El intendente Adiel Morera en uno de los momentos del día cuando gestiona la vida de los pineros. Autor: Roberto Díaz Martorell Publicado: 24/04/2020 | 04:52 pm
NUEVA GERONA, Isla de la Juventud.— En un escenario social complejo, con un fallecido, una tasa de trasmisión creciente, muchos casos que se detectan asintomáticos y una población que todavía no comprende cabalmente la urgencia del aislamiento social para evitar la propagación del virus, Adiel Morera Macías se multiplica día a día en gestiones para garantizar la vida de más de 84 000 pineros.
JR dialoga con este joven, vicepresidente del Grupo Económico y Social del Consejo de Defensa Municipal e Intendente en Isla de la Juventud, para conocer detalles del quehacer diario de quien tiene sobre sus hombros la responsabilidad de la alimentación y los servicios básicos a la población.
«Enfrentar la situación que vive el mundo, y Cuba, desde esta nueva estructura de dirección a nivel de país es una responsabilidad muy alta, y la prioridad es asegurar la salud del ser humano, como siempre nos ha enseñado la máxima dirección del país.
«El día tiene 24 horas y no alcanzan. Estamos a disposición del sector de la Salud. Sus sugerencias y estrategias para evitar la propagación de la COVID-19 las debatimos en el Consejo de Defensa y de ahí surgen las decisiones que adoptamos, siempre a favor de la protección del pueblo, sin dejar de asumir el resto de las actividades que ofrecen vitalidad a la economía local.
«Ese es otro asunto que me quita el sueño: garantizar los servicios básicos a la población, para que sea capaz de enfrentar el aislamiento social en medio del bloqueo económico y financiero que EE.UU. impone a Cuba. En esos instantes pienso que este es un momento clave para materializar una de las ideas del concepto de Revolución dado por el Comandante en Jefe, la de emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos, y salgo al combate con más bríos que nunca.
«Todos los días pensamos, como grupo de trabajo, cuánto más podemos hacer con lo que tenemos para garantizar, mientras dure la pandemia, la vida de 28 000 núcleos familiares, personas que deben permanecer en sus casas cumpliendo las medidas de aislamiento social.
«Es una tarea difícil: si lo hacemos bien nos aplauden; si lo hacemos mal, nos critican. Ese es el reto diario, al que se suma la incomprensión de quienes todavía desandan las calles y la de entidades que todavía no incorporan celeridad en la gestión de sus responsabilidades o a la calidad en los servicios que ofrecen.
«Mi mayor preocupación, como intendente, es quedarme por debajo de las expectativas del pueblo. Muchas personas me paran en la calle, primero porque uno es joven, y segundo, porque perciben el deseo que tenemos de sacar adelante el territorio y proyectar un futuro promisorio.
«Esa responsabilidad no es solo mía, ni del Gobierno ni del Partido: es de todos los que residimos aquí. La COVID-19 pone de relieve nuestras reservas en materia de organización de procesos productivos, de distribución, de solidaridad, y esa es una fortaleza que quedará como estilo de trabajo para el futuro.
«En lo personal, la familia siempre está preocupada por lo que estamos viviendo. Es muy difícil no poder estar ahí siempre para resolver los problemas típicos de cualquier hogar. Les doy indicaciones y preciso algunas cosas, pero no estoy físicamente presente.
«Normalmente los días son intensos… imagínate ahora con esta pandemia. Llego muy tarde en la noche y salgo temprano en la mañana, algunas veces hasta de madrugada por algo que debemos gestionar para que el territorio marche.
Constantemente estamos adoptando decisiones. Hasta en la casa las personas me visitan para plantear problemas, porque soy, además, delegado de circunscripción, y es mi deber atenderlos de manera particular.
«Prácticamente es mucho más el tiempo que le dedico al trabajo que a la familia, pero siempre están presente y aprovecho al máximo el tiempo que estamos juntos. Esos pequeños ratos con los míos y los resultados negativos de las pruebas que enviamos al IPK, son mis momentos más felices ahora, como una luz dentro del túnel. Al menos me bajan las tensiones, aunque nunca la guardia.
«El momento más desagradable fue cuando falleció el profesor Domingo. Es el único caso, pero siempre la pérdida de una vida humana es motivo para estar triste. Y realmente nos sorprendió, porque habíamos trabajado duro para evitar que el virus entrara a la Isla; habíamos reforzado las fronteras y estábamos limpios hasta entonces. Fue además muy difícil, por todos los protocolos que exige un caso como ese. Estuvimos todo el tiempo con la familia y fue muy triste, la verdad. Tu propia familia se convierte en una fortaleza en situaciones así.
«Ahora, y mientras dure este escenario complejo, seguimos en pie de guerra, porque esta es una guerra diaria contra la indisciplina, la incomprensión y la incapacidad, en aras de romper la cadena de transmisión asociada a los eventos identificados como positivos e iniciar entonces otra proyección de futuro. Al menos estamos en condiciones y con conocimientos suficientes para hacerlo mejor».