Este lunes los asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes recorrieron sitios emblemáticos en la ciudad de Pinar del Río. Entre ellos se encontraba Ramón Pez Ferro (al centro), uno de los jóvenes que desde Artemisa, en la otrora provincia de Pinar del Río, marchara hasta Santiago bajo las órdenes de Fidel. Autor: Rafael Fernández Publicado: 21/09/2017 | 07:01 pm
PINAR DEL RÍO.— Antes de morir, con una osadía tremenda, aquellos jóvenes pinareños desafiaron el peligro, amaron a escondidas, estudiaron y prometieron a sus padres cuidarse, mantenerse vivos, aunque al final no pudieron cumplirlo.
A esos que entregaron todo por los sueños de un futuro mejor y una Patria más digna, va dedicado el proyecto revolucionario. «Ese es el mejor homenaje que se les puede hacer a los mártires: defender la Revolución. Yo me siento pinareño, nací en Candelaria y estudié en Artemisa», dice Ramón Pez Ferro, uno de los jóvenes que desde tierra artemiseña, en la otrora provincia de Pinar del Río, marchara hasta Santiago bajo las órdenes de Fidel para sumarse a la gesta del Moncada.
«Pinar era muy atrasada y hoy se ven los logros de la Revolución; no tiene la sede del 26 de Julio por simple designación, aquí se notan los cambios. Además, había en el territorio un movimiento y efervescencia revolucionaria muy grandes en aquella época. Recuerdo que después del Moncada estuve preso unos cinco meses, y hubo una gran manifestación del estudiantado y del pueblo para que nos soltaran», comenta.
Junto a más de 30 pinareños, Pez Ferro fue hasta el Oriente a dar el golpe necesario a la tiranía. Encontró Fidel en estos jóvenes vueltabajeros (según los antiguos límites de la provincia), en su mayoría de Artemisa y Guanajay, la valía necesaria para hacer honor al Maestro en el año de su Centenario.
Tradición de lucha
Según explica Juan Carlos Rodríguez Díaz, historiador de la ciudad, no fue casual que Fidel viniera hasta Pinar a sumar combatientes. Tenía Vueltabajo una epopeya a la que no siempre se le hace justicia en los libros de historia.
«Cuando analizamos los hechos del 26 de Julio tenemos que tener en cuenta, en primer lugar, las tradiciones de lucha del Occidente cubano, que afincan sus raíces en el propio siglo XIX con la participación de los jóvenes pinareños en la gesta del 68, en la Tregua Fecunda junto a Martí, y la incorporación casi masiva a la contienda del 95.
«La provincia llegó a tener en las filas del Ejército Libertador entre 4 000 y 6 000 combatientes, al término de la guerra. El Titán de Bronce, que compartió el movimiento invasor y la campaña con los pinareños durante 305 jornadas en el antiguo territorio físico de Pinar del Río, reconoció con creces el valor de esa juventud», señaló el historiador.
Ante la Enmienda Platt y la intervención norteamericana fueron varias las manifestaciones de rebeldía que protagonizó el pueblo pinareño. Existían entonces las ansias libertarias también en el Occidente. Ansias que perduraron a lo largo de los años, mientras en el estudiantado de esta región se formaban las más profundas concepciones revolucionarias en jóvenes de la talla de Antonio Guiteras Holmes, quien estudió en los escolapios, y de Julio Antonio Mella, que realizó sus exámenes en el Instituto de Segunda Enseñanza para ingresar en la Universidad de La Habana.
Destaca el historiador que la tradición de lucha se entronca con las protestas contra la dictadura de Machado en el año 31, cuando un grupo se alzó en Ceja del Negro; la acción terminó con una gran matanza. Entre los alzados estaba Alberto Sánchez Méndez, joven guiterista, que murió en España como comandante durante la Guerra Civil.
Asimismo, el Parque de La Independencia fue escenario de manifestaciones y protestas en rechazo al golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.
Espíritu rebelde
Precisa Rodríguez Díaz que en Pinar existía lo que Blas Roca definía como caciquismo político. Los grandes consorcios pertenecían también a renombrados políticos; muy pocos eran dueños de mucho. Las actas judiciales demuestran que en 1952 y 1953 había una muy arraigada fuerza revolucionaria que reaccionaba ante ese contexto.
«Por eso cuando Fidel conoce en La Habana a José Suárez Blanco, líder de la juventud ortodoxa en Artemisa, viaja y se entrevista con los pinareños. Esa localidad se convierte en el epicentro del movimiento conspirativo. Pero Fidel no se queda allí, y acompañado por Suárez Blanco, Abel Santamaría y Boris Luis Santa Coloma viaja a Guanajay y a Pinar; aquí también van a organizar el movimiento», apunta el historiador.
Resalta que Fidel viene a Pinar, se reúne con un grupo de jóvenes en los altos del inmueble que hoy ocupa el telecentro, y recibe el compromiso de una estructuración del movimiento como él requería.
Después se traslada al Hotel Presidente, intercambia con jóvenes de la Ortodoxia que poseen un profundo sentido patriótico. Va hasta el reparto Oriente y dialoga con el dirigente sindicalista conocido como Juanito, el Tabaquero. También llega hasta el puerto de La Coloma para conocer a integrantes de un núcleo primordial que radica en este lugar.
«Fueron varias las visitas de Fidel al territorio, tal es así que no se puede contabilizar con exactitud cuántas veces estuvo en esa época por acá», explica el historiador Juan Carlos Rodríguez.
Martianos de corazón
Fidel se mueve intensamente por la provincia. Arriba a Consolación, Candelaria, San Cristóbal, Guane. Asegura Rodríguez Díaz que el Comandante en Jefe tenía como «tapadera», para no llamar la atención, ser uno de los asesores jurídicos de una compañía de arroz que se llamaba Guanahacabibes S.A., ubicada en los predios de lo que es hoy Sandino.
«Hay que reconocer la forma tan honda en la que él caló en los jóvenes que estaba seleccionando —argumenta el historiador—. Por eso en su discurso del 76 reconoce que de Pinar del Río salió uno de los mejores contingentes de hombres que fueron al Moncada y al Carlos Manuel de Céspedes. Una juventud patriótica, con una martianidad y eticidad extraordinarias.
«La mayoría del núcleo inicial pertenecía a Artemisa, Guanajay y a la propia ciudad de Pinar del Río, como es el caso de José Antonio Labrador y Lázaro Hernández Arroyo.
«No menos importante es que Pinar tiene el privilegio de ser uno de los lugares donde se imprimió La Historia me absolverá. Siempre se ha planteado que en la imprenta de Nenito Gener, en San Juan y Martínez, se hizo una de las tiradas que circuló por toda Cuba», explica Rodríguez Díaz.
Sangre pinareña en la historia
Este escenario revolucionario se mantiene durante toda la década de los 50. Más de cien jóvenes pinareños dieron la vida en esa etapa. «No fue casual que a la cita del Palacio Presidencial el 13 de marzo del 57 fueran 16 combatientes del territorio, 12 de los cuales murieron. Tampoco las tantas parejas de hermanos que en esta localidad resultaran asesinadas: los hermanos Saíz, los Barcón, los Cruz… Aquí se hicieron asesinatos selectivos», asegura.
Ejemplo de la rebeldía y el ímpetu pinareños son los 50 muchachos que se alzaron el 30 de noviembre por si el Granma no podía desembarcar por el Oriente y tenía que hacerlo por un punto de la costa sur del Occidente cubano.
Toda esa valentía se pagó con altas cuotas de represión y sangre: en noviembre del 58, en la zona de Cabañas, la dictadura asesinó a 22 jóvenes en menos de 30 horas.
El 26 de julio de 1958 se abrió el Frente Guerrillero en Pinar, liderado por el Comandante Dermidio Escalona, bajo orientaciones precisas de Fidel: apoyar a la columna de Camilo cuando llegara al Occidente del país, abrir cuatro columnas combativas, dominar toda la Cordillera de los Órganos, y realizar pequeñas acciones que obligaran a la tiranía a desconcentrar fuerzas del Occidente y de la Sierra Maestra.
«La última etapa de lucha inmortalizó a jóvenes como Raúl Sánchez, Carlos Hidalgo, Lázaro Acosta, Justo Legón Padilla y Rafael Ferro Macías, símbolo del liderazgo y la resistencia del Movimiento 26 de Julio en la ciudad de Pinar del Río, que fue cazado a tiros en la calzada de La Coloma», rememora el historiador.
«También están Ceferino Fernández e Isidro de Armas, médico del Frente Guerrillero que ayudó a los niños pobres de toda esa sierra. No podemos olvidar que en el Granma vinieron nueve combatientes de Pinar del Río, algunos de ellos veteranos de los asaltos».
El uso de los símbolos del movimiento también fue muy fuerte en la provincia. Circularon varios boletines y manifiestos. Se destacaron, además, las mujeres del Movimiento 26 de Julio como Rosalba Bencomo, Marina Azcuy, Blanca Hidalgo...
La propaganda se colgaba en distintos lugares de la ciudad, se hizo gala de ella en las elecciones convocadas por la tiranía: el Frente Guerrillero ondeó en las faldas del Pan de Guajaibón una gran bandera elaborada por manos de mujeres, las mismas que bordaban los brazaletes.
Lázaro Acosta hizo ondear una del 26 de Julio en homenaje a los hermanos Saíz, en lo alto de la torre de transmisión de Radio Progreso. Cuando amaneció casi toda la ciudad podía verla. Pasaron horas antes de que pudieran retirarla, pues el audaz joven también colgó algo que a la distancia parecía una bomba, solo para confundir.
Así se teje la entrega de los pinareños a la causa de la liberación, marcada por la ética y pasión con la que se dieron a ella.