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¿Qué hacemos con las cifras?

La población cubana posee un conocimiento actualizado de la situación de la Covid-19 en el país. Pero, ¿se es consciente de lo que significan las cifras y la información? ¿La población actúa de forma consecuente con lo que dicen los números?

Autor:

Liudmila Peña Herrera

No soy amiga del uso continuo de las cifras. A veces, tantas cifras se convierten en eso: cifras, cifras y más cifras. Para que una información con ellas sea impactante, movilizadora; para que la gente se vea representada en esos números, hay que tener la capacidad de interpretarlos, que es algo así como echarlos en un aparato —¿el cerebro humano?—, procesarlos y devolverlos con un nuevo significado que se cuele por el sentimiento de la gente, que les diga algo más que un dato. Tal habilidad no es nada fácil. A mí, particularmente, me ha costado mucho hacerlo.

Pero ya Cuba tiene 669 positivos a la Covid-19 —alguien podría decir que «pocos», si comparamos tal acumulado con los de otras naciones. Todavía habrá quien diga «pocos» si tiene el privilegio de no contar con alguien cercano y querido entre los sospechosos, bajo vigilancia epidemiológica, enfermos o fallecidos.

Estos últimos ya son 18. ¿Pocos? Mejor evitemos las comparaciones: una sola vida importa, ¡imagínense 18! Enfoquémonos en esta realidad que nos ha tocado vivir y en cómo podemos contribuir a que ese pico que se calcula para finales de abril o mediados de mayo (depende de la conducta social en función de contener la expansión) llegue con la menor cantidad posible de pacientes y de fallecidos.

Hace unos días, investigadores de varias áreas del conocimiento mostraban en la Mesa Redonda algunas probabilidades que se estudian para «ir delante» de la enfermedad, prueba de que se trabaja duro en el país, con integralidad y capacidad de previsión. Se ponen así los recursos y el arsenal científico en función de las vidas (de las nuestras y de las de tantos seres humanos en el mundo); pero creo que todavía falta mayor sentido del deber individual. Y eso, desgraciadamente, conspira contra toda la voluntad, el esfuerzo e, incluso, contra todo el peligro que enfrenta el personal de salud que está luchando cara a cara contra el Sars-Cov-2.

Mientras haya gente que no entienda que su valentía radica en no salir, en encontrar utilidad de su puerta para adentro; mientras sean demasiados los que piensen que es exageración tanto hipoclorito en las manos y en las suelas de los zapatos a la entrada de los hogares; mientras queden personas que no vean nada negativo en darse un saltico hasta la casa del vecino o de los familiares, con tal de salir del encierro; mientras persista la idea de que no tengo cómo infectarme porque no estoy en contacto con nadie que haya viajado (¡todavía hay quien piensa así!); mientras haya quien crea que esos 669 pacientes son un número, una cifra, y no una posibilidad real de contagio (una cadena de contactos que hay que seguir hasta la última persona que quizá no se detecte porque estuvieron juntos en una guagua, tocaron el mismo asiento, pero no se conocen); y, desgraciadamente, mientras no se entienda que nadie está exento de enfermar y que esos 18 fallecidos tuvieron nombre, familias, historias, proyectos…, no habrá una completa y real percepción del riesgo que corremos.  

Las estadísticas de este domingo nos dicen que, de los 49 nuevos positivos, la mayoría se descubrieron de manera asintomática. Esto significa que ni tos, ni catarro, ni dolor de garganta…; significa que, sin saberlo, cualquiera puede ser portador sin un indicio de alarma. Significa que no es exageración cualquier medida preventiva, y también que se trabaja intensamente para descubrir y cortar las cadenas de contagio con tal de librarnos de la enfermedad.  

Los cálculos dicen, asimismo, que el porcentaje de la población joven infectada ha sido mayor que el de los adultos mayores. Eso tiene que servirnos para algo: los laboralmente activos imprescindibles, a extremar las medidas de protección; el resto, quieto en casa, restando posibilidades al contagio.

Lo han dicho el Presidente Miguel Díaz-Canel y el ministro de Salud Pública, José Ángel Portal: no estamos en el peor momento. ¿Comprendemos lo que eso significa? ¿Hacen falta cifras mayores para que lo entendamos? Ojalá que no.

Sara Liz Ricardo Suárez:

A mí me duelen esos fallecidos de igual manera que los miles en otros lugares: son hijos sin padres, nietos que no verán más a sus abuelos; es dolor, tristeza infinita (…) Me duele, me molesta sobremanera tanta irresponsabilidad, mientras tantos se juegan la vida por todos.

Lachi Leyva:

De acuerdo. Mientras no sintamos en la piel lo que significa cada número, no estaremos haciendo lo que nos toca. Hay cierto triunfalismo porque algunos territorios aún no muestran grandes afectaciones y muchos piensan que en unos días esto será historia. Ojalá no haga falta un sufrimiento íntimo para que todos entendamos que ninguna medida es exagerada y que la única opción para evitar enfermar es quedarse en casa.

Yisel Leyva González:

Si se quedan en casa nuestra batalla en los hospitales será más fácil de ganar. Solo se les pide que estén con sus familiares en sus casas.

Divis Nubia Vázquez Rogena

Por el bien de todos habrá que poner más dura la mano todavía. Hay gente que no ha «dado cabeza» a esta cosa horrible que vivimos y su irresponsabilidad puede llevarnos por mal camino. Necesitamos que, si ellos no lo hacen, sean obligados por las autoridades a cumplir, pues se nos acaba el tiempo.

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