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Esto está «de padre»

¿Dónde, cómo y cuándo, sobre qué normas, manuales y escuelas se aprende a ser papá? Desde el enfoque de interesantes fotogramas de la vida misma, JR le pone debate, vivencia de calle y sicología a un especial domingo de celebración

 

Autor:

Yoelvis Lázaro Moreno Fernández

«Oye, familia, tranquila, que el domingo 17 estoy allá. Dile a papi que me espere como siempre. Voy con los tres niños; ya conseguí dos buenos «rifles» Mulata y vayan viendo bien lo de la mesa de dominó. ¿Que si vamos a jugar hasta por la noche? ¡Claro! Ah, pídele a mi hermana que trate de comprar un “queicito” aunque sea de panetela dura. Tú sabes que a los muchachos les gusta… y hay que buscarles algo pa’ entretenerlos. No se preocupen por lo demás. La cabeza de puerco pa’ la caldosa la va a poner Ramón. Verdad que ese cuñado mío…».

 El peculiar anuncio, lanzado a viva voz a través de un celular, en medio del tumulto sandunguero y caluroso de un P11 capitalino en los albores de este junio medio pasado por agua, tienta de momento la agudeza de un oído a veces entretenido, cuyo dueño se las agencia para (sobre) vivir entre las brumas que causa la organización editorial de un medio de prensa y el deseo por no dejar a un lado el filoso sentido del reportero.  

«Me quiero ir temprano, mami, pero no sé bien a la hora que llegue, porque no tengo pasaje y me voy por lista de espera. Imagínate, tú sabes cómo se pone eso… No me puedo embarcar antes, es que hay que trabajar hasta el sábado por la tarde. Después seguimos hablando, que se me acaba el saldo de la recarga especial de tía. Un beso, dile a abuela que se cuide. Chao».

Y terminó aquel campechano pasaje telefónico así como así, como se perciben y terminan otros y otros en cualquier lugar de cualquier campo y ciudad de este país. Entonces una señora, atenta a la conversación y sin otra alternativa que escucharla, al igual que el periodista, bajo esa «mística» única del P11, tan provocadora de llevarnos a sucumbir ante determinadas intimidades públicas, saltó y le dijo sorprendida a una mujer que viajaba con ella:

«Teresa, ahora que oigo esto es que me doy cuenta de que el domingo 17, el que viene, es el Día de los Padres. Yo ni me acordaba. ¡Qué cosa! Trataré de ir al cementerio por la mañana si puedo, y veré qué hago después, porque mis hijos se van para casa de su papá a fiestar… Ni que él hubiera sido tan preocupado cuando ellos estaban chiquitos. Bueno, así es la vida. Mientras más yo les he explicado lo injusto que él fue conmigo después que me dejó, menos caso me hacen a mí. ¡A mí!, la que los parió y los tuvo nueve meses en la barriga».

Pero Teresa, ni corta ni perezosa, conocedora al parecer del pasado que tanto ofendía, atajó a tiempo aquel desboque. «Ya está bueno, María Elena, que siempre estás en lo mismo. José Ricardo se divorció de ti, y a los muchachos los siguió atendiendo. Los venía a ver todos los fines de semana, los sacaba a pasear y les daba dinero. ¿Qué más querías que hiciera?».

«Ay, tú siempre dándole la razón al que no la tiene. De esto no vamos a discutir, porque no sería la primera vez que lo hacemos, y ese es un problema que a estas alturas del campeonato no vale la pena, como dice Calviño», sentenció la mujer, justo en el instante en que un frenazo imprevisto, casi llegando a la populosa tienda de Carlos III, puso a todo el mundo en la misma órbita: «Chofe, viejo, despacio. Vas a tener que aprender a manejar».

Aprender a manejar, ir despacio, llegar a viejo, ser el mejor chofer de uno mismo. Se cuestionaba entonces el reportero, quien todavía no es papá, pero pudiera serlo, cuando puso pie en tierra otra vez, y comenzó a cavilar en torno a lo que había presenciado a bordo a aquel P, que sin ser una película, atesora perennemente invaluables fotogramas de la vida.  

¿De qué modo celebran los padres cubanos su día? ¿Dónde, cómo y cuándo, sobre qué normas, manuales y escuelas se aprende a ser papá? ¿Por qué los progenitores masculinos cargan con el estigma social de poder ser cualquiera? ¿Qué corresponde al rol paterno: erigirse en simple proveedor, actuar como auxilio, querer sin otros compromisos, mirar desde la barrera y no decir para evitar problemas?  

El reportero sigue teniendo más preguntas que respuestas, pero la sicología, como esa búsqueda perpetua hacia el ser humano, pudiera ayudarnos a desdibujar tamañas interrogantes desde una sociedad como la nuestra, marcada por el peso de una historia con fuerte acento patriarcal y machista, la operatividad de unos estereotipos que tampoco debiera decirse que vienen de la nada, y determinados asignados culturales que, por suerte, muchos de ellos parecen ir cambiando.

Más allá del P11, la fiestecita prevista para agasajar, el despecho de una madre divorciada y las mil realidades que circundan a un tema complejo, la Doctora en Ciencias Psicológicas Roxanne Castellanos Cabrera, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, se ha dispuesto a acompañarnos en un debate sobre el que no existen posturas absolutas, y de poco valdrían las generalizaciones.

«Ser papá lleva un aprendizaje al que se llega partiendo especialmente del referente con que se contó. La persona puede repetir esquemas, o reflexionar críticamente acerca del patrón que tuvo, por lo que acaba reproduciendo, alejándose o enriqueciendo la experiencia cercana que conoció. Otra forma de saber más sobre cómo actuar se asocia a dominio de la información. Y un componente esencial que se debe tener en cuenta es la práctica, pasándola por la reflexión.

«Es importante destacar que el rol de padre es vinculante. No se tiene la misma relación con el primer hijo, con el segundo, que con el tercero, porque las personas son distintas. Se pueden tener principios de base importantes como, por ejemplo, ser afectuoso, cálido, preocupado, apostar por una buena comunicación, pero con cada uno de los hijos se construyen relaciones diferentes.

«Si bien está claramente establecida la responsabilidad que se asume al ser padre, con un compromiso jurídico frente a la descendencia, no hay ni escuelas ni manuales ni fórmulas prescritas. Cada cual es el progenitor que, atendiendo a las características de un contexto determinado, puede y quiere ser.

Pero hay cuestiones de índole social y cultural que nos han perfilado construcciones modélicas de lo que ha de hacer un papá, y que han comenzado a cambiar también con todas las transformaciones que están dándose en nuestras sociedades, vinculadas al genéro y a lo que distingue y compete a lo femenino y lo masculino.  

«La visión del padre como ese ser distante afectivamente, que solo apoya y provee a la familia de todo lo que haga falta para la sostenibilidad material, está reconfigurándose en nuestra propia sociedad, incluso desde el punto de vista legal, pues antes era solo la madre quien podía acogerse a la licencia de maternidad. Ya actualmente no es así.

«Sería un error creer que ha dejado de estar el patrón más patriarcal y machista, pero sí va apareciendo un concepto de padre que está, al igual que la mamá, en una mayor sintonía con las necesidades del hijo, o sea, una persona más afectiva y participativa.

«En los tribunales de familia hay madres que están reclamando no solo lo material, sino también lo afectivo, y tenemos padres que exigen cuando la mamá lo está poniendo en el lugar de que dé solo el dinero y la manutención y nada más. Todo esto son muestras de cambio». 

 Sobre la visión bastante extendida de que madre hay una sola y padre puede resultar cualquiera, Castellanos Caballeros comenta que hay un elemento biológico de peso. «Nadie puede negarle a una mujer que tiene un niño en su vientre. De algún modo en eso encuentra sustento la frase. Pero ya todo lo otro es social. Ni todas las madres asumen una postura de sacrificio íntegro, ni todos los padres se desentienden con facilidad de sus hijos.

«Cuando los dos progenitores están presentes afectivamente, el niño es muy claro en manifestar sentimientos, y trasmitir una vivencia que legitima tanto a su mamá como a su papá. Los dos le son importantes por igual».

 Por ello valdría celebrar tanto el Día de los Padres como de las Madres, aunque la profesora considera que el festejo materno tiene más veneración y solemnidad, y el de los papás es más divertido, sobre todo con opciones recreativas pensadas para ellos mismos.   

 La especialista enuncia algunos consejos para jóvenes que apuesten por la paternidad en los próximos años. «Hay que saber escoger bien el proyecto de pareja; es decisivo para lo que puede venir después. También hay que evitar la presión externa. Muchas veces la decisión de la paternidad se deriva de la decisión de la mamá. Y eso puede afectar el compromiso con que ese hombre asume su rol.

«Lo otro es disfrutarlo, y no pensar con afán si se está haciendo bien o mal».

Doctora en Ciencias Psícologicas Roxanne Castellanos Cabrera Foto: Abel Rojas Barrallobre

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