Los que soñamos por la oreja
Compromisos docentes de carácter internacional me han mantenido alejado de mi querida columna por más de un mes. Ya de vuelta a casa, retomo esta sección, que dicho sea de paso arriba en el presente junio a su cumpleaños 25. Cuando publiqué por primera vez allá por 1988 un trabajo bajo el rótulo de Los que soñamos por la oreja, nunca pensé que llegaría a durar tanto tiempo.
Porque hay cosas que uno jamás llega a imaginar. Así me sucedió al asistir entre los días 2, 3 y 4 de marzo de 1979 al mítico Havana Jam, llevado a cabo en el teatro Karl Marx, instante en el que siendo yo apenas un adolescente, pude disfrutar de afamados músicos estadounidenses, como David Crosby y Stephen Stills, que supuse no volvería a ver en vivo en el resto de mi existencia. Empero, por suerte, me equivoqué.
Hace escasas semanas, a propósito de un viaje que realicé por varios puntos de la geografía de Estados Unidos, gracias a uno de mis grandes amigos, el Doctor Darío Betancourt, pude visitar el Seminole Hard Rock Hotel & Casino, ubicado en Hollywood, Florida, y ser testigo de un concierto de esos monstruos del folk rock que responden al nombre de Crosby, Stills & Nash, figuras que también han estado vinculados a otras bandas como The Byrds, Buffalo Springfield o The Hollies, y cuya huella se nota en el quehacer de gentes como America y Fleet Foxes.
Aunque de seguro para los lectores jóvenes de esta columna, la formación de la que hoy hablo no les diga ni mucho ni poco, el proyecto surgido de la unión entre David Crosby, Stephen Stills y Graham Nash, en ocasiones con la participación también de Neil Young, ha sido considerado por la crítica internacional como una de las agrupaciones más exitosas de los años 60, 70 y principios de los 80 a través de sus grabaciones y actuaciones. Con una producción artística signada por el contraste de caracteres de sus componentes y la toma de posición en relación con los trastornos políticos y culturales de la época, al declararse contrarios a la guerra de Vietnam, a ellos se les puede considerar quizá como la única banda norteamericana capaz de acercarse al impacto social global de los Beatles.
Han transcurrido más de cuatro décadas desde el instante en que se creó la formación en Laurel Canyon, en 1968, o de cuando llevaron a cabo su concierto en el recordado festival de Woodstock en 1969, y sin embargo, estos cantautores, que en la práctica trascienden las fronteras de dicha categoría para clasificar simple y llanamente como músicos, continúan en plena efervescencia creativa, como pude comprobar en su reciente concierto del Seminole Hard Rock Café, de Hollywood. Ellos han devenido una asociación considerada como una de las más influyentes y perdurables en la música popular urbana de los últimos 40 años, en virtud de sus ricas armonías vocales y una propuesta estilística que abarca desde el folk acústico hasta el pop melódico.
Con un emsamble de respaldo en el que figuraban Todd Caldwell en el órgano, el destacado guitarrista Shane Fontayne, Steve DiStanislao desde la batería, el bajista Kevin McCormick y James Raymond en los teclados, en este maravilloso concierto de David Crosby, Stephen Stills y Graham Nash al que pude asistir, se escucharon piezas clásicas de su repertorio, como Blackbird, Our House, Suite: Judy Blue Eyes, Teach Your Children, Woodstock, Ohio, Helplessly Doping, Down by the River, Almost Cut My Hair, Carry On, Déjà Vu, Wooden Ships, Just a Song Before I Go, Wasted on the Way…, temas en lo fundamental procedentes de dos álbumes históricos en la carrera de estos músicos, es decir, los discos Crosby, Stills & Nash, de 1969, y Déjà Vu, de 1970.
Aunque ya las melenas de estos creadores están totalmente encanecidas por los años, pareciera como si el tiempo no pasara por ellos y así me resultó asombroso la energía que despliegan sobre el escenario, en un concierto de casi tres horas sin interrupción y donde no paraban de hacerse bromas unos a otros. Su perfecta sincronización vocal, más los contundentes acordes de sus guitarras de sonoridad fol, han hecho que la obra de Crosby, Stills & Nash (con o sin Neil Young) haya traspasado los límites geográficos estadounidenses y de seguro, también ha influenciado a uno que otro cantautor cubano.