Los que soñamos por la oreja
El pasado 14 de octubre de 2013 y bajo el sello de la compañía Mascot Label Group, se puso en circulación un nuevo trabajo de la banda Flying Colors, cuyo debut fonográfico ya lo había reseñado en esta columna. La actual propuesta de la banda está disponible en varios formatos: doble CD, triple vinilo, DVD y Blu-ray. El último de estos incluye un documental de 45 minutos, con material alusivo a la vida en común de los integrantes de la agrupación durante giras, ensayos, en el preámbulo de funciones y otras curiosidades.
Titulado Flying Colors Live In Europe, recibimos en esta ocasión el testimonio de una actuación del grupo en la ciudad holandesa de Tilburg, efectuada el 20 de septiembre de 2012. A diferencia de la mayoría de los directos de rock progresivo, que suelen ser muy serios en su concepción, en la propuesta de Flying Colors se respira un aire festivo, lúdico por momentos, que demuestra la buena atmósfera prevaleciente entre los integrantes de la banda y que los lleva a hacerse bromas mutuamente, sin que nadie intente aparecer como estrella o posicionarse en un primer plano, porque todo lo que se realiza sobre el escenario está en función del colectivo.
Lo que se inició a partir de la idea de unir a varios músicos virtuosos con un cantante de pop, a fin de crear un producto accesible no solo para los consumidores de intrincados sonidos, ha devenido una de las propuestas más llamativas del panorama musical foráneo de nuestros días. Quien quiera comprobar la anterior afirmación, solo tiene que escuchar el material incluido en Flying Colors Live In Europe.
La mayoría de los temas que aparecen en el doble CD, está integrada por el repertorio del álbum debut de la agrupación, el que había sido editado pocos meses antes de la grabación de este concierto. Lo interesante en dicho sentido es que algunas de las interpretaciones de las piezas ya conocidas, resultan de mayor atractivo que las de las tomas de estudio, por lo menos para mí. El disco se abre con Blue ocean, corte en el que el público se integra al grupo, arrastrado por las armonías vocales del tema, el punzante bajo de Dave LaRue y la precisa pegada en la batería a cargo de Mike Portnoy.
Sigue entonces Shoulda Coulda Woulda, de intención más progresiva y en la que los rasgueos cortados de la guitarra de Steve Morse aportan destaque a la atmósfera de una pieza de raro nombre pero singular belleza. Tras una charla del teclista y vocalista Neal Morse (director del ensamble), toca el turno a Love is what I’m waiting for, que esta vez tiene un llamativo arreglo vocal. Justo en esos montajes a tres voces hallo uno de los aspectos novedosos del doble disco.
A continuación, el vocalista y segundo guitarrista, Casey McPherson, reactualiza el tema Can’t find a way, perteneciente al repertorio de una antigua banda suya denominada Endochine. Concebida con un tratamiento acústico y en una cuerda estilística a lo AOR (siglas en inglés de la expresión Rock de orientación para adultos), de nuevo destacan los pasajes a voces y un solo del gran Steve Morse. La melódica y preciosista The store es para mí uno de esos instantes de ensueño en el fonograma, que prosigue con Odyssey, composición conocida en el repertorio de Dixie Dregs y que ahora fluctúa entre aires de rock sinfónico y de jazz rock.
La muy roquera Forever in a daze sirve para evidenciar que Dave LaRue es un bajista de primerísimo nivel, aunque no se hable mucho de él. Por su parte, Hallelujah, original del mítico cantautor Leonard Cohen e interpretada en un cover muy «trovero» por Casey, es una sorpresa y resulta de esas canciones que hay que escuchar más de una vez. Para cierre del primer CD se escoge la emotiva Better than walking away.
El segundo álbum abre con el popular tema Kayla, con un tanto mayor de carga épica que en su original. Tras una divertida presentación, se da paso a Mike Portnoy, pero como cantante que asume el corte Fool in my heart. El breve instrumental Spur of the moment, a cargo de Dave LaRue, funciona de intro para Repentance, de Dream Theater, con impresionante solo final de Steve Morse y que da paso a una versión de June, de Spock’s Beard, banda de Neal Morse.
El sonido fuerte se retoma con All falls down, para bajarlo un poco en Everything changes y cerrar la grabación con la intensidad de Infinite fire. En fin, disco más que excelente, este es un documento sonoro que nos invita a soñar.