Recibe Eusebio Leal medalla conmemorativa por los 70 años de la UNESCO. Autor: Christian Erland Publicado: 21/09/2017 | 06:18 pm
Irina Bokova, Directora General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), entregó al Historiador de La Habana el galardón que simboliza la paz, elaborado por la casa de joyería y prestigiosos objetos Arthus-Bertrand, establecida en París desde 1803.
Bokova, quien ocupa el cargo desde 2009, viajó a Cuba para participar en la Tercera Reunión de Ministros de cultura de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños donde aseguró, se concertaron «acciones culturales que queremos llevar a cabo en los próximos años y así contribuir al desarrollo sostenible de los países» de la región.
En el otrora Palacio del Segundo Cabo, restaurado gracias a la estrecha colaboración entre la Oficina del Historiador de La Habana, la Unesco y la Unión Europea, la Directora General describió a La Habana, declarada por la Unesco en 1982 Patrimonio de la Humanidad, como «una ciudad resultado del mestizaje, núcleo de unión del continente americano con los otros continentes».
«Es un excelente ejemplo de gestión patrimonial en beneficio de su población y sus visitantes —agregó—. La ciudad, sus edificios, las expresiones culturales de sus habitantes son vectores de conocimiento, saberes simbólicos que hacemos propios y que son la base de la creación, la innovación y la cohesión social, el diálogo y la resolución de conflictos».
Y aseguró: «...la gestión de esos saberes, de ese conocimiento, en beneficio de todos por un futuro mejor, no es tarea fácil. Aquí se está logrando, gracias al compromiso, dedicación y liderazgo de una persona extraordinaria. Gracias a él y a su magnífico equipo de profesionales, esta ciudad, patrimonio de todos nosotros, es un ejemplo de restauración y conservación patrimonial».
Instantes antes de entregarle la Medalla conmemorativa al Historiador de La Habana, le expresó: «Eres un vector de conocimiento simbólico, un puente que conecta los países por la vía del diálogo para conocernos mejor y resolver nuestros conflictos, para proteger nuestro patrimonio. Eres un símbolo para la Unesco, un ilustrado humanista, un hombre de nuestro tiempo. Gracias por todo lo que has hecho. Gracias por todo lo que te queda por hacer».
Eusebio Leal agradeció a Irina Bokova su extraordinaria generosidad y evocó los tiempos en que siendo un niño lleno de sueños carecía de conocimientos que luego fue completando con una formación autodidacta hasta llegar a la universidad gracias al triunfo de la Revolución en Cuba: «un proyecto de escala humana que tendría como punto focal la cultura. Cuando un proyecto social prescinde de la cultura y la educación —afirmó el Historiador— sólo es capaz de generar decadencia».
Ilustró cómo se conformó la identidad cubana y «vinieron hombres de todos los credos y formaron algo que en un momento oportuno se llamó la tolerancia».
«Con esa voluntad creadora, con esa espiritualidad —confesó— renuncié por completo a colocar sobre una montaña de escombros la bandera de la tolerancia. Pensé que tolerancia no era lo más adecuado... que lo más importante era la concordia, el respeto al otro, la interracialidad, lo que viene de la sangre. Pensé también, que si habíamos luchado tanto por la libertad, debíamos luchar también por la singularidad. Y comprender que si bien los pueblos hacen la historia, los pueblos no son más que una suma, no matemática precisamente, de individualidades. Cada hombre, cada mujer, como una huella digital, tiene una personalidad propia».
Leal expresó su gratitud a los que le precedieron en el tiempo como el fundador de la Oficina del Historiador, Emilio Roig, a sus colaboradores vivos o que ya no están, quienes lo han acompañado en la entregada misión de preservar la memoria y el patrimonio de la nación.
Al dirigirse a los ministros y ministras de cultura de la región manifestó: «qué pena tan grande, qué dolor tan profundo cuando vemos la destrucción, en nombre del fanatismo y de una nueva herejía, de los monumentos de la antigüedad que se constituyeron en lección viva y material de lo que es el ser humano, el hombre».
Y enfatizó: «ahora y más que nunca somos los portadores de la esperanza de que, efectivamente, un mundo mejor es posible; ahora que finalmente se cree que es verdad que el mundo natural está en peligro, que puede colapsar y que ese globo azul que preside todavía como centro —hasta que no se descubra otra cosa— el universo conocido, es la cuna y el espacio donde vive la única criatura capaz de crear la maravilla y el espanto».
«Lo que me dan no es para mí», argumentó, y se refirió en un paralelo necesario «al Padre de nuestra Patria, Carlos Manuel de Céspedes, cuando ya agonizaba en los últimos tiempos de su vida —a pesar de que se fue joven— cuando decía: llega un momento en que las cosas nos dejan a nosotros y nosotros las vamos abandonando a ellas. Coloco este pedazo de plata con la inscripción de la Unesco al pie de mi madre amantísima, Cuba, mi patria, y al pie de esta América nuestra, tan necesitada de la justicia social, de la igualdad verdadera, del sueño de lo posible y de lo imposible».
Durante la ceremonia, también estuvieron presentes los ministros de educación y cultura Ena Elsa Velázquez y Julián González, Gladys Collazo, Presidenta del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, Gustavo Cobreiro, Rector de la Universidad de La Habana, Juan Antonio González, presidente de la Comisión cubana de la Unesco, Fernando Brugman, a cargo de la Oficina Regional para América Latina y el Caribe de la Unesco y miembros del cuerpo diplomático acreditado en Cuba.