Janler Méndez y su obra Homofobia, génesis de la expo, y de cierto modo, se convierte en la síntesis de los demás trabajos. Autor: Tomás Inda Barrera Publicado: 21/09/2017 | 05:07 pm
«Conocerse es trascender. Fluir en el interior del ser». María Zambrano.
Personal e intransferible, la recién inaugurada exposición del artista plástico Janler Méndez, deviene como muestra exacta para el acercamiento a la obra de un creador que, a pesar de su juventud, hace una demostración de auténtica madurez artística.
La mirada desde el primer dibujo, con un carboncillo exacto y certeramente espontáneo, al buscar aprehender la imagen condensada en esa sombra chinesca, comprende que deberá encontrar la transitoriedad de cada obra, pues a medida que uno avanza en la sala René Portocarrero, del Teatro Nacional, parece terminarse y empezarse un ciclo por el tránsito mismo que implica encontrar lo personal e intransferible de los dibujos.
Así se halla la crítica seductora y sin evasiones en la exhibición, pero sustentada en una referencialidad sin contextualizar, por lo que se vuelve múltiple, viva e inagotable.
Homofobia es la génesis de esta expo, y de cierto modo, se convierte en la síntesis de los demás trabajos.
Con una técnica de acrílico sobre cartulina, una cebra que contiene lo blanco y lo negro como andrógina composición, transgrede la esquemática dualidad de color, porque desde su cuerpo solo puede desbordarse un arcoiris que recorre la pieza para terminar en un infinito suprasensitivo.
Las obras que integran la exposición podrían agruparse por distintas coincidencias y regularidades en el dibujo; sin embargo, el animal se convierte en eje de las obras con fondo negro de universo estrellado o blanco en una síntesis sugestiva.
¿Cómo hacer partícipes a los receptores de la creación, ese instante inmutable donde el mundo individual y subjetivo del artista eclosiona en la obra? ¿Cómo provocar el diálogo colectivo desde lo personal, por tanto, intransferible? Con tales incitaciones me acerqué a la propuesta, pero lo personal se hizo mutuo, lo intransferible se redimensionó hasta lo contagioso, y las obras que integraban la propuesta, a pesar de las diferencias formales y conceptuales, se unificaban en un discurso coherente desde la libertad y la sencillez del dibujo.