Transporte en Cuba. Autor: Karla Castillo Moré Publicado: 21/09/2017 | 07:01 pm
La guagua, como especie de tortura o salvación, inspira a escritores y periodistas, quienes encuentran en sus pasillos suficiente material para sus historias.
[JR le propone disfrutar de curiosas historias sobre choferes y pasajeros: pinche aquí]
Y es que estos artefactos rodantes son así, un ajiaco de pensamientos mezclados, sudor y deseos colectivos y compartidos de llegar rápido y bien al lugar de destino.
Esta semana el equipo de JR Podcast hizo algo inusual. Nos montamos en una guagua de La Habana. Una de esas bien calurosas y abarrotadas de personas. Una vez arriba, le preguntamos a las personas:
- ¿En qué piensas cuando te mencionan la guagua?
- ¿Crees que pudieran verse como un laboratorio social y andante de lo que es Cuba?
- ¿De qué se habla en su interior?
- Si pudieras, ¿qué cambiarías de ellas?
[Escuche en Ivoox las respuestas a estas preguntas]
Nadie quedó sin hablar
«¿La guagua? Ese es un fenómeno tremendo. ¿Qué quieres que te diga del transporte? Nos golpea. Pero es muy buena… uno conoce mucha gente comunicativa. En Cuba es una comedia, un teatro», nos dice sonriente un hombre joven mientras se sostiene, para no caer.
Aún así, en medio de su optimismo, reconoce la existencia de «carteristas, “jamoneros”, el mal educado, los que no le dan el asiento a los ancianos, no piden permiso…». Para él, lo mejor sería un incremento en las opciones del transporte urbano en todo el país: «Hay mucha gente “flotando” en la calle», dice.
Miriam, una señora cerca de él, acota: «Existen momentos en el día en que tú no ves transitar la guagua. Yo vengo de San Miguel [en La Habana] todos los días. Llego a mi trabajo a las seis de la mañana, salgo del trabajo a las cuatro de la tarde y cuando regreso a mi casa… a veces son dos o tres horas para coger un ómnibus».
Otros entrevistados, entusiasmados por la conversación que tiene lugar en el corazón de este popular medio de transporte, ventilan algunos problemas ante nuestros micrófonos.
«¿Por qué la guagua la cobran a cuarenta quilos y no dan vuelto cuando se paga un peso?» y ¿por qué los choferes no se detienen en las paradas cuando están vacías pero no hay un inspector para controlarlos?», fueron dos de los cuestionamientos más repetidos.
En una parada, donde también conversamos con algunas personas, una madre con cara de apuros nos comenta: «Es un caos. Ahora mismo estamos esperándola. Tenemos que estar a la una de la tarde en un lugar y no sabemos cuándo vamos a llegar…».
Foto: Karla Castillo Moré
Extrañas historias
Cuando uno motiva a debatir sobre las guaguas, puede escuchar las historias más extrañas.
Así, oímos sobre el encuentro incómodo entre el pescado chorreante de un señor y la ropa de una mujer que iba camino al hospital. O la anécdota de una jovencita que en pleno arranque de la guagua, se desbocó y terminó agarrada al cuello de la madre.
La mayoría concuerda con el criterio de que las guaguas pueden ser «difíciles, complicadas y hasta sucias». En ellas, apuntan, se visibiliza la poca solidaridad de muchos hacia el prójimo.
Últimamente parece estar en decadencia el respeto hacia la mujer o a las personas mayores, nos alerta un muchacho.
Taxis, coches y motos son otras formas de transporte usadas en diferentes regiones de Cuba. Foto: Karla Castillo Moré
«A mí las guaguas cuando se llenan no me gustan, pero cuando están vacías uno está mejor», nos señala un niñito de cinco años.
Su hermana agrega: «Los niños entran y las guaguas están llenas de personas mayores que, en vez de darles el asiento a ellos o a las embarazadas, se los cogen. Yo quisiera decirles que por favor nos dieran el asiento, nosotros también tenemos que sentarnos».
Mayor cantidad de guaguas en circulación, cambios en su imagen, mejores tratos por parte del chofer u otro personal de las empresas de transporte, son esas sugerencias comunes de quienes aspiran a una transformación del transporte.