Buena parte de los que se gradúan se van sin dejar rastro. Una porción de los que hoy estudian se sienten carentes de conocimientos. Un porciento de quienes los forman están insatisfechos del modelo con que lo hacen. Y mientras el dilema se resuelve los campos del país demandan fuerza calificada
La agricultura necesita del conocimiento tanto como de bueyes y machetes. No abundan aquellos que con amor, paciencia y delicadeza, saben descubrir la causa del malestar de un animal, la plaga que asoma en una hojita enferma, o hacer el injerto que dará una fruta más dulce.La ausencia de fuerza de trabajo calificada está tan extendida como algunas malezas, todo lo cual dificulta la introducción de los avances tecnológicos.
A Wilfredo Hernández López, subdelegado de Recursos Humanos de la Agricultura en Ciego de Ávila, provincia famosa por su desarrollo agrícola, «no le cuadra la lista con el billete» cuando compara las cifras de graduados con las necesidades de las estructuras que dirige.
«La agricultura tiene hoy una gran demanda de personal con calificación. Nos hace falta un ingeniero en cada finca. Con los técnicos ocurre algo similar. Las proyecciones hechas indican que en el futuro la demanda será de 200 técnicos por año, como promedio».
Según este funcionario, en el último curso, de 78 licenciados de Agronomía les asignaron 23. El resto se destinó al Ministerio del Azúcar. Algo similar ocurre con las especialidades de Mecanización y Veterinaria.
«Todo eso tiene un impacto en la producción de alimentos. En muchas unidades los rendimientos hoy no llegan al tope porque el personal dedicado a los cultivos no cuenta con la calificación debida. Cuando uno va a la base puede encontrarse con que quizá no se apliquen a los cultivos de la forma debida los fertilizantes y los requerimientos técnicos.
«Un ejemplo es el ferti-riego. En este momento la provincia posee máquinas de última generación, pero las personas que las operan, en su gran mayoría, no tienen la preparación adecuada».
Una indagación de JR por varias provincias descubrió graves fisuras en el nuevo modelo de enseñanza implantado en los politécnicos agropecuarios, realidad que constituye la mayor preocupación para sus profesores y alumnos.
Lo anterior es otra expresión de las dificultades que sufre la agricultura cubana. Buena parte de los que se gradúan se van sin dejar rastro. Una porción de los que hoy estudian se sienten carentes de conocimientos. Un por ciento de quienes los forman están insatisfechos del modelo con que lo hacen. Y mientras el dilema se resuelve los campos demandan fuerza calificada.
Este camión, perteneciente al IPA Álvaro Barba, de Camagüey, hace dos años que no funciona. Sutractor fue llevado hace cuatro meses a la Empresa de Cultivos Varios para ser arreglado y aún noregresa. En el politécnico Sabino Pupo, de Florida, en Camagüey, hay avances en la producción agrícola y enla cría de animales, gracias al respeto que existe por parte de las entidades empleadoras de esteterritorio hacia los convenios de trabajo.
Juntos pero no revueltosEs triste ver cómo se ha perdido lo que antes constituyó un sistema de enseñanza sólido y eficiente, integrado por más de 170 centros politécnicos agropecuarios en todo el país.
Así lo siente Magalys Salaver, profesora de Computación del Instituto Politécnico Agropecuario (IPA) Iselín Arencibia, el más grande de Ciego de Ávila. «Los IPA sufrieron mucho en el período especial, sobre todo cuando insertaron a Contabilidad como una especialidad más. Es cierto que el país necesitaba ese tipo de especialistas, pero esa coexistencia provocó que el interés se inclinara hacia los contadores y se dejara a un lado el perfil agropecuario.
«Llegó un momento en que los IPA, al menos este, parecían más un centro de estudio para contadores que de técnicos agropecuarios. Eso también contribuyó a que las empresas de la Agricultura dejaran de vernos como suyos y se distanciaran».
Los IPA mixtos, como se les conoce, no fueron un capricho ni una medida improvisada. A la violenta explosión de matrícula en la década de los 90 del pasado siglo hubo que darle respuesta. A esa cantidad de estudiantes se les debía garantizar la continuidad de estudios y allí estuvieron los IPA para asumir a esos muchachos.
En ese momento, recuerda Walterio García Durba, metodólogo de Estudio-Trabajo en Camagüey, comenzaron los problemas.
«El trabajo vocacional que no se hizo o no se pudo hacer trajo aparejado una desmotivación e incluso tener que realizar una formación vocacional tardía dentro del propio centro; o sea, enamorar al estudiante de su carrera después de haberla cogido, cosa que no siempre funcionó, y ahora estamos recogiendo toda esa desmotivación. Es muy importante la selectividad y eso hay que rescatarlo».
En el territorio agramontino existe una verdadera preocupación por el futuro de la enseñanza técnica agropecuaria. Allí existen cinco IPA con una matrícula de 1 364 jóvenes, ubicados en cinco municipios: Minas, Florida, Camagüey, Vertientes y Jimaguayú. Este curso se graduarán 271 jóvenes entre agrónomos y veterinarios.
Damián Zamora Montero, funcionario de la esfera de Educación de la UJC provincial, no se explica cómo en esa provincia, netamente ganadera, casi todos los IPA han desaparecido.
«No queda un IPA puro en Camagüey. Y su pérdida ha hecho mucho daño. En los IPA mixtos, los agropecuarios vienen siendo “lo último” y hasta los dirigentes estudiantiles no son estudiantes de Agronomía, sino de cualquier otra especialidad.
«El que una vez existió en el municipio de Esmeralda, desapareció. Ahora es un pre —que también es importante—, pero esa decisión afectó, porque ese centro respondía a las características del territorio, básicamente agropecuario.
«En Guáimaro, municipio ganadero, se repitió la situación con otro IPA que desapareció. Hoy es también un preuniversitario. En Sierra de Cubitas el IPA se convirtió en mixto y en Nuevitas ya no existe».
Para Lázaro Echeverría, director de la escuela de capacitación Mario Herrero, quien fue director de un IPA durante seis años, el problema no está en que este sea puro o mixto, sino en la calidad del proceso que empieza en la captación y termina en la graduación y ubicación del joven.
«Lo primero es el ingreso a los centros —expresó—, pues el Ministerio de la Agricultura no capta directamente como otros politécnicos que tienen más prioridad; es una decisión del estudiante. Incluso hay requisitos para entrar en otras especialidades, y para estudiar en los nuestros no».
En el Sabino Pupo, de Florida, sus dirigentes abogaron por el rescate de la identidad campesina de los politécnicos agropecuarios. Su director, Miguel Ángel Yero, se pronunció por una transformación profunda y estratégica, aprovechando al máximo la capacidad total de los centros.
«El nuestro posee una matrícula total de 762 alumnos que estudian en siete especialidades, pero solamente 155 son estudiantes de Agronomía. Eso influye en la estancia del joven dentro del centro, porque los IPA deben concebirse como parte importante de la identidad campesina cubana y eso hay que rescatarlo con urgencia».
Yunior Vega Rivero, subdirector técnico del plantel, destacó que hay que potenciar las ferias agropecuarias entre los IPA, para salvar tradiciones campesinas como las artes manuales agropecuarias y el manejo de animales con un interés económico.
«Aún se hacen estos eventos, pero tienen que prender más. En nuestra escuela se realizan, y la calidad de la competencia depende también de la empresa pecuaria y el MINAZ en el municipio. Eso tiene que seguir cultivándose y mejorando».
El IPA Mártires de Pino Tres, mixto con un pre-pedagógico, es el único politécnico veterinario que existe en la provincia de Camagüey. Allí labora Miguel de Armas, quien se tituló en la primera graduación y hoy es profesor principal de la asignatura de Actividades Manuales Agropecuarias.
«Los técnicos que hoy se forman —reconoció— no tienen la calidad que requiere la profesión. No tenemos la base material de estudio necesaria, ni áreas de campo con su especialización. Los estudiantes deben relacionarse con el ganado de cualquier tipo: avícola, caprino, porcino... y no es así. Muchos se han ido sin pasarle la mano a un conejo.
«Todo esto conlleva a que exista una deserción en el estudiantado cuando entra aquí. No hay amor hacia la profesión que se estudia si se asume que esa especialidad no es importante o es la menos importante.
«Son muchos los factores que influyen cuando hay dos tipos de enseñanza en una misma escuela. Trae descontento, pues los estudiantes del IPA, aunque son los que más trabajan, porque su especialidad lo requiere, no siempre son los más beneficiados con recursos y ellos se comparan».
Aprendices de todo...«Reclamamos tener los medios para prepararnos desde que entramos en la escuela. Mi abuelo tiene una finquita; él sabe mucho y yo he aprendido cosas con él, pero aquel que no tiene mi posibilidad se queda en blanco. A veces me prueba preguntándome acerca de las enfermedades de los animales y yo me quedo callado, porque realmente no sé nada de lo que me está preguntando».
Así narró René González Moreira, alumno del IPA Mártires de Pino Tres, de Camagüey, sus avatares como estudiante de Veterinaria. Y es que con independencia de si el politécnico es puro o mixto, la enseñanza de las especialidades agrícolas ha sufrido un cambio que pone en riesgo la formación del personal calificado.
Del tema puede dar referencias Odalys Morales, licenciada en Agronomía y desde hace más de 20 años profesora del IPA Martín Torres, en Santo Domingo, Villa Clara.
«Antes cada especialidad tenía su propia asignatura: Riego, Suelo, Sanidad, Fitotecnia, Mecanización, Genética... Eso lo eliminaron hace alrededor de dos años. Las incluyeron todas en una sola disciplina que se llama Base de la Producción Agropecuaria.
«Pienso que ningún profesor está, aunque quiera, apto para asumir eso. Yo misma he impartido Fitotecnia y Genética; sin embargo, no sé si podría dar Riego y Drenaje. Con el nuevo sistema se les quitó contenido a los programas y se han perdido las clases prácticas. El alumno deja de hacer cosas que incluso eran materia en los primeros años: hablo de hacer una calicata (hueco para inspeccionar el suelo) o enyuntar un buey. Por todo eso se van muchos maestros».
Reynaldo Domínguez es uno de los profesores a quienes les tocó el reto de impartir Base de la Producción Agropecuaria. Su experiencia como docente en el centro Álvaro Barba, donde labora desde 1979, le ha permitido asumir el cambio. No obstante reconoce que sus alumnos se gradúan con deficiencias y no es solo por la falta de recursos.
«Se busca formar un bachiller técnico agropecuario con calidad, pero para lograrlo se fue atropellando y eliminando contenido de las asignaturas técnicas e incrementando aquellas que tienen que ver con las ciencias y las humanidades.
«Si queremos lograr un buen técnico tendrá que revertirse esta situación sin desatender la formación general que debe caracterizar al joven de los IPA. Actualmente no estamos graduando ni bachilleres de calidad ni tampoco técnicos agrónomos».
JR quiso abundar en el tema del bachiller técnico. Para ello conversó con Bárbaro Rafael Osorio de los Reyes, subdirector provincial de Educación de Camagüey que atiende la Enseñanza Técnica Profesional y posee 21 años de experiencia en el sector.
«Anteriormente la enseñanza técnica profesional graduaba un técnico de nivel medio, no un bachiller, pero que estaba listo para incorporarse a la producción y los servicios con calidad, que es nuestro principal objetivo.
«Nuestra enseñanza fue y es terminal; en ella el técnico continúa estudios si la empresa en la que es ubicado demanda de su superación (curso para trabajadores) o si se ganó el ingreso a cursos regulares de la universidad por sus esfuerzos y resultados durante su tecnológico.
«A esta última modalidad solo accede entre el 10 y el 15 por ciento de la matrícula —los mejores graduados— de nuestros centros; porque, repito, nuestro objetivo es entregar técnicos de calidad a la producción y los servicios. No es una obligación garantizar una continuidad de estudio en la Educación Superior.
«Este técnico tiene que ser lo más competente posible y en eso las empresas y los organismos que reciben a los graduados, y el Ministerio de Educación, tenemos gran responsabilidad. Nosotros, en la formación de valores, académica, general y técnica, y los organismos empleadores en garantizar los insumos, la técnica y una base material de estudio actualizada.
«Si esto no ocurre así, como se observa en varios politécnicos, entonces ese estudiante culmina sus estudios sin una correcta preparación; no conoce la última tecnología y tampoco sabe cómo enfrentarse a esta».
—Los estudiantes reclaman en sus asambleas un viraje en el plan de estudio.
—Hoy estamos graduando bachilleres técnicos y antes no era así, porque se formaban técnicos de calidad con una formación general e integral, pero técnico de nivel medio ante todo.
«Con este nuevo bachiller técnico el alumno recibe más horas-clase de formación general que de asignaturas técnicas, y esto siembra un precedente que no se ajusta a lo que se aspira como técnico. Es un reclamo de alumnos y maestros.
«Incluso se estudia la posibilidad de impartir esas asignaturas generales, que también son muy necesarias, de manera individual. O sea, que el agrónomo y el veterinario reciban la matemática que necesitan sus especialidades, y lo mismo con el resto de esas asignaturas generales.
«Hoy no solo se analizan los planes de estudio; también se revisan el tiempo de duración de la especialidad y los requisitos que deben reunir los estudiantes para ingresar a los centros politécnicos, incluyendo a los IPA».
Encontrar el cascabelSon varios los aspectos que el Ministerio de la Agricultura debe garantizar a los politécnicos agropecuarios: tierra para cultivar, base material de estudio especializada, insumos, rotación de docentes por sus unidades e inserción y atención a los estudiantes en sus prácticas laborales en las empresas.
Julio Armando Rubán Tirado, director de Estudio-Trabajo en el Ministerio de la Agricultura, explicó a este diario que las relaciones con el Ministerio de Educación se han revitalizado desde finales de 2006, aunque existen numerosos problemas por resolver.
«Conocemos la situación de los politécnicos y las provincias con mayores dificultades. Hemos identificado un grupo de 23 aspectos básicos que requieren estos centros para un funcionamiento adecuado. Pero la situación económica no nos permite garantizarlos todos. Por ello seleccionamos nueve, los cuales se incluyeron en los planes de nuestras empresas de este año.
«Estos módulos incluyen animales para la tracción animal, instrumentos, áreas de producción de semilla y abono, viveros, medios de protección y alimento para el ganado, entre otros.
«En relación con los IPA mixtos, fue una decisión coyuntural que hubo que tomar por las circunstancias del país. Nos dolió mucho, porque nosotros llegamos a tener en un momento más de 170 centros.
«Pienso que ahora lo importante es insistir en la calidad de la formación que recibe ese joven. Los planes de enseñanza se continúan revisando. Como Ministerio, nuestra lucha principal ahora es fortalecer la relación entre nuestras empresas y los IPA.
«A veces es difícil, por la misma vorágine del trabajo y la producción en que están inmersas nuestras entidades, pero hay que interiorizar que los politécnicos son una parte más de nuestro sistema. Ellos son el futuro. La atención no depende solo de los recursos, sino del interés. Hay lugares donde las cosas funcionan bien y constituyen ejemplo».
Más plazas ¿Para quién?En el recién celebrado Congreso de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF), los delegados recibieron una información de René Sánchez, director de Ingreso del Ministerio de Educación Superior, acerca del aumento de los estudios superiores en la rama agrícola.
«El año pasado —informó el funcionario— se ofrecieron cerca de 15 000 plazas universitarias en las especialidades agropecuarias en todos los modelos pedagógicos. Logramos abrir Agronomía en 130 municipios, se extendió Veterinaria y se ampliaron las matrículas del resto de esas carreras.
«Sin embargo, de la cifra total solo se logró cubrir el 33 por ciento. En las sedes municipales, donde brindamos 11 000 plazas aproximadamente, solo se cubrió el 28 por ciento. El problema fundamental estuvo en cómo llegó a los interesados esa oferta, pues su distribución y organización estuvieron muy centralizadas.
«Para 2009 las matrículas se van a dirigir y decidir a nivel territorial. En cada municipio donde exista la posibilidad de ofertar una carrera, se coordinará con las asociaciones de base y los productores, para analizar quiénes tienen la posibilidad de matricular; e incluso, en la medida de lo posible, realizar cursos de preparación.
«Debemos aunar esfuerzos en cuanto a cómo organizar el acceso a esas carreras y cómo garantizar un apoyo sostenido y eficiente para que sea exitoso el desarrollo de aquellos que matriculan».
Adriana Ballester, directora de Capacitación del Ministerio de la Agricultura, explicó que lo principal es lograr una coordinación a nivel territorial que dé respuesta a las necesidades locales.
«Consideramos que es una medida básica destinada a solucionar al menos los problemas iniciales en cada lugar. Haremos mucho énfasis en la divulgación de las plazas y dónde se están ofreciendo.
«Hay que lograr que el territorio vea como una parte importante de su desarrollo la formación en los estudios universitarios, que identifique quiénes son los más necesitados, y nosotros apoyar su preparación desde nuestras empresas y profesionales, para que puedan tener éxito durante la carrera. No podemos seguir matriculando a personas que luego no se van a graduar».
¿Qué pasará cuando me gradúe?La fuerza calificada que labora hoy en el sector de la Agricultura es de 103 188 trabajadores. No da abasto, pero lo más triste es saber que no son, siquiera, la mitad de los que se han graduado en nuestros politécnicos y universidades.
Baste recordar los datos ofrecidos en la Asamblea Nacional en diciembre de 2008: el país ha graduado más de 31 000 agrónomos, de los cuales permanecen en el sector alrededor del ocho por ciento.
Wilfredo Hernández, subdelegado de Recursos Humanos de la Agricultura en Ciego de Ávila, señaló dos aristas del tema: «La mayor parte de los egresados de los IPA son varones. Al poco tiempo de recibir la ubicación, deben partir al Servicio Militar. Cuando cumplen, solo el 15 porciento regresa a las unidades agropecuarias. El resto se dirige a otros sectores u oficios. Por ese concepto se nos presenta un vacío importante. En nuestra opinión, ese éxodo ocurre porque el joven no ha logrado un sentido de pertenencia al lugar adonde fue destinado.
«Otro problema es el salario, que para un técnico de nivel medio de la Agricultura es de 250 pesos en el período de adiestramiento, que puede durar un año como mínimo y un máximo de tres. Luego puede subir a 315. Como se ve, de inicio no es un monto atractivo para las condiciones en que debe desempeñarse».
JR no quiso dejar de consultar a un experto en la agricultura cubana, Miguel Ángel Salcines López, licenciado en Agronomía y presidente de la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Vivero Alamar, en la capital, una de las mejores del país.
«Sin ciencia y técnica es imposible llegar a los objetivos que uno se traza. Una agricultura empírica no avanza».
Salcines tiene en su plantilla, de un total de 170 trabajadores, a 34 técnicos de nivel medio y 21 universitarios cuyos ingresos están vinculados a los resultados productivos. Por tal motivo estos últimos pueden llegar a ganar mensualmente, entre salario y utilidades, alrededor de 1 000 pesos.
«Son muchos los factores por los que los técnicos y profesionales abandonan el sector; no solo es el salario, sino las condiciones de trabajo. Si no tienes medios para desempeñar tu labor: una lupa para examinar una planta, algo con qué medir la tierra... eso desestimula, y entonces, en el mejor de los casos, el hombre abandona la base productiva y se marcha hacia estructuras superiores, a manejar información en una oficina.
«La pirámide está invertida: los técnicos más potencialmente preparados deben estar en la base y no en la empresa. Son ellos quienes deben generar soluciones, pero no es así.
«Es el personal más preparado el que debe cambiar la imagen de la agricultura en el siglo XXI. Esta actividad debe convertirse en algo normal, como cualquier otra, y no ser siempre una labor tan ruda. Eso será lo que garantice la inclusión de nueva fuerza de trabajo».