Los que soñamos por la oreja
Mi buen amigo Humberto Manduley me ha regalado una maravillosa colección de discos que, dada su cantidad y calidad, aún no he podido escuchar completamente. Entre la remesa de fonogramas recibida, uno que de inmediato me atrapó es el más reciente álbum publicado por el tecladista británico Don Airey, el CD All out, que saliese al mercado en agosto del presente año.
Al margen de haber intervenido en discos como Blizzard of Ozz o Diary of a madman, de Ozzy Osbourne; Down to herat, de Rainbow; o 1987, de Whitesnake, así como en colaboraciones con gentes de la estirpe de Black Sabbath, Jethro Tull, Brian May, Gary Moore, Ufo, Cozy Powell, Michael Schenker Group, Judas Priest, Collosseum II y de ser el sustituto de Jon Lord en Deep Purple desde el 2002 y hasta la fecha, Don Airey es un músico de perfil bajo en los medios de comunicación. Empero, él no resulta un simple tecladista sino uno de los más importantes en el devenir del rock, valorado por los conocedores de la materia como una verdadera eminencia en este tipo de música.
Nacido en Sunderland (Inglaterra), el 21 de junio de 1948, pese a su ya larga carrera, Don Airey no se ha prodigado en grabar discos al frente de su propio proyecto. El primer trabajo que realizó como solista fue K2–Tales of triumph and tragedy, editado en 1989 y donde le acompañan los guitarristas Gary Moore y Keith Airey, Laurence Cottle (bajo), el baterista Cozy Powell y los vocalistas Chris Thompson, Colin Blunstone, Mel Galley y Genki Hitomi. Vendría luego en 2008 el CD A light in the sky, fonograma bastante difícil de encontrar.
Ahora sale el All out, a nombre de la Don Airey Band, con diez temas que se mueven por los códigos del hard rock, la más clásica tradición jam de los míticos Purple, pinceladas de jazz fussion, algo de toques progresivos o de blues, y mucha, ¡muchísima imaginación! Lo primero que me llama la atención del material es la concepción que Don le ha querido impregnar y que se rige por la idea de que este no es un álbum para resaltar el quehacer de un virtuoso de las teclas sino para defender una propuesta de conjunto en la que cada participante, ya sea integrante de la agrupación de Airey o invitado especial, aporta lo suyo para lograr que el CD devenga todo un tesoro musical.
El primer corte de la grabación, The way I feel incide, es una composición que hereda el legado de Rainbow y Deep Purple. Con un impactante riff introductorio donde se echa mano a la sonoridad del timbre del wah, estamos en presencia de un ritmo trepidante por la base del grupo, es decir, el baterista Darrin Mooney, y de Laurence Cottle en el bajo, pródigo en progresiones guitarreras (a cargo de Rob Harris y del invitado Bernie Marsden) sobre colchones de órgano Hammond, atmósfera ideal para el destaque del vocalista Carl Sentance, muy en una cuerda a lo Ian Gillan.
Sigue a continuación el instrumental Estancia, quizá el momento de mayor protagonismo del tecladista en el disco y donde encontramos un acercamiento al jazz fussion y a la sonoridad de los jam psicodélicos que solían grabarse en los 70. Por su parte, con People in your head se vuelve a las piezas cantadas, con el añadido de que aquí está como invitado Joe Bonamassa, quien con su solo de guitarra en el track lo convierte en un temazo, uno de los mejores del fonograma.
Otro de mis favoritos en el CD resulta B’cos, instrumental en el que las palmas se las lleva el guitarrista Rob Harris, alguien que suele asociarse al mundo del funk a partir de ser colaborador habitual de Jamiroquai, pero que en esta pieza, y en general durante su participación en All out, demuestra que para los buenos músicos no hay fronteras estilísticas. Running from the shadows es lo más comercial del álbum, en los códigos del llamado AOR y da paso a la experimental y progresiva Right arm overture.
De singular impacto es el cover que Don y su tropa hace de Fire, original de Hendrix, y que es una versión altamente recomendable. La línea final de la grabación la conforman Long road, con el guitarrista invitado Keith Airey; Wrath of thor y la pretenciosa Tobruk, diez minutos hardrockeros que dan colofón a un disco de obligatoria escucha.