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Danza de retoños y raigambre

El Folclórico Universitario celebrará sus cuatro décadas de fundado en la sala Covarrubias del Teatro Nacional con un espectáculo titulado «40 años de tradición»

Autor:

Lourdes M. Benítez Cereijo

Pasadas las siete, mientras los colores de la tarde se iban opacando y la noche entraba con paso lento, amanecía la música en el salón de danza de la Casa Estudiantil de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), en la capital. El Conjunto Folclórico Universitario se alistaba para comenzar un nuevo ensayo.

Luego de cambiarse la ropa, con la rutina propia de las dinámicas aprehendidas, cada cual ocupó su sitio. En un extremo se ubicaron los músicos que afinaban los tambores. El profesor y director Mikel Callava, al frente, dio inicio a la sesión con una solicitud singular: «el Folclórico Universitario existe, está vivo, y nos toca defenderlo».

Y comenzó el ensayo. Para esta redactora fue la primera experiencia de ese tipo. Todos tenían los pies al desnudo y el deseo de hacer lo mismo me cautivó. Desde el rincón donde tomé asiento sentí que subía —cual torrente de pulsaciones y ritmo por las plantas apoyadas en el piso de madera— el empuje de la música y la intensidad de los movimientos de los cuerpos.

Con ese ímpetu y espíritu de continuar cosechando alabanzas anda el Folclórico Universitario por un camino labrado hace cuatro décadas. Un aniversario que marida novedad y tradición.

El proyecto surgió el 25 de septiembre de 1970. Yojanis García, primer bailarín del Conjunto Folclórico Nacional, se dio a la tarea de unir a jóvenes universitarios para formar un grupo que cultivara dicha expresión danzaria en ese sector estudiantil. Con él colaboró el bailarín Julián Villa, solista del Folclórico Nacional, quien se desempeñó como profesor mientras Yojanis se encargaba de las coreografías, comentó Mikel.

El grupo estuvo inactivo durante dos o tres años porque no había quien lo dirigiera, explicó el director, otrora bailarín de la agrupación en su etapa de estudiante y posteriormente graduado de danza folclórica en el Instituto Superior de Arte (ISA).

«En marzo de 2009 decidí acercarme a la Casa Estudiantil y a la Dirección de Extensión Universitaria para retomar la idea del Folclórico de la Universidad. Un grupo con tanta tradición no podía desaparecer».

Los sacrificios dieron frutos rápidamente. Ese mismo año, en mayo, «participamos en el Festival de Artistas Aficionados de la Universidad de La Habana donde obtuvimos el Premio de Oro; y el de Plata a nivel provincial. En el curso escolar pasado también nos alzamos con el Premio de Oro y Premio de Cubanía a nivel provincial. En estos momentos estamos en espera para participar en la competición nacional».

Mikel rememoró la primera vez que el conjunto se presentó luego del período de receso. Era su experiencia inicial como director, aunque para él lo más difícil no fue controlar el nerviosismo que provoca lo inédito, sino lidiar con los sentimientos encontrados: por un lado el profesor que desde afuera contempla su obra realizada y por otro el bailarín que no resiste el impulso de salir al escenario.

«Nos sentimos halagados de hacer bailar a jóvenes universitarios en esta época que vivimos, donde los gustos por la música se orientan más hacia tendencias como el house, y realmente son muy pocos los que se motivan con este tipo de expresión danzaria. Aquella presentación fue con el teatro de pie, todos los presentes bailaban al compás nuestro y eso se ha mantenido. Estamos satisfechos de la fuerte conexión que hemos logrado con el público».

Es muy difícil acoplar un conjunto porque todos vienen con un carácter diferente. Son jóvenes con mucha energía y el baile exige rigor y disciplina, aunque eso no quiere decir que el grupo sea indisciplinado. Venían además con estilos de baile muy diferentes y tuvimos que construir toda una base artística. El proceso de ajuste devino una tarea en extremo compleja, señaló Mikel.

Sin embargo, el tiempo soldó alianzas, incrementó la confianza, pulió imperfecciones y les planteó desafíos. Así lo aseguró Inés Estrada, instructora de arte, para quien las clases, además de proporcionar la técnica necesaria, demandan rectitud y disciplina, elementos indispensables en un bailarín.

Actualmente el grupo está formado en un 99 por ciento de estudiantes universitarios, el resto son egresados que aún pueden formar parte de la agrupación, ya que el tiempo de permanencia se extiende hasta dos años después de graduado el universitario. Cuentan con siete músicos, dos cantantes y 19 bailarines, de ellos 12 son muchachas.

Arribamos a este importante aniversario con muchos deseos de hacer. El tiempo ha pasado y aunque en el folclor se respetan siempre las bases, el cambio estará presente en todo momento. Cada generación, con su aporte, contribuye a enriquecer esa historia, reconoció el director.

Según Dayelis Kerr, miembro de la agrupación universitaria, «arribar a este momento constituye la forma de representar bailando a todos aquellos que integraron este proyecto en todos estos años». Por su parte, David Frank Acosta consideró que «esta es la posibilidad de continuar la historia y lograr el aplauso, que es el mejor regalo que podemos recibir». Y así seguramente será, mientras el conjunto siga haciendo retumbar suelos y estremeciendo teatros al ritmo de reconocidas obras como Renacer de mi solar y Shakuaná.

Por ahora, centrarán todas sus fuerzas en la celebración de tan significativa fecha, aseveró Mikel Callava. Los festejos tendrán lugar en su sede de la Casa Estudiantil de la FEU (27 y K, Vedado). Además, actuarán los días 5 y 6 de octubre en la sala Covarrubias del Teatro Nacional con un espectáculo titulado 40 años de tradición.

El Folclórico Universitario se ha propuesto materializar grandes sueños. Son herederos de prácticas raigales que brotan con nuevas expectativas; labor de tributo a los que estuvieron y un reconocimiento a los que ahora danzan con el compromiso entre la historia y el porvenir.

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