La incidencia de infecciones respiratorias en los niños se incrementa comúnmente en Cuba entre septiembre y diciembre, y más aún tras el paso de un huracán, cuando los gérmenes pueden encontrar condiciones favorables para su propagación.
Roberto Álvarez Fumero, especialista en Pediatría y jefe del Departamento Materno-Infantil del Ministerio de Salud Pública, explica que aunque la mayoría de las enfermedades infecciosas respiratorias son virales y pueden ser curadas sin traer mayores consecuencias, el diagnóstico y tratamiento oportuno es lo que garantizará una evolución satisfactoria.
«Existe un grupo de niños con elevado riesgo de padecer infecciones respiratorias y complicaciones asociadas a ellas, entre los que se encuentran los menores de un año y de tres meses, los que nacieron pretérmino, con bajo peso o con una malformación congénita —operada o no—, y aquellos que tienen alguna enfermedad neuromuscular», abunda el especialista.
Otro grupo de niños que presentan alto riesgo para adquirir estas infecciones y no evolucionar bien, advierte el doctor, son aquellos que no reciben lactancia materna exclusiva, pues la leche materna contiene los anticuerpos naturales que la madre le transmite al bebé contra los virus y las bacterias que provocan estas infecciones.
«Los padres deben aprender a identificar los signos de alerta de estas infecciones, en especial de las frecuentes bronquiolitis. El niño con falta de aire tiene movimientos respiratorios por encima de lo normal, es decir, hasta 60 en un minuto si es menor de seis meses y hasta 50 si es mayor de esa edad.
«Otra señal es cuando la piel entre las costillitas o por encima del esternón se retrae, que es lo llamado por los médicos tiraje. También cuando los huequitos de la nariz se retraen para respirar es expresión de un esfuerzo respiratorio mayor, lo que debe ser tomado en cuenta rápidamente por los padres, quienes deben llevarlo al médico», orientó.
Álvarez Fumero precisa que la mayoría de los menores aquejados de infecciones respiratorias no requiere ingreso, pero necesitan una vigilancia estrecha, al menos durante los tres o cuatro primeros días. «Los padres deben llevarlo al médico en los días sucesivos, porque si bien el primer día esos síntomas pueden asociarse a un catarro o un virus de curso benigno, en las próximas 48 y 72 horas los síntomas pueden agravarse y aparecer entonces una neumonía que requiera ingreso y uso de antibióticos».
Un niño que emita quejidos, que rechace el pecho, que no quiera ingerir líquidos es un niño que ya manifiesta signos de preocupación, al igual que si tiene fiebre por más de 24 horas, y a su vez presenta dificultades respiratorias, insiste el especialista.
«Es importante que la familia tenga en cuenta que los bebés no deben estar cerca de familiares con catarro, porque ellos transmiten las bacterias y los virus a través del estornudo, al hablar y toser, y todavía el sistema inmunológico de estos menores no está lo suficientemente desarrollado en los primeros meses, menos aún los de aquellos que no reciben lactancia materna.
«Debe aislarse al pequeño en el hogar o tomar las medidas pertinentes, que incluyen el lavado frecuente de las manos y el uso de nasobucos por los familiares, sobre todo de la madre, si está enferma y le da de lactar».
Recomienda el doctor Álvarez Fumero que los padres respeten el tiempo de hospitalización indicado por el médico hasta tanto se decida la continuidad del tratamiento en el hogar. «Una vez egresado del centro hospitalario, los padres deben llevarle al médico de la familia el modelo de contrarreferencia, donde el médico del hospital detalla cómo debe ser el cuidado del menor en su área de salud».