Los que soñamos por la oreja
En lo que se ha denominado era posindustrial (el término hace referencia a un período de tiempo no definido exactamente y ligado a determinados entornos urbanos), se inician nuevas relaciones con los sonidos y con ellas, la reconfiguración de los lenguajes que a tales sonidos se asocian. En las aludidas recientes circunstancias urbanas híbridas, es que el correlato tecnológico y social propicia el surgimiento de las que se conocen como músicas sin patria, las cuales poseen la capacidad de apelar a poblaciones similares generacional o contextualmente en sitios muy distantes del planeta. Es en ese contexto que se ubica el jazz rock, manifestación que puede encontrar cultores en los más disímiles rincones del planeta.
Por lo antes expresado, no debería sorprender escuchar una propuesta como la del trío Impact Fuze, formación procedente de Rusia y poseedora de un virtuosismo a la altura de los más importantes ensembles contemporáneos exponentes del jazz rock. Integrado por el guitarrista Feodor Dosumov, instrumentista oriundo de Uzbekistán; el bajista Anton Davidiants, un moscovita con raíces armenias, y el francés Damien Schmitt a la batería y como vocalista, ellos conforman lo que se conoce en la actualidad como un power trio y en todo su quehacer evidencian el modo en que la globalización influye en músicos residentes en los cuatro puntos cardinales del planeta.
Tras el debut en la escena rusa durante 2011, a fines de ese año entraron a los estudios de grabación para registrar su ópera prima, el fonograma titulado Moscow. Desde que tuve la suerte de recibir este CD, es uno de los materiales que más escucho, dado el altísimo nivel artístico de la propuesta.
El estilo de Impact Fuze se me antoja como una suerte de concentrado de virtuosismo, energía a raudales y complejas líneas melódicas. Para que se tenga una idea más precisa, soy del criterio de que en el caso específico del guitarrista Feodor Dosumov, él viene a ser como un cruce entre el estadounidense Steve Vai y el inglés Allan Holdsworth. Con absoluta sinceridad, a los intérpretes del instrumento de las seis cuerdas en su variante eléctrica, les recomiendo no olvidar el nombre de este uzbeco y sentarse a estudiar lo que el hombre hace.
Contentivo de nueve piezas, el álbum comienza con el tema que da nombre a la producción, o sea, Moscow. Con un tiempo a toda máquina, la primera impresión que da la intro es que se trata de una composición en los caminos del metal, pero ¡nada de eso! Tras los compases iniciales, la obra adquiere una complejidad notable y hasta con ciertos aires experimentales, atmósfera propicia para que los tres miembros del trío muestren sus credenciales de excelentes instrumentistas, aquí con destaque particular para Dosumov y Davidiants.
Sigue a continuación uno de mis cortes favoritos en el disco, el denominado Punisher, impactante asalto eléctrico que en sus pasajes unísonos por momentos nada tiene que envidiarle a la fuerza sonora de una banda de metal extremo y con abundantes compases para el desarrollo de solos a cargo de Dosumov, desde la guitarra, y del baterista Damien Schmitt, quien también en los instantes en que saca las manos deja bien claro que él no es segundo de nadie detrás del drum.
Song for Elena representa la clásica balada que se incluye en esta clase de producciones fonográficas. Aunque es lo que menos me interesa de la grabación en su conjunto, reconozco que está logrado el diálogo sostenido entre la guitarra y el bajo a través del tema, que da paso a The way to itself, otro de los momentos climáticos del CD y donde la influencia del gran Allan Holdsworth se siente no solo en las intenciones tímbricas sino también en el modo en que el guitarrista maneja las escalas al improvisar.
Los restantes tracks, Focused power, Lost in found, Idea, Gladiator y Last question, son también ejemplos de buen gusto y de saber hacer, siempre dentro de los códigos particulares del jazz rock. Feodor Dosumov, Anton Davidiants y Damien Schmitt, o lo que es lo mismo, el power trío Impact Fuze, corrobora que el estilo creado por Miles Davis, hace más de 40 años, sigue siendo una de las variantes jazzísticas que mayores sorpresas aún puede depararnos.