Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Los irresponsables dan la nota (de madrugada)

La tranquilidad nocturna impera en las noches habaneras,aunque en algunos sitios la indisciplina sigue siendo protagonista

Autor:

Enio Echezábal Acosta

El  tour comenzó esta vez un poco más allá de la medianoche. A lomos de un «corcel» de cuatro ruedas y procedencia soviética, durante el primer segmento el equipo de JR visitó el barrio La Güinera, del municipio de Arroyo Naranjo. Allá, un par de kilómetros calzada adentro, los habitantes de este periférico consejo popular parecen haberse extinguido. Solo el andar acelerado de una mujer rompe la rutina y el silencio: «Voy de camino a mi casa ahora mismo», comenta casi sin detenerse.

 Tras salir de la concurrida barriada, el auto enfila por la calzada de Bejucal con rumbo norte. Antes de llegar a la conjunción de los hospitales Julio Trigo López y Ángel Arturo Aballí, se nota a una pareja de personas mayores que apuran su paso. Ella, hipertensa, y él, asmático, regresan a su hogar tras una visita al policlínico para aliviar sus malestares. Se ven cansados, pero en su rostro también hay señales de alivio. Lo peor ha pasado esta noche.

 Atrás van quedando, entre otros, Párraga, La Palma, Arroyo Apolo, Santa Amalia y La Víbora, sitios marcados por el mismo estigma fantasmagórico que envuelve a La Habana tras cada ocaso septembrino.

 Ante la ausencia casi total de humanos, son los gatos quienes se adueñan de las calles. Confiados, los miembros de esta suerte de ejército felino se plantan en donde mejor les acomoda y parecen desafiar a quienes se cruzan con ellos durante su trayecto.

 Loma abajo, tras pasar la Plaza Roja de Diez de Octubre, sí se notan más personas con falta de sueño, por así decirlo. Algunos ven la televisión, mientras otros esperan a la entrada de sus casas por la llegada del agua que alivie la sequía de sus tanques y cisternas.

 Sin embargo, no todos se comportan así. En un portal, cerca de la avenida Santa Catalina, un grupo de muchachos habla sin hacer mucho ruido, pero con las mascarillas mal puestas o ausentes. El flash de la cámara les alerta y algunos entran como bólidos al interior de la vivienda, para regresar a su puesto nada más que ven cómo el vehículo comienza a alejarse.

De madrugada algunos intentan aprovechar la conexión. Fotos: Abel Rojas Barallobre

 En lo adelante, solo las patrullas de la policía anuncian la presencia de otras personas en el paisaje urbano. En Diez de Octubre y Vía Blanca se hace un cambio de turno, y más adelante, a la altura del hospital conocido como La Dependiente, unos agentes del orden recorren a pie las calles.

 Infanta es un desierto. En la estación de Amenidad es donde se nota algo de actividad. Más adelante, ni un alma. Lo mismo sucede a lo largo de las céntricas calles 23, 12 y Línea, en donde es un poco escalofriante ver el vacío en lugares como la heladería Coppelia, el cine Yara, los teatros Mella y Trianón y también las respectivas paradas.

La imagen de La Rampa vacía parece sacada de un cuento de terror. Fotos: Abel Rojas Barallobre

 El litoral es más de lo mismo. El Malecón, en donde a veces se necesita hasta suerte para encontrar un pedazo vacío, tiene de sobra a esta hora. Un par de custodios y algún que otro insomne desde su balcón son los únicos seres que se perciben más o menos activos.

 Ya de regreso, el recorrido sigue por toda la Avenida del Puerto, en donde la Plaza de San Francisco de Asís o de las palomas era llenada solamente por la luz de los reflectores.

 A continuación, la máquina enrumba por Atarés hasta Máximo Gómez/Calzada del Cerro, luego pisa Palatino, Vía Blanca, se desvía en Rodríguez, entronca con Calzada de Diez de Octubre y sigue por la de Luyanó, tramo a lo largo del cual unos cuantos insomnes conversan en puertas de calle e intentan aprovechar la «rebaja» de datos que existe después de la una.

 La Virgen del Camino, sola como casi nunca, fue el penúltimo destino de esta ruta, que concluyó de vuelta en el punto de origen sobre las tres de la mañana, no sin antes comprobar la tranquilidad que se vivía en las localidades de Lawton y Víbora Park. 

 Nuevamente, la disciplina fue un factor bastante constante en la mayoría de los momentos de este paneo citadino. La gente sabe lo que está en juego ahora mismo y ha decidido apretarse el cinturón y cumplir con las medidas que han sido indicadas por las autoridades de la provincia y el país.

Así y todo, todavía quedan demasiados por meter en cintura. Siguen apareciendo personas, sobre todo jóvenes irresponsables, quienes son incapaces de medir la complejidad de este momento y por tanto se niegan a acatar las reglas más básicas en esta pelea que libramos contra un enemigo invisible y ciertamente letal.

 Toca entonces redoblar la vigilancia e imponer el orden por encima del caos y la irreflexión, pues esa es la forma más efectiva para mejorar cuanto antes nuestra situación y entrar en la nueva normalidad.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.