El abanderado Autor: Raúl Martinez Publicado: 29/12/2018 | 10:46 pm
NO hay Revolución sin cantores, sin versos, sin imágenes. No existirían sin ellas. Primero, el sonido de la pólvora y luego, el sonido de la metáfora. Épicas o íntimas, cada cantor con su propio estilo y su propia experiencia, suma su voz a lo que se construye, se sueña, se sufre, se reinventa. Cada verso tiene su propia lógica, cada poeta tiene su propio tiempo, y en él navega.
«Las revoluciones no son paseos de rivera», escribió una vez Alfredo Guevara. Son torrenteras. Así el verso chisporrotea o se apacenta, busca su ritmo, desanda. La palabra quiere estallar o quiere acariciar. Juventud Rebelde quiere saludar este enero, quiere acompañarle, quiere apostar por la fuerza irrefrenable de la poesía. Al modo de decir martiano: Solo el amor penetra.
Por esta libertad
Fayad Jamís
A Manuel Navarro Luna
Por esta libertad de canción bajo la lluvia
habrá que darlo todo
Por esta libertad de estar estrechamente atados
a la firme y dulce entraña del pueblo
habrá que darlo todo
Por esta libertad de girasol abierto en el alba de
fábricas encendidas y escuelas iluminadas
y de tierra que cruje y niño que despierta
habrá que darlo todo
No hay alternativa sino la libertad
No hay más camino que la libertad
No hay otra patria que la libertad
No habrá más poema sin la violenta música de la
libertad
Por esta libertad que es el terror
de los que siempre la violaron
en nombre de fastuosas miserias
Por esta libertad que es la noche de los opresores
y el alba definitiva de todo el pueblo ya invencible.
Por esta libertad que alumbra las pupilas hundidas
los pies descalzos
los techos agujereados
y los ojos de los niños que deambulan en
el polvo
Por esta libertad que es el imperio de la juventud
Por esta libertad
bella como la vida
habrá que darlo todo
si fuere necesario
hasta la sombra
y nunca será suficiente.
Muchacha recién crecida
Nicolás Guillén
(Texto para una canción a dos voces)
PRIMERA VOZ
Revolución, eres una
paloma que va volando
de noche bajo la luna.
En la soledad montuna,
todos a una voz de mando,
contigo pasan soñando,
paloma que vas volando
de noche bajo la luna.
SEGUNDA VOZ
La ve mi amor que camina
por un camino empedrado
que un sol de hierro ilumina:
lleva el puñal y la espina
temblándole en el costado;
la persigue el yanqui armado,
por el camino empedrado
que un sol de hierro ilumina.
LAS DOS VOCES
¡Ay, paloma que nació
en la Sierra y bajó al llano,
y en sierra y llano creció!
Muchacha recién crecida,
dame la mano,
toma mi vida;
con dos y dos,
con cuatro y cuatro,
te sigo yo.
PRIMERA VOZ
En calle y plaza,
contra el puñal, pecho y coraza.
SEGUNDA VOZ
Contra la espina,
en calle y plaza, tu flecha fina.
LAS DOS VOCES
Desde el monte, monte,
desde el monte vienes tú:
pon contra el yanqui
el campo verde, la tierra libre y el cielo azul,
y una guirnalda de pólvora
y una bandera sonrisa
y un gallo de cresta fija,
curvas espuelas de luz!
Muchacha de sierra y llano,
muchacha recién crecida,
dame la mano,
toma mi vida;
con dos y dos,
con cuatro y cuatro,
te sigo yo.
Machete y flor.
Paloma y viento.
Te sigo yo.
Gran día de enero
Juan Almeida Bosque
Esta noche quisiera,
mucho más que otras veces,
que no te fueras lejos
para salir contigo.
Esta noche de todos,
de saludos y besos,
quiero también sea mía,
compartida contigo.
Hoy que todos se unen,
esperando la fecha
que dio inicio al gran día
de banderas y gritos,
de aplausos y alegrías;
ese día de enero
que acabó con lo injusto
para ser compañeros.
Después de los afectos
a todos los queridos,
en esta linda noche
dedica unos minutos
y llévame del brazo
a caminar contigo.
Marcha triunfal del Ejército Rebelde
Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí)
¡Primero de Enero!
Luminosamente surge la mañana.
¡Las sombras se han ido! Fulgura el lucero
de la redimida bandera cubana.
El aire se llena de alegres clamores.
Se cruzan las almas saludos y besos,
y en todas las tumbas de nobles caídos
revientan las flores y cantan los huesos.
Pasa un jubiloso ciclón de banderas
y de brazaletes de azabache y grana.
Mueve el entusiasmo balcones y aceras,
grita desde el marco de cada ventana.
A la luz del día se abren las prisiones
y se abren los brazos: se abre la alegría
como rosa roja en los corazones
de madres enfermas de melancolía.
Jóvenes barbudos, rebeldes diamantes
con trajes olivo bajan de las lomas,
y por su dulzura los héroes triunfantes
parecen armadas y bravas palomas.
Vienen vencedores del hambre, la bala y el frío
por el ojo alerta del campesinado
y el amparo abierto de cada bohío.
Vienen con un triunfo de fusil y arado.
Vienen con sonrisa de hermano y amigo.
Vienen con fragancia de vida rural.
Vienen con las armas que al ciego enemigo
quitó el ideal.
Vienen con el ansia del pueblo encendido.
Vienen con el aire y el amanecer
y, sencillamente, como el que ha cumplido
un simple deber.
No importa el insecto, no importa la espina,
la sed consolada con parra del monte,
el viento, la lluvia, la mano asesina
siempre amenazando en el horizonte.
¡Solo importa Cuba! Solo importa el sueño
de cambiar la suerte.
¡Oh, nuevo soldado que no arruga el ceño
ni viene asombrado de tutear la muerte!
Los niños lo miran pasar aguerrido
y piensan, crecidos por la admiración,
que ven a un rey mago, rejuvenecido,
y con cinco días de anticipación.
Pasa fulgurante Camilo Cienfuegos.
Alumbran su rostro cien fuegos de gloria.
Pasan capitanes, curtidos labriegos
que vienen de arar en la Historia.
Pasan las marianas sin otras coronas
que sus sacrificios: cubanas marciales,
gardenias que un día se hicieron leonas
al beso de doña Mariana Grajales.
Con los invasores, pasa el Che Guevara,
alma de los Andes que trepó el Turquino,
San Martín quemante sobre Santa Clara,
Maceo del Plata, Gómez argentino.
Ya entre los mambises del bravío Oriente,
Sobre un mar de pueblo, resplandece un astro:
ya vemos... ya vemos la cálida frente,
el brazo pujante, la dulce sonrisa de Castro.
Lo siguen radiantes Almeida y Raúl,
Y aplauden el paso del Héroe ciudades quemadas,
Ciudades heridas, que ya están curadas,
y tienen un cielo sereno y azul.
¡Fidel, fidelísimo retoño martiano!,
asombro de América, titán de la hazaña,
que desde las cumbres quemó las espinas del llano,
y ahora riega orquídeas, flores de montaña.
Y esto que las hieles se volvieron miel,
se llama…
—¡Fidel!
Y esto que la ortiga se hiciera clavel,
se llama...
—¡Fidel!
Y esto que mi Patria no sea un sombrío cuartel,
se llama…
—¡Fidel!
y esto que la bestia fuera derrotada por el bien del hombre,
y esto, esto que la sombra se volviera luz,
esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre…
¡Fidel Castro Ruz!
Enero de 1959
Revolución nuestra, amor nuestro
Roberto Fernández Retamar
El primer año, después del deslumbramiento y la certidumbre de la patria,
Ya sabíamos que los fuegos apagados en la Sierra
Volverían a encenderse, para que la isla se conservara
Como la habíamos soñado, como la habíamos conquistado.
El segundo año nos encontró con las armas en la mano, felices
De poder compartir el riesgo y la gloria
Que conocieran apenas ayer los hombres mejores,
Los de la barba y la esperanza en medio de la noche oscura.
Al tercer año estábamos enriquecidos con una gran victoria
Y llenos de más letras, más armas y más decisiones.
En el cuarto año, Revolución nuestra, amor nuestro,
Ya hemos muerto y renacido muchas veces,
Y ya sabemos del todo que eres inmortal, que eres hermosa y dura
Como los astros. Mejor aún: como el pueblo
Que te ha ido haciendo y que tú has ido haciendo,
Revolución nuestra, amor nuestro.
Obra Milicias campesinas, de Servando Cabrera
Declaración de amor a Santiago de Cuba
Roberto Fernández Retamar
Aunque naciste muchas veces, y antes de algunos de esos
nacimientos
Ya conocí tus laberintos, tus sorpresas,
Ahora que voy a hablarte de mi amor
Has nacido naturalmente mujer, cuando el trueno del Moncada.
Tus sangres, venidas de otra parte, conducían con ansiedad
a ti.
Estás hecha de himno y de jazmines.
Salvas la vida de las mariposas.
Inventas la noche en tu pelo, haces respirar con tu sonrisa.
Dignidad del sol real, colinas de piel bruna,
Pétalos de tus pechos sobre los que pone el Caribe sus
azules, sus verdes.
A nadie pertenecen, sino a ti y al amor;
Cálida bahía sellada, musgo de sombra húmeda,
Casas a tumbos hacia el mar,
Parques bajo las estrellas, entre los besos,
Sino a ti y al amor.
De pronto, en un relámpago, te haces toda bandera.
Husmeas la manigua como un animal sagrado.
Cumplirás otra vez tu promesa de mambisa
Altiva y pudorosa y justiciera y alma.
Eres el fuego, eres el rayo, eres el temblor de la tierra.
Eres clandestina, eres la cordillera contra el cielo.
En ti la hermosura es combatiente.
El combate es hermoso. Echas
Con la mano de miel el cabello negrísimo hacia atrás.
Tus ojos son ascuas en la tiniebla, ternura incandescente
Vas a nacer de nuevo, pero ahora entre mis brazos.
Obra Isla 70, de Raúl Martínez