Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El primer día del mañana

A través de las ventanillas del ómnibus, le pareció la misma ciudad mística y compleja de siempre: gente para aquí y para allá...¡La vida, fuera del escudo protector del hogar!

Autor:

Liudmila Peña Herrera

Lo primero fue irse a ver el mar. Pensó que sería difícil, que mucha gente saldría como a la desbandada, pero pudo escoger el color del asiento y hasta la fila para sentarse. Lo hizo con cuidado, sin tocar demasiado las cosas. La cautela es un hábito incorporado luego de tres meses con mínimo contacto humano a causa de un coronabicho que le ha trastocado la vida al mundo.

Muchas veces se preguntó, presa de la incertidumbre, cómo sería el mañana. La Habana, a través de las ventanillas del ómnibus, le pareció la misma ciudad mística y compleja de siempre: gente para aquí y para allá, movimiento en los alrededores de las cafeterías, colas con «cierta» distancia prudencial, niños corriendo en La Alameda, saltando en las aceras… ¡La vida, fuera del escudo protector del hogar!

 Pero también encontró algo extraño en los ojos de la gente, algo que no sabría explicar. No quiso pensar demasiado en ello. En cambio, decidió capturar instantes de vidas ajenas para enseñarle a la abuela, que la aguardaba en casa, cómo había sido el primer gran día después de tanto peligro. «¡El peligro! —pensó—. El peligro sigue ahí».

Miró hacia Coppelia y sintió cómo le cosquilleaba la tentación en el paladar, pero su meta estaba a una parada apenas. Allá vio a los pescadores, a la niña que corría junto a su papá. Allá se fue. 

 Y justo frente al azul infinito sintió temor, muy en el fondo; pero ya estaba allí y decidió soltarles las riendas al espíritu. Anhelaba el olor a salitre y la calma que le regala el romper de las olas contra el muro del Malecón.

 Con el cabello revuelto por la brisa y el corazón galopante, agradeció por la vida que late en los instantes menos apreciados, en la salud que no se calcula hasta que aparece la enfermedad. Agradeció porque, después de tanto tiempo y tanto futuro postergado, La Habana amaneció hermosa el primer día del mañana.

Fotos: Roberto Suárez.

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