A la cabeza de las enlutadas madres santiagueras, Vilma enfrentó a los esbirros batistianos. Diez días antes de que fuera asesinado, Frank País designó a Vilma Espín Guillois coordinadora del Movimiento 26 de Julio en la provincia de Oriente, responsabilidad que la combatiente clandestina ocupó hasta que en junio de 1958 se uniera a las fuerzas guerrilleras del Ejército Rebelde en el Segundo Frente Oriental Frank País, dirigido por el comandante Raúl Castro.
Frank sabía de la valentía y la combatividad de la joven, casi recién graduada como ingeniera química e incorporada de lleno a la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista. Conocía también de su certera visión política, capacidad intelectual, profundidad de análisis y exigencia para lograr lo óptimo, incluso cuando ello parecía imposible, por eso el máximo dirigente de la lucha clandestina en todo el país depositaba su confianza en Déborah (Mariela, Mónica), nombre de guerra de la santiaguera. Cubierto ese importantísimo flanco de la lucha antibatistiana, él podría dedicarse a las acciones en un nivel nacional y parte de su tiempo a escribir y estudiar.
No era, por supuesto, una decisión al azar, sino la bien pensada determinación de un jefe que conocía las capacidades y la historia de quien prácticamente constituía su brazo derecho en la lucha contra la tiranía.
Muy pocos años después, igual convencimiento lleva al líder de la triunfante Revolución, el Comandante en Jefe Fidel Castro, a confiar en su certera visión y encomendarle la organización de un movimiento que se definió como la «revolución dentro de la Revolución», la incorporación de la mujer a las múltiples tareas y a un desarrollo pleno, tomando como vehículo para ello una nueva institución de la que fue su Presidenta desde el 23 de agosto de 1960, la Federación de Mujeres Cubanas.
LA MISMA SAVIALos prolegómenos que sirven de basamento a estas cruciales decisiones hay que buscarlos en una ciudad mambisa y rebelde, Santiago de Cuba, que la vio nacer el 7 de abril de 1930, y en los sólidos valores éticos en que la familia Espín-Guillois crió y educó a sus seis hijos.
La urbe y su pueblo le aportan la combatividad, el amor martiano a la independencia y la intransigencia maceísta.
La familia le inculca generosidad, austeridad, sensibilidad humana, respeto hacia todas las personas, sin ningún tipo de barreras por el origen social, racial y religioso. Afirman quienes conocieron a los Espín-Guillois bien de cerca que en el ámbito familiar se respiraba apego a la justicia, a la honradez, a la honestidad, a la verdad, el amor al estudio y a la lectura, el disfrute de la música, la danza y la pintura, la afición por los deportes y la vida en contacto con la naturaleza. De esos valores estaba permeada Vilma.
Había entonces un medio propicio para que la joven, al terminar su bachillerato en 1948 se incorporara a la recién creada Universidad de Oriente, y en ella participara, justo al comienzo de la década del 50, sobre todo en el empeño de unir y organizar al estudiantado en la Federación Estudiantil Universitaria, cuya consolidación contó con su contribución entusiasta y sostenida. Ya había comenzado a gestarse su fibra de dirigente política, cuando apenas contaba 20 años de edad.
Entonces, ¿cómo no estar junto al profesorado y los estudiantes más esclarecidos, progresistas y combativos, junto a quienes reciben como una afrenta al pueblo la cobarde arremetida del tirano el 10 de marzo de 1952, cuando Fulgencio Batista da el artero golpe de Estado? Ahí está Vilma, entre los primeros que se incorporan al recién creado Movimiento Nacional Revolucionario, cuyo jefe de Acción Provincial fue Frank País, dispuesta a liquidar la tiranía batistiana y transformar la grave situación político-social de la nación.
La guerrillera del II Frente Oriental Frank País será ejemplo perenne para las firmes y valientes mujeres cubanas.
Un hecho en especial la marca, el asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953. La acción encabezada por el joven abogado revolucionario Fidel Castro Ruz, la conmueve como a todos los santiagueros, y en un audaz, valiente y temerario acto de rebeldía, acude a una de las postas del Cuartel —tras cuyos muros ya se estaba torturando y asesinando a los prisioneros del ataque— para pedir ver a los héroes. Mientras tanto, su hogar, como muchos en Santiago, se abría para acoger y proteger a los combatientes perseguidos.
Vilma se siente impactada especialmente por las ideas de justicia social plasmadas por Fidel, poco después del Moncada, en su alegato de defensa La Historia me Absolverá. La muchacha se identifica con ese retrato político, económico, social y cultural de Cuba, totalmente fidedigno. En más de una ocasión habló de que había encontrado entonces a un líder valiente, a un hombre de ideas y de principios revolucionarios.
Frank País, tras el Moncada, organiza Acción Revolucionaria Oriental con el claro propósito de preparar un alzamiento, y en ese empeño una de sus más cercanas y activas colaboradoras es Vilma Espín, quien participa de ese grupo de trabajadores, obreros y estudiantes que proceden sustancialmente del Movimiento Nacional Revolucionario, y al que poco después se le unen grupos camagüeyanos.
Cuando Fidel sale de la cárcel, los integrantes de la ARO se suman a las filas del Movimiento 26 de Julio a instancias de Frank País y nuevamente Vilma es combatiente de primera fila.
Al mismo tiempo, el 14 de julio de 1954, rinde su último examen y se convierte en una de las dos primeras mujeres que en Cuba se graduarían de Ingeniería Química Industrial; casi de inmediato parte para Estados Unidos a cursar un postgrado en el Instituto Tecnológico de Massachussets, el prestigioso MIT de Boston.
Pero no faltaría mucho para que a un lado queden las matemáticas, la física, la química y su insaciable curiosidad científica, postergados por otro interés más apremiante: la lucha por la verdadera independencia. Al finalizar el curso pide instrucciones a la Dirección del Movimiento y recibe la orientación de pasar por la Ciudad de México para entrevistarse con Fidel y trasladar a Cuba sus órdenes y mensajes.
UNA MUJER INSURRECTAEl 30 noviembre de 1956 Santiago se levanta en armas. Es el apoyo a los expedicionarios del yate Granma que, encabezados por Fidel, solo llegarían a tocar tierra el 2 de diciembre, retardados por percances imprevisibles en la travesía. Bajo las órdenes de Frank, Vilma participa en ese alzamiento armado y su casa se convierte en el cuartel general del Movimiento en Santiago de Cuba.
De la heroica ciudad y del coraje de sus moradores Frank escribió:
«...La población entera de Santiago, enardecida y aliada a los revolucionarios, cooperó unánimemente con nosotros. Cuidaba a los heridos, escondía a los hombres armados, guardaba armas y uniformes de los perseguidos; nos alentaba, nos prestaba las casas y vigilaba de lugar en lugar, avisando los movimientos del Ejército. Era el hermoso espectáculo de un pueblo cooperando con toda valentía en los momentos más difíciles de la lucha».
Comprometida con esa estirpe, Vilma no cesa en su actividad revolucionaria. El 2 de enero de 1957, encabeza la marcha de madres enlutadas por los asesinatos de la dictadura y se enfrenta cara a cara con los esbirros batistianos. Por primera vez las hordas registran su casa.
En febrero de 1957, Fidel convoca a la dirección clandestina del M-26-7 a una reunión en la Sierra Maestra y redacta un manifiesto al pueblo de Cuba informando de la creación del Ejército Rebelde y los objetivos de la lucha. Ella es una de las participantes y poco después pasa a formar parte de la Dirección Nacional del Movimiento, hasta que se hace insostenible y extremadamente peligrosa al frente del 26 de Julio en Oriente la situación para Alicia, Mónica y Déborah —sus nombres en la clandestinidad.
Le espera otro sobrenombre. Se convierte entonces en Mariela, la legendaria guerrillera del II Frente Oriental Frank País, valiente y eficaz, ya fuera en las gestiones de devolución de los norteamericanos secuestrados para llamar la atención mundial sobre la lucha del pueblo cubano o atendiendo y organizando el trabajo clandestino en los municipios orientales para garantizar el apoyo logístico al II Frente del Ejército Rebelde.
La admiración que la bella, valiente e inteligente santiaguera provoca en el comandante Raúl Castro, jefe de ese frente, se trastoca luego en amor, y tras el triunfo revolucionario forman una familia donde siempre ha primado «la sencillez y una gran calidad humana», como la describieran otros dos santiagueros muy cercanos a Raúl y Vilma en la amistad y el quehacer revolucionario: José Ramón Fernández y Asela de los Santos.
UNA CUESTIÓN DE JUSTICIA Y DERECHOUna responsabilidad de primer orden, histórica y hermosa, le es encomendada cuando Cuba ya transita en libertad por los caminos de la verdadera independencia y soberanía total. Fidel no solo confiaba en las mujeres cubanas, sino que estaba plenamente convencido de que eran piedra angular, por su potencialidad y fortaleza en llevar adelante los objetivos de la Revolución.
Así que la misión perdura: organizar en unidad a las mujeres, a quienes Fidel llamaría «una revolución dentro de la Revolución»; estimular y favorecer su superación cultural y su incorporación plena a la sociedad, a una vida enriquecedora en lo económico, lo político y lo social.
El año 1959 transcurre en los preparativos, en la gestión de lograr la unidad de todas las agrupaciones femeninas revolucionarias, y el 23 de agosto de 1960, integrando por igual a las entonces escasas profesionales universitarias con las trabajadoras, las campesinas y las amas de casa, se crea la Federación de Mujeres Cubanas, de la que Vilma Espín Guillois ha sido fuente inagotable con su sabiduría y ternura.
Desde entonces, fue la Presidenta; la que guió cada obra de amor: construyendo escuelas y hospitales nuevos, creando hogares que hicieron de los niños de la calle los hijos de la Revolución, dando vida a los círculos infantiles, mejorando las condiciones de cada mujer, favoreciendo su incorporación al estudio y al trabajo, atendiendo a los ancianos... La mujer cubana respondió con creces en un aporte social que comenzó en los cursos de corte y costura, incorporando a muchas amas de casa a los talleres de confecciones, y a todas dando lo mejor de sí en muchas tareas pletóricas de ternura: hacer juguetes o las ropitas para los jardines de la infancia, participar en las campañas de salud como brigadistas sanitarias, entregarse a la ayuda desinteresada de los demás como trabajadoras sociales, estar firmes y dispuestas para la defensa de la Patria como milicianas, aprender o enseñar durante la Campaña de Alfabetización y no cejar en el empeño con el plan de seguimiento y más tarde con la superación de adultos hasta proyecciones mayores que permiten hoy decir con sano orgullo que más del 66 por ciento de los profesionales y técnicos de nuestro país son mujeres.
Con su tono pausado y dulce, y con enorme pasión nos alertó sobre la «doble jornada de la trabajadora», los obstáculos a las potencialidades femeninas, las arraigadas tradiciones que arrastran prejuicios, la discriminación flagrante. Una medicina recomendaba sin falta ante esos males: autoestima y preparación para lograr la dignidad plena de mujeres y hombres.
Al nombre de Vilma quedarán por siempre asociadas la Escuela para Campesinas Ana Betancourt y las Escuelas Nocturnas de Superación para Domésticas, los comedores escolares, los Círculos Infantiles, el estudio de los problemas de la mujer y de la familia, el Centro Nacional de Educación Sexual, la promulgación del Código de la Familia, y todo lo que en Cuba se ha hecho en pro de la igualdad plena de la mujer.
En ese largo batallar por la formación de las mujeres y los hombres nuevos, Vilma fue un baluarte de las concepciones sociológicas más actuales, para crear equidad de género, respeto, afecto, solidaridad y comprensión, cimientos de los valores éticos y humanos de la Revolución misma.
De ella podemos hablar como líder femenina y política, como reconocida dirigente a nivel internacional llevando siempre la voz de las mujeres cubanas y de su Revolución, como diputada o miembro del Consejo de Estado, como una mujer tan entregada a su Patria que mereció en su Santiago natal el título de Heroína de la República de Cuba. Su familia y amigos más cercanos, sus compañeras de la dirección de la FMC, pueden completar la imagen de esta mujer sencilla y tendrán mucho que contar de una Vilma llena de firmeza y ternura para educar a sus cuatro hijos, y cariñosa con sus ocho nietos...
Le gustaba hablar de las inmensas reservas morales, intelectuales y políticas de su país, y vivía orgullosa de esta nación libre y soberana, en la que las mujeres vencen los más difíciles escollos, firmes y decididas, como parte inseparable e imprescindible de un pueblo aguerrido.
Pudiéramos recordarla para siempre como la describiera con orgullo la Universidad de Oriente, cuando le otorgó en el año 2000 el título de Doctora Honoris Causa: «una gran maestra de la vida, distinguida por su amor y dedicación a la obra de la Revolución, la lealtad a Fidel, la pasión con que emprende cada tarea...».
Eso es Vilma, corazón y fuerza vital que encarna a la amorosa, firme y digna mujer cubana.
* Basado en los Apuntes para una Biografía, de la autoría de Yolanda Ferrer Gómez, secretaria general de la FMC, y Carolina Aguilar Ayerra, también dirigente nacional y fundadora de la FMC.