Foto: Jorge Camarero Leiva La mayor «bola del mundo» de nuestro país, que corona el Gran Templo Nacional Masónico —uno de los edificios emblemáticos de la capital cubana— ha vuelto a girar, luego de casi 30 años de rotura.
Dicho edificio, ubicado en el número 508 de la actual Avenida Salvador Allende, y que abarca la manzana también comprendida entre las calles Fraternidad, Pocito y Belascoaín, en el municipio de Centro Habana, se inauguró —con la propia esfera giratoria— el 27 de febrero de 1955, hace 53 años.
La primera piedra de este se colocó en marzo de 1951 y se conformó con tierra de las entonces seis provincias de la nación, y agua de los ríos más caudalosos de Cuba.
La esfera nuevamente en movimiento, es de aluminio, hueca, con un eje de hierro de cuatro pulgadas de ancho y, por su radio, abarca aproximadamente una superficie de 36 metros cuadrados en la azotea del edificio.
Ya reparado su mecanismo, remozada y pintada de azul (el mar) y de carmelita (la tierra), gira de 9 a 12 del día: de dos a cuatro de la tarde y de seis a 11 de la noche.