvió a bailar en un teatro en Cuba hasta el triunfo revolucionario. Pero aquella noche marcó un momento clave en la historia del ballet cubano y de la FEU. Cerró la noche con lágrimas en los ojos, pero convencida de que el cisne interpretado por ella no moriría, como había dicho el 10 de octubre de 1956, «lo dejo en unas manos que lo van a defender con todo lo que tienen, que son las manos del pueblo cubano».